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Los riesgos de olvidar las políticas de igualdad en la lucha contra la pobreza

El número de ONGD con perspectiva de género es todavía escaso

Rebeca Mateos

La mujer representa alrededor del 50% de la población mundial. En cambio, en ninguna región del mundo las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos, un problema que se agudiza en los países empobrecidos. Trabajar en cooperación para el desarrollo sin tener en cuenta las causas estructurales que generan la desigualdad de derechos entre hombres y mujeres han afectado, según las expertas en la materia, a la propia lucha contra la pobreza.

En los últimos años, diferentes foros internacionales han señalado las amenazas y retrocesos en los derechos de las mujeres a nivel global, sobre todo de las mujeres en los países en vías de desarrollo. Al mismo tiempo, las voces más críticas denuncian que son pocas las organizaciones de cooperación al desarrollo las que han asumido el reto de tratar de contrarrestar estas tendencias. Creen que falta mucho por hacer en cuanto a la reglamentación, implementación y monitoreo de los procesos que aseguren que las mujeres sean reconocidas como sujetas de derechos. Algo, señalan, imprescindible para acabar con la desigualdad de género.

La perspectiva feminista cree que acabar con la desigualdad de género nunca ha sido una prioridad para la cooperación al desarrollo. Una de las trabas más destacadas que se plantean es la necesidad de resultados tangibles, y sobre todo inmediatos, que requieren los proyectos de cooperación. Los expertos reclaman políticas a largo plazo. Según apuntan, lo que hace tomar conciencia a las mujeres de que son portadoras de los mismos derechos que los hombres es un proceso, cuyos tiempos y necesidades son diferentes a lo que muchos proyectos de cooperación plantean actualmente.

“El donante quiere ver datos concretos: cuántos lápices se compraron o cuántas niñas fueron empoderadas y sacadas de la pobreza” argumenta Amanda Mercedes Gigler, directora de Alianzas Filantrópicas y Comunicaciones del Fondo de Mujeres Mama Cash. “Eso también es importane pero es fundamental entender cuál es el proceso y cómo avanza”. Gigler matiza que esos papeles y lápices no pueden existir “sin un espacio seguro y sostenido previamente donde las mujeres pudieron reunirse para formular esa respuesta que transforme la situación injusta que están viviendo”.

El trabajo con hombres es otra de las tareas pendientes en la cooperación para el desarrollo con fines transformadores en la igualdad de género. “En la mayoría de los casos se habla de género, pero el trabajo con los hombres también es importante”.

Los expertos advierten de que los procesos de desarrollo no son neutrales y por ello piden la participación de personal formado en género en las fases de planificación, ejecución y evaluación de los proyectos de cooperación al desarrollo. Pese a esto, no todas las agencias de cooperación tienen personal con formación en igualdad de género, lo que constituye otra traba para la implementación y monitoreo de los proyectos.

La paralización de proyectos de cooperación al desarrollo cuando se crean instituciones que garantizan derechos femeninos en países en desarrollo es otra de las limitaciones más destacados. Tal y como asegura Soledad Vieitez Cerdeño, investigadora del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Universidad de Granada, esto sucede en muchos estados africanos como Mozambique con la promulgación de la Ley contra la violencia doméstica de 2009. “¿De qué sirve la promulgación de esta ley si, a partir de ahí, la cooperación no acompaña el resto: apoyos a la formación y sensibilización de jueces, policías, casas de acogida, etc.”, se pregunta Cerdeño.

Para mejorar la lucha por la igualdad los expertos proponen revertir la mentalidad de que son las organizaciones y personas occidentales quienes van a conseguir alcanzar la igualdad de género en países menos desarrollados. María Reimóndez, quien lleva 20 años trabajando en el terreno de la cooperación internacional -fundamentalmente en el sur de la India y de forma más reciente en el norte de Etiopía-, cree que esto refuerza los discursos fundamentalistas patriarcales locales: “deslegitima a las mujeres que llevan siglos trabajando por sus derechos en sus propias comunidades y las coloca en una posición de víctima de la occidentalización”, asegura.

