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ENTREVISTA

Bob Pop: “La autoficción sirve para evitarte demandas”

Bob Pop interpreta su monólogo 'Los días ajenos'

Javier P. Martín

2 de septiembre de 2022 22:16 h

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Bob Pop es uno de esos “personajes bisagra” que da gusto entrevistar. Como colaborador de Buenafuente ha sido títere, pero su introspección y su ojo crítico le hicieron ver las cuerdas. Y lo que es mejor: no tiene miedo de morder la mano que las mueve. En los últimos años se ha volcado en su creación artística, cristalizando una serie, Maricón perdido (Premio Ondas a la Mejor serie de comedia y Mejor serie de ficción en español en los GLAAD Awards), y un monólogo, Los días ajenos, codirigido por Andrés Lima, que ha girado por toda España y vuelve ahora a Madrid.

Durante solo cuatro días, del 1 al 4 de septiembre, Bob Pop está contando su vida en el Teatro La Latina. Con la elocuencia, la honestidad y la desvergüenza que lo caracterizan. Con eso mismo se enfrenta a esta entrevista.

Los días ajenos es un ejercicio confesional ante un patio de butacas. ¿Qué recibe del público en esa transferencia?

Muchísimo cariño, complicidad e interés. Es un camino que hacemos juntos, y de hecho, el público marca el tono del monólogo. Hay veces que está más hacia adentro y me obliga a sacar la parte cabaretera que tengo. Intento darles una experiencia de hora y media de viaje en la que les muestro quién soy y desde dónde cuento las historias.

Deja lugar a la improvisación.

Sí, porque si no yo me aburriría. Tengo una estructura base, pero luego cada día cuento las cosas de una manera distinta, meto cosas nuevas que me han pasado o estoy viviendo, o reflexiones sobre la actualidad. El resultado siempre es muy emocionante por la reacción del público. Mucha gente que viene cree que sabe todo lo que voy a contar, y de repente, descubren cosas que no sabían y eso me divierte mucho. Cuando cuento algo y de repente se oye un “¡Oh!” entre el público, me encanta.

Albert Serra ha dicho en una entrevista con elDiario.es esta semana que los directores recurren a la autoficción “porque son gente sin curiosidad y perezosos”. Sus libros, su serie y esta obra son autoficción.

Me encanta Albert Serra y probablemente tenga algo de razón. Pero la autoficción también sirve para evitarte demandas.

Claro, solo se puede denunciar usted mismo. ¿En qué momento se dio cuenta de que podía entretener a una platea con sus historias?

De jovencito. Era una manera de revertir la violencia o el acoso, cuando te das cuenta de que si les haces reír los desarmas, y probablemente esa hostia te la ahorras.

Se define como voyeur, pero por su creación artística en los últimos años cualquiera diría que es más exhibicionista.

Es que soy una mezcla contradictoria entre voyeur y exhibicionista. Me gusta tanto mirar como que me miren.

¿De dónde viene la necesidad de ser mirado?

El exhibicionismo tiene que ver con el fin de la vergüenza. Hay un momento en el que asumo que nada de lo que voy a contar y mostrar me tiene que avergonzar, que quien soy está bien. Y entonces lo puedo enseñar y compartir con el mundo. Y si el mundo lo recibe y paga por ello, que parece una tontería pero está muy bien, es una forma de compensar cuando me escondía y hablaba en voz baja para que no se me notara la pluma.

O sea que este exhibicionismo tiene algo de empoderamiento.

Claro: esto está aquí, aquí estoy yo y estoy bien.

Tanto usted como Berto Romero han pasado de ser los colaboradores graciosos de Buenafuente a creadores de prestigio, él con su serie Mira lo que has hecho y usted con la suya. En su obra habla de aquella época en la que tenía una necesidad de destacar y ser mejor que los demás. ¿Había algo de frustración o impaciencia entonces?

Sí, porque yo he vivido con el síndrome del impostor durante muchísimo tiempo. Y empezar como colaborador con Andreu me tranquilizó porque formaba parte de un coro en el que cada uno aportábamos una cosa.

