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Los líderes espirituales del vudú y la lucha de los médicos contra las enfermedades olvidadas en Benín

Adji Makpovou en el centro espiritual de Lalo (Benín), acompañada de su colaborador.

Soraya Aybar Laafou

Lalo (Benín) —
27 de marzo de 2025 22:44 h

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Más de una decena de ojos se clavan sobre Adjowa Agossavi. Detrás, un hombre le cubre las espaldas, aunque no hace falta. A pesar de la oscuridad de la sala, donde solo dos puertas dan la bienvenida al sol, se respira la admiración de las personas que esa mañana desfilan por el centro de la líder espiritual de la ciudad de Lalo, en el suroeste de Benín. También conocida por su nombre iniciático, Adji Makpovou, esta septuagenaria suscita una reverencia casi divina. “Mi padre era líder religioso y yo fui la única de mis tres hermanos elegida por los ancestros para heredar su legado”, explica al inicio de la conversación. Una fotografía del padre se despliega en una de las paredes bendecidas por los rayos de sol, lo que suma solemnidad a la estampa.

Encima de la mesa que separa a Adji de los visitantes y curiosos del día hay una montaña de papeles y cartulinas plastificadas. La primera, que levanta y enseña con orgullo, es el documento que acredita oficialmente que es líder espiritual y que, por lo tanto, forma parte del grupo de actores tradicionales que promueven los valores endógenos y ancestrales de Benín. Vive sola, ha comprado su propio terreno y recibe a decenas de personas al mes. “Me gusta mi trabajo porque quiero ayudar a otros a reincorporarse a la sociedad. Es una recompensa personal”, apunta.

Justo bajo el documento acreditativo asoman unas fotografías de erupciones cutáneas. “Úlcera de buruli”, sentencia mientras apoya el dedo sobre una de las imágenes. Se trata de una dolencia producida por una bacteria de la misma familia que las que causan la lepra y la tuberculosis. En los últimos años, la mujer ha utilizado su influencia a través del animismo sobre la comunidad rural para sensibilizar a los vecinos sobre las denominadas Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD). “Cuando alguien me visita y presenta alguna de las manifestaciones comunes de las ETD, le redirijo directamente al Hospital de Lalo”, explica. “Cuando han sido atendidos y vuelven a la comunidad, también les receto medicina tradicional, como refuerzo, y después, si hace falta, consulto con las divinidades cómo podemos mejorar la salud en cada caso”, añade.

En el último mes, Adji ha recibido a 35 pacientes, de los cuales 20 presentaban alguna manifestación cutánea cuyos síntomas eran compatibles con una de las enfermedades de la piel comunes en la zona. “Muchos de los casos terminan siendo reacciones cutáneas superficiales y no bacterianas. Actualmente, en el Hospital de Lalo —el más cercano— hay 30 pacientes hospitalizados, pero no todos tienen úlcera de buruli, por ejemplo”, explica Paulin Aoulou, que brinda apoyo psicosocial a los pacientes del centro sanitario a través del Programa Nacional de la Lucha contra la Lepra y la Úlcera de Buruli de Benín.

No hay reto imposible para Adji. A la pregunta de cuál es la mayor dificultad para sensibilizar sobre las ETD en los entornos rurales en Benín, su primera reacción, con algo de picardía, es una media sonrisa acompañada de un “¡ja!”. Tras una pausa, mira a las mujeres que esperan turno. “El problema no es educar a nuestra población sobre estas enfermedades. Mi mayor dificultad es ser mujer lideresa espiritual. Una de pocas”, advierte. “Muchos hombres tienen envidia porque dicen que recibo a más personas que ellos. Si yo fuera un hombre, eso no sería un problema y no habría tanta palabrería”, asegura. Su figura no es solo un puente entre la medicina tradicional y la convencional, sino también un ejemplo de resiliencia y sororidad. “No solo participo en la detección de enfermedades de la piel, también asisto a las mujeres de la zona como matrona”, revela. “Nos ayudamos entre nosotras”, añade.

