'Biografía de X', la fascinante novela metaliteraria de Catherine Lacey ubicada en unos EEUU sin pensamiento libre
Se ha dicho de ella que ha sido la lectura del verano, el libro del año, la nueva gran novela americana. Biografía de X, el último trabajo de Catherine Lacey ―publicado por Alfaguara con traducción de Núria Molines Galarza―, ha conseguido los elogios de la gran parte de la crítica literaria que, de paso, ha demostrado que su influencia no ha mermado tanto como se dice. También hay que tener en cuenta el impulso que los lectores le han dado en las redes sociales, donde la foto de la cubierta en escenarios veraniegos compitió en popularidad con la del libro de Cookie Mueller Caminar por aguas cristalinas en una piscina pintada de negro (Los Tres Editores). Su relevancia aún persiste meses después de su lanzamiento, pese a que el dicho periodístico de las noticias de hoy envolverán el pescado de mañana ahora tiene casi más sentido en el sector editorial.
A Lacey la han comparado con Virginia Woolf, con Margaret Atwood, con Paul Auster, con Enrique Vila-Matas y con Nabokov, entre otros grandes del canon, por haberse inventado la biografía que le habría gustado leer y a su autora, la periodista C.M. Lucca o C.M. Se intuye que el esfuerzo para conseguir que su novela tuviera sentido fue enorme, pero también juguetón. La escritora escogió todas las referencias históricas y a la cultura pop que le vinieron en gana y las ordenó para estructurar una ucronía que a veces se parece demasiado a la realidad: la Guerra de Secesión americana, el muro de Berlín, Tom Waits, Susan Sontag, las dos Coreas, Emma Goldman y David Bowie son solo algunas.
Pero, de todos los ingredientes de esa ensalada loca, ¿cuál fue el que inspiró la novela? “La respuesta corta es que siempre me han fascinado las biografías y quería escribir una, pero la que quería realmente no podía escribirse, así que decidí canalizar esa energía en hacer una ficticia”, explica a las preguntas de elDiario.es por correo electrónico. “La respuesta larga tiene algo que ver con el hecho de que, aunque creo que sé por qué estoy escribiendo una novela en ese momento, he descubierto que en los años posteriores a que está terminada y publicada encuentro otras inspiraciones de las que no era consciente cuando la estaba escribiendo”, desarrolla.
Todos los personajes reales que aparecen en el libro corresponden a los intereses de la escritora, que les utiliza para tejer la historia de X, una artista multidisciplinar cuyo pasado es un misterio incluso para su esposa. “La mayoría de las personas del libro que son personas reales son artistas y escritores que ya conocía un poco y fue fácil incluirlos. Una de las cosas que me gustan de las biografías reales es que cuando aparecen otras personas de la época, como lector tienes la sensación de una realidad compartida que se cuela en la historia de la vida de esa persona”, comenta Lacey. “Necesitaba ubicar la trama en un período de tiempo que fuera reconocible, que hubiera sido dramatizado en películas, ficción y música”.
En el libro, Lacey imagina unos Estados Unidos divididos en dos partes. El Sur está dominado por una teocracia aterradora en la que cualquier pensamiento libre está prohibido y el Norte, se rige por una democracia liberal. X nació en el territorio ultraconservador, del que se escapó para poder llevar una vida aceptable según sus pensamientos. Esa realidad sureña choca con la falta de prejuicios del Norte, en el que incluso ha desaparecido la homofobia. En el hecho de que C.M abandone a su marido por otra mujer solo tiene importancia la ruptura de la pareja, no el género de la tercera persona. Esa diferencia entre ambos territorios tiene un cierto parecido con la realidad estadounidense, que la escritora conoce bien. Ahora vive en México, pero es de Tupelo, una ciudad del estado de Misisipi donde también nació Elvis Presley y creció en el seno de una familia perteneciente a la comunidad metodista, así que el tema de la religión lo conoce de cerca.
“Sabía que el libro tenía que estar ambientado en el siglo XX y sabía que no quería la carga de escribir sobre el tipo de discriminación y marginación que una pareja de lesbianas o una artista lesbiana habrían experimentado en el siglo XX. Tuve que reescribir la Historia para que ser gay ya no fuera realmente un problema ‘político’”, explica. El proceso de investigación sobre la historia de los Estados Unidos fue exhaustivo, aunque después Lacey engarzase los hechos a su antojo. En su libro, Emma Goldman fue mano derecha y jefa de gabinete en la administración Roosevelt y murió asesinada en 1945, el mismo año en el que se elevó un gran muro que separaba el Norte y el Sur del país y que se derribó en noviembre de 1996, cuando murió X.