Eso me ha enseñado para después, cuando he ido creando, incluso como escritor o como guionista de la serie, no tener la responsabilidad de hacer la serie definitiva. No, somos un montón de personas contando nuestras historias. Somos un coro y cada uno aportamos nuestra pequeña cosa. Y es posible que yo nunca haga una obra maestra, pero puede que algo de lo que yo haga o escriba le sirva a alguien mejor que yo para hacer su obra maestra. Si eso se cumple, yo ya soy feliz.

¿Y no sueña con hacer su obra maestra?

Tampoco te creas… Hay una cosa con la que estoy muy contento y es que no me avergüenzo de nada de lo que he hecho. Sueño con seguir haciendo cosas de las que no me avergüence.

Mencionaba el síndrome del impostor, algo de lo que las mujeres y los hombres homosexuales hablan en público. ¿Es algo que solo sienten algunos?

Yo siempre me pregunto: ¿un cis hetero rico tiene síndrome del impostor? Es posible, y creo que además está bien que todos lo tengamos. Sobre todo porque es verdad que todos estamos impostando en la vida. No creo que sea un síndrome: es real que somos impostores. Tener el síndrome del impostor tiene algo de petulancia. “La gente se cree que soy bueno…”, no, a ver: la gente te puede hacer creer lo que sea, pero se dan cuenta de que eres un impostor. Todos nos damos cuenta de que somos impostores, y no pasa nada, porque son las reglas del juego.

Hubo una época en la que todas sus participaciones y reflexiones en Late Motiv se viralizaban, y cada semana su voz se oía en todo el país. Si dice que había querido destacar, ¿qué sintió entonces?

Lo que yo pensaba era: “Joder, cómo está el pensamiento en este país para que lo mío sea viral”. Contaba cosas que yo pensaba, pero estaban inspiradas en conversaciones y lecturas de gente mucho más lista que yo, pero que no hacía tele. Me siento muy contento de haber puesto en la tele cosas que normalmente no lo estaban. Vengo de una generación en la que se hacía tele para todo el mundo, y ahora tengo la sensación de que se hace tele solo para gente que ve la tele.

¿Sentía presión por volver a ser viral cada vez?

Claro. Pero porque yo siempre necesito tener detrás mucho curro para sentirme seguro ante las cosas. Me daba mucho miedo llegar a sentirme como una marca o un producto en el que diera igual lo que dijera, que todo el mundo me iba a reír las gracias y decirme lo listo que era. Eso me daba pánico. Entonces, cada semana me obligaba a darle más vueltas a las cosas, a tratar de encontrar una mirada diferente. Era una presión buena.

Lo que yo pensaba cuando se viralizaban mis apariciones en Leit Motiv era: 'Joder, cómo está el pensamiento en este país para que lo mío sea viral'

Hablando de la tele: su amiga Mariola Cubells, a la que menciona en la obra, pidió perdón por su cobertura del Caso Arny; Paco Tomás fue invitado a un debate sobre las terapias de conversión; Ana Rosa Quintana y Susanna Griso monopolizan las mañanas con discursos cada vez más conservadores. Usted trabajó en laSexta y este verano saltó un escándalo al revelarse los audios grabados por Villarejo a Ferreras. ¿Es un problema que haya empresas gigantescas malinformando y jugando al sensacionalismo?

No están malfinformando: no informan. Lo que hacen es propaganda. Y es propaganda de guerra. Es lo que dijo Warren Buffett, millonario americano: “hay una guerra de clases y los ricos vamos ganando”. elDiario.es y La Marea, donde yo trabajo, son medios que viven de las suscripciones. Y cuando la gente dice: “¿Por qué tengo que financiar un medio?”. Es que todo el mundo sin querer está financiando los medios. Tú con tu factura de la luz, del teléfono o del gas estás financiando Atresmedia, Mediaset… sin decidir que lo financias. Y estás financiando una guerra que van a ganar los ricos. No esperes que las eléctricas, grandes anunciantes de los medios, les vayan a permitir que se digan cosas sobre el impacto del cambio climático o el abuso de las tarifas.