La práctica del vudú

Desde el patio interior que separa la sala de visitas del resto del terreno de Adji destacan dos pequeñas estancias: son los espacios donde practica el vudú. Dentro, un grupo de esculturas representan distintas divinidades: “Este es Sakpatá, la deidad de la tierra; Oro, el del aire y Tohossou, la divinidad del agua”, explica Adji. El vudú es el sistema religioso predominante en Benín, sobre todo en el sur y con Ouidah como lugar de referencia. Cada 10 de enero, desde 1993, se celebra el Festival Internacional del Vudú con el objetivo no solo de desmitificar la religión animista, sino también posicionar a Benín como un país de referencia turístico y cultural en el culto tradicional.

Se cree que la religión animista se originó en la zona entre Togo y Benín hace alrededor de 4.000 años. En la actualidad cuenta con aproximadamente 60 millones de adeptos tanto dentro de África, en países como Benín, Nigeria y Togo, como fuera, en Venezuela o Brasil, zonas que acogieron a miles de esclavos en la época de la trata transatlántica.

“No hay escritos ni textos religiosos relacionados con el vudú o el animismo. Es una religión que personifica el rito según la persona y sus necesidades”, explica la doctora Flora Sylvie Houndjrebo, punto focal en Benín de la Fundación Anesvad, que desenvuelve proyectos de desarrollo en el ámbito de la salud. “El líder religioso tiene un poder y una influencia que necesita hasta la legislación del Gobierno. Benín es un país donde la mitad de la población es musulmana y la otra mitad es cristiana, pero el cien por cien es animista. Es totalmente compatible”, explica esta especialista en ETD, que también es socióloga. “Es un espacio imprescindible con el cual debemos colaborar”, añade.

Cuando la enfermedad entra en casa

La moto de Clement Tohoua levanta a su paso el polvo rojizo de la localidad de Assogbahoué, a unos 40 kilómetros de Lalo. Se cruza con un par de vecinos que corren a saludarle. Él para, sonríe, asiente y sigue el camino de curvas hacia casa. Allí, una algarabía de gritos y aplausos recibe a Clement. El hombre tiene 51 años, está casado con cuatro mujeres y tiene 16 hijos. Es el líder espiritual de la zona. “Empecé en 2008 y aunque no lo heredé directamente de mi padre, a pesar de que él también era líder del vudú, necesitaba introducir a las divinidades en mi casa porque muchos de mis hijos estaban cayendo enfermos”, cuenta.

Una mañana del pasado agosto, Clement estaba con varios de sus hijos cuando reparó en el tobillo hinchado de Rachele, una de las hijas mayores, que no parecía dolorida. “Lo detecté enseguida gracias a los talleres de sensibilización que hemos recibido en el Hospital de Lalo. Los sanitarios se apoyan en nosotros, los líderes espirituales, y nos forman en la detección de ETD en comunidades rurales”, explica. Así que no dudó en llevarla al centro. Hizo bien; Rachele pasó seis meses en el hospital. Tenía úlcera de buruli. Hoy, a pesar de estar recuperada, todavía no ha vuelto al colegio: “Tengo miedo de que se burlen de mí”, cuenta mientras esconde tímidamente el tobillo cicatrizado detrás de la pata de la silla de madera.

“Ella sensibilizó a sus hermanos sobre los síntomas y las consecuencias de contraer úlcera de buruli”, relata con orgullo Clement. “A veces es más importante sensibilizar a los acompañantes, familiares o amigos que al propio enfermo. Si la persona que lo acompaña está tranquila e informada, la prevención y detección será exitosa”, añade. Y asegura que en su propio consultorio, actúa de forma distinta según el mal que observe. “Si detectó que es una enfermedad de la piel, no consulto nada con las divinidades. [En otros casos] sí lo hago y posteriormente receto medicina tradicional”, explica, y señala que las nociones básicas que transmite parecen estar calando en la comunidad: “Por ejemplo, este mes no he recibido a nadie que presente algún síntoma propio de una ETD. Eso significa que el centro hospitalario de Lalo lo está haciendo bien”.

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