Toda la verdad
C.M arrancó su Biografía de X con la intención de descubrir detalles del pasado de su esposa fallecida y publicarlos como una crónica o un artículo. De esa manera, conseguiría desacreditar a Theodore Smith, el escritor de Una mujer sin historia, una biografía no autorizada que fue un auténtico éxito de ventas pese a estar plagada de falsedades. La viuda era periodista, aunque durante su convivencia con X su profesión, como tantas otras facetas de su personalidad, había quedado relegada a un segundo o ningún plano. De hecho, una de sus principales ocupaciones eran las labores administrativas de la carrera de su esposa, que despedía a todas sus secretarias (muchas mujeres de artistas y literatos se sentirían identificadas con ese detalle).
Cuando C.M empezó a tirar del hilo, descubrió que sabía aún menos de lo que creía de la fallecida. No solo porque X había hecho de su vida una performance en la que cambiaba de nombre y de personalidad constantemente sino porque ella también había sido un juguete. Esa caja de Pandora contenía estrategias de luz de gas, violencia psicológica y manipulación duras de asumir. “Cuando decidí que el libro tendría la forma de una biografía, también quería que el biógrafo fuera un personaje del libro, y también que estuviera un poco equivocado en su intento de escribirla”, comenta Lacey.
Sabía que el libro tenía que estar ambientado en el siglo XX pero no quería la carga de escribir sobre el tipo de discriminación que una pareja de lesbianas habría experimentado en el siglo XX. Tuve que reescribir la Historia para que ser gay ya no fuera realmente un problema ‘político’
El libro también incluye fotografías –de personajes falsos, de la propia X en sus múltiples personalidades inventadas, de notas manuscritas– cuyas fuentes están citadas al final del libro. Son ficticias, como la minibiografía de C.M como autora y la de la traductora, Marion Saralegui Lanz: “Editora y traductora del inglés y el alemán. Destacan sus traducciones para una antología de filósofas de la generación beat y del teatro de Blixa Bargeld, que le valió el Premio Nacional de Traducción en 1998”. Fue Núria Molines Galarza la traductora de la novela de Lacey (y, por lo tanto, la de C.M Lucca) quien se inventó ese extracto así como su firma, que sacó de un anagrama de su propio nombre.
La traducción del libro de Lacey no fue tarea fácil debido a sus múltiples capas narrativas y también por las referencias. Muchos de los autores o creadores que cita son reales pero las obras que se les atribuye son inventadas, por lo que Molines decidió jugar a lo mismo. “Para trasladarlo de la mejor manera posible, tuve que diseñar un polisistema literario español alternativo, que mezclase nombres reales con falsos, con referencias más o menos claras a compañeras traductoras y a editoriales”, explica en un texto publicado en la revista de ACE Traductores Vasos comunicantes. Para los conocedores del sector será fácil –y divertido– identificar a la persona real que se corresponde con Julia Lobuna, que traduce para Quinto Piso; Mario Enguix, habitual de Capitán Blues o Laura Aguilano, de Consonnante, una microeditorial bilbaína. Ese no es el único escollo que se encontró la traductora, por supuesto, pero afirma en su artículo que: “Lo más difícil (y hermoso) de este viaje con Biografía de X ha sido confiar a ciegas en la verdad de la ficción para que el juego metaliterario no se detuviese con la traducción, que esta no fuese un freno para el texto, del mismo modo que tampoco nos gusta planchar el estilo”.
Por su parte, Lacey afirma que tiende a ignorar lo dificultoso que pudo llegar a ser el proceso de escritura una vez publicada la novela. “Todo es difícil, todo es fácil. Tiendo a olvidarlo todo. Sé que escribí muchas cosas en 2019 que se tiraron a la basura”, sostiene. “Puede ser muy difícil aceptar que 100 o más páginas de prosa en las que trabajaste muy duro no son útiles en absoluto, pero cuando finalmente las borras, ese gesto es muy fácil. Haz clic, borra”.
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