Tendría que haber alguna forma de explicar que Ana Rosa y Griso son espectáculo. Y para mí, de mal gusto, pero esto ya es una cuestión personal. Pero son puro espectáculo y son propaganda de guerra. Una guerra que van ganando ellas y vamos perdiendo nosotros. Seguimos dándole un poder a la televisión que no debería tener, el de la verdad.

¿Qué pasó dentro de Movistar+? Usted dijo que le habían echado porque era incómodo.

Lo dije en los Ondas, a saco, sin haberlo preparado. Quiero aclarar que no creo que Movistar sea una empresa de ultraderecha, el problema es que la ultraderecha esté tan bien engrasada para ser una mosca cojonera. Que hay un momento en el que si tú llevas un canal de televisión que a la vez depende de una empresa del IBEX35 que a la vez depende de un montón de accionistas, lo último que tú quieres es un boicot o una campaña.

O una llamada.

Llamadas constantes. Hay un momento en el que pones la balanza y dices: “Mira, no me compensa este tío que dice cosas que me provocan problemas”. Porque estoy seguro de que hay gente en Movistar de la misma cuerda que yo, pero ellos no deciden al final. No es que fuera una censura política, sino más bien un: “Mira, que no nos toquen más las narices y vamos a ir a una cosa blanca y familiar…”. Y de hecho, si ves el recorrido de Movistar+ y cómo ha cambiado la parrilla en los últimos años te das cuenta de que es ahí hacia donde van. Un lugar más blanco, más mainstream, más familiar, menos crítico. Es su línea editorial, es muy respetable y entiendo que yo no encajara allí.

Usted participó en Quién se ríe ahora, el polémico programa de RTVE en el que se revisaba humor del pasado. Irónicamente, otras participantes (en concreto Perra de Satán, Carolina Iglesias y Vicky Martín) han protagonizado polémicas y han sido cuestionadas por su público, incluso con mucha virulencia. ¿Qué ha pasado ahí?

Que las estaban esperando. Cuando hicimos Quién se ríe ahora no fue con el cuchillo y diciendo: “Ahora es el momento de Arévalo, se va a cagar”. Pero sí ha pasado con ellas, había ahí un rencor.

Por otra parte, cuando creas un entorno seguro hay que tener mucho cuidado con eso. Pero nos puede pasar a cualquiera. A mí me podría pasar, y pediría perdón y aprendería del error. Es que no tenemos que ser un vehículo perfecto, nos podemos equivocar, y deben darnos el derecho a equivocarnos. Aunque en el caso de Estirando el chicle no sentí que hubiera tanto odio, sentí mucha más decepción, y creo que ahora su trabajo es recuperar la confianza. Pero forma parte del trabajo y creo que lo van a hacer muy bien.

Las críticas venían desde dentro del colectivo LGTBI, por invitar a su programa a una mujer cis que hacía humor contra las personas trans. ¿Usted le encuentra explicación al movimiento llamado TERF?

No lo entiendo, y tampoco sé qué autoridad tengo yo como hombre cis para meterme en ese territorio. Pero no sé de dónde viene y me desconcierta profundamente. No entiendo que alguien pueda pensar que una persona trans es una persona que borra. Y entiendo que el feminismo, como la lucha LGTBI, son movimientos en los que está muy bien que nos enfrentemos a una misma guerra viniendo de batallas muy diferentes, porque nuestros distintos campos de batalla sumados dan mucho conocimiento y nos va a ayudar a luchar esa guerra.

Le veo optimista. También se podría decir que estamos más ocupados enfrentándonos los unos a los otros mientras los de arriba y la derecha están tranquilísimos.

Creo que nos estamos ajustando. El movimiento LGTBI cada vez es menos machista, menos clasista, todos los Orgullos Críticos han servido para que eso cambie, y creo que lo que estamos teniendo es un ajuste que nos va a hacer más fuertes. Quizá no habría que hacerlo en público y en tan pocos caracteres como un tuit. Soy muy optimista.

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