Para Reimóndez, solo las organizaciones que parten del feminismo pueden trabajar genuinamente para acabar con la desigualdad de género. “Que yo sepa, esto se da en una ínfima minoría entre las ONGD”, afirma. Es uno de los motivos por los que hace 16 años decidió ayudar a crear una organización de cooperación al desarrollo con enfoque feminista en Galicia. Con el nombre Implicadas no Desenvolmento, cuenta actualmente con 200 socias y un 97% de fondos propios.

“Los recursos económicos pueden ser escasos y estaría muy bien contar con más”, comenta Reimóndez sobre la dificultad de encontrar financiación. “Para nosotras lo más importante es la creatividad y un equipo humano comprometido, algo que hemos aprendido a crear gracias a nuestras compañeras del Sur”. Desde Implicadas no Desenvolvemento se trabaja la construcción de alianzas con las mujeres a través del desarrollo de dos programas: uno centrado en la erradicación del infanticidio femenino en Salem (India) y otro sobre el empoderamiento de las mujeres en Tiruchy (Etiopía).

“Es habitual que cuando las mujeres entran en procesos de reflexión específicos sobre el género empiecen a actuar contra la violencia, por ejemplo, como sucede en nuestro programa de erradicación del infanticidio femenino [en Salem, India]”, explica Reimóndez. Cuando empezó el programa, muchas mujeres partían del discurso patriarcal de dar prioridad al hijo varón.

No obstante, el discurso cambia a medida que aumenta la participación de las mujeres en la actividades de la organización. El pasado 25 de noviembre, las mujeres de este programa hicieron una cadena humana alrededor de un hospital donde se revela el sexo del feto (algo prohibido por ley en la India desde el año 1994 para evitar los abortos de fetos de sexo femenino). “Una acción así nace de un cambio en la percepción del género que les habían inculcado desde el nacimiento”, cuenta Reimóndez.

Asociaciones locales de mujeres, actor clave para lograr la igualdad de género

La perspectiva de género está presente de forma casi automática en las actividades que realizan las asociaciones de mujeres locales. Defender sus derechos es el objetivo por el que nacieron y la razón por la que se sostienen en el tiempo. “El dinero que pueden ofrecer los proyectos de cooperación se presenta como una herramienta para apoyar y fortalecer el movimiento pero no remplaza la convicción que pueden tener las mujeres de querer transformar una realidad que consideran injusta”, señala Amanda Mercedes Gigler al respecto.

Un estudio del American Political Science Review en 2012 sobre violencia contra las mujeres (llevado a cabo en 70 países y en el que se analiza datos de cuatro décadas) concluyó que el factor más relevante para disminuir la incidencia de violencia contra las mujeres fue la existencia y fortaleza del movimiento de mujeres por encima de las leyes, los partidos políticos o la economía. Este estudio ilustra de forma gráfica la opinión de Amanda Mercedes Gigler sobre cómo el movimiento de mujeres tiene más poder transformador de crear profundos cambios sociales, culturales y políticos, que muchos otros actores.

Sin embargo, este tipo de organizaciones escasean ONGD y apenas reciben financiación. Investigaciones realizadas por la Asociación por los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo (AWID), Mujeres en Desarrollo en Europa (WIDE) y UNIFEM demuestran que los criterios utilizados para mejorar la eficacia de la ayuda han dejado a las mujeres y a sus organizaciones fuera de los flujos de la ayuda al desarrollo.

En concreto, un informe de AWID titulado '¿Dónde está el dinero para los derechos de las mujeres?' revela que para el 67% de las organizaciones de mujeres, la captación de recursos fue más difícil en 2006 de lo que lo había sido en 2000. A su vez, más de la mitad de las organizaciones recibieron en el año 2000 menos financiación que la que percibieron 5 años atrás.

Las expertas consultadas creen que es fundamental conectar el apoyo económico que ofrece la cooperación al desarrollo con las asociaciones de mujeres locales, cuyos procesos deben liderar ellas mismas.

En este sentido María Reimóndez cree que el papel de las ONG del “norte” debe ser de acompañamiento del proceso. “Debemos abrir espacios para que sean oídas en su multiplicidad de voces, y sobre todo, provocar reflexiones en nuestra sociedad relacionados con los estereotipos que difundimos sobre ellas. Si ellas no salen adelante, nosotras tampoco”, concluye.

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