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El cambio de rumbo económico de China pasa factura al liderazgo de Xi Jinping

El presidente chino Xi Jinping.

Ignacio J. Domingo

31 de agosto de 2024 21:17 h

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Advertir de que la economía china muestra signos de agotamiento con un crecimiento del 4,7% en el segundo trimestre de 2024 parecería un ejercicio de ironía. Pero la preocupación escala en la sociedad y ha puesto a los analistas del mercado y a los observadores internacionales en una misma longitud de onda. La prioridad del presidente del país, Xi Jinping es la seguridad económica, el tránsito hacia un modelo productivo de alta calidad que convierta a China en una potencia tecnológica, sostenible e industrial avanzada. Un desafío al que, por otro lado, aspiran sus rivales de rentas altas y emergentes, y que ha dejado a la potencia mundial sin mucha fuerza.  

La coyuntura se afana en demostrar problemas que empiezan a ser estructurales, como la crisis inmobiliaria o la aversión al gasto de los consumidores chinos. Por primera vez, los ciudadanos experimentan los duros efectos de una deflación que empieza a ser pertinaz y se combina con otros factores como la fuga de capitales o el fenómeno de la sobreproducción.

Todo cambio de paradigma tiene sus pertinentes movimientos telúricos. Algunos, difíciles de detectar y solventar. Sobre todo, si está sometido a las inclemencias geopolíticas en las que Xi actúa, como no podía ser de otra forma, como agente estelar. Xiaojia Zhi, analista de Credit Agricole en Hong Kong, explicaba recientemente a la agencia Bloomberg la encrucijada en la que parece haber entrado el dirigente chino, sobre todo, ante la pujanza que hasta hace unas semanas mostraba la candidatura de Donald Trump a la presidencia en EEUU. Aunque la irrupción de Kamala Harris ha insuflado grandes esperanzas en el tiempo, el líder chino se ha significado por su constante mensaje opositor contra la Administración Biden. Este escenario “ha insuflado en Jinping el deseo de acometer esfuerzos adiciones para impulsar la demanda doméstica para contener los riesgos exteriores antes de un hipotético mandato Trump 2.0”.

Una nota a inversores del economista jefe para China de Pantheon Macroeconomics, Duncan Wrigley, incide en el mensaje que salió de la reciente Tercera Sesión Plenaria del XX Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), en la que Xi actuó como secretario general. En ella, aduce, “reforzó su objetivo de promover la alta tecnología y la manufactura de calidad industrial como sostenes de un crecimiento sostenido a largo plazo basado en la productividad; sin embargo, no mencionó ninguna fórmula para el despegue del consumo ni de las inversiones de las empresas”.

Las reformas para consolidar el modelo de crecimiento basado en la demanda interna que el propio mandatario chino impulsó la década pasada para adoptar el patrón de las potencias industrializadas, “se han esfumado”, al igual que “las urgentes políticas para transformar y revitalizar el mercado inmobiliario” y la más estratégica de “confeccionar un auténtico estado de bienestar” en el país, matiza Wrigley.

Sobrecapacidad productiva y coyuntura débil

La rémora del sector de la vivienda, a punto de entrar en su tercer año de convulsión tras la crisis y posterior declaración de quiebra de la promotora Evergrande, sigue trayendo de cabeza a las autoridades económicas. La construcción residencial en las principales ciudades del país cayó en junio por decimotercer mes consecutivo, en medio de una confianza débil en la recuperación y con el quinto trimestre consecutivo de deflación, un escenario desconocido desde el ingreso del país en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. Y lo que es peor, explica Raymond Yeung, economista en el Australia & New Zealand Banking Group, las ventas minoristas, las del consumo diario de los hogares, “siguen en estado de letargo”.

“La política focaliza y absorbe los intentos de reestructurar la economía y añade riesgos sobre las medidas de prevención, como la preservación de la estabilidad financiera”, dice Jacqueline Rong, de BNP Paribas, para quien una parte substancial de la solución vendría de la acción combinada de las autoridades económicas, con el despliegue de nuevos estímulos fiscales y monetarios, de recortes de tipos. Y pone fecha: “Es posible que a lo largo del verano, tras la reunión del Politburó, se pueda producir este doble acicate para el dinamismo”.

Chang Shu, economista jefe de Bloomberg Economics Asia, considera que el ritmo del segundo trimestre proyecta una recuperación más compleja de lo previsto por la insistente desaceleración del consumo y los servicios en junio, así como una producción industrial que, a pesar de su ligera subida, todavía se mantiene en niveles históricamente débiles. “Su reanimación -coincide con la analista de BNP Paribas- no será fácil sin esteroides fiscales y monetarios”. Sobre todo, mientras no se despeje la incertidumbre geopolítica interna y exterior.

Y está por ver si será suficiente con el recorte sorpresa de los tipos de interés que aprobó el Banco Popular de China el pasado 22 de julio. En su primer ajuste en casi un año, la institución monetaria china recortó la tasa aplicada a los préstamos con vencimiento a un año (referencia para los créditos al consumo) en diez puntos básicos (pasó del 3,45% al 3,35%), mientras que la correspondiente a los préstamos a cinco años (referencia para las hipotecas) se fijó en el 3,85%, en vez del 3,95%.

“Los retrasos de las reformas están deteriorando la confianza y dando alas a la incertidumbre”, resalta Harry Murphy Cruise, economista de Moody’s Analytics. “La gran política en China sigue pivotando en torno a la seguridad de la economía y el cambio de modelo hacia la innovación y la industrialización”. Pero la economía “está en problemas” y Xi tiene “otras prioridades”.

En The Economist inciden en que China tiene un serio problema de sobrecapacidad productiva. Una advertencia que trasladó a Pekín la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, en su última visita al gigante asiático de la pasada primavera, y que ha recalcado la UE a través de Ursula von der Leyen ante el propio Xi en París, durante su visita oficial posterior.

Washington y Bruselas insisten en que es un asunto estructural y que está enfocado sobre todo a su sector manufacturero. Claro que los socios transatlánticos han usado este diagnóstico para justificar sus subidas arancelarias; en especial, hacia sus vehículos eléctricos, bajo la acusación de que destruyen puestos de trabajo e industrias nacionales. Aun así, las exportaciones de acero chino, la primera de las mercancías a las que Donald Trump impuso tarifas más caras tras llegar a la Casa Blanca, se incrementaron -medidas en toneladas- en más del 28% en el primer trimestre en términos interanuales y sus ventas de coches eléctricos en casi un 24%.

Menos 'start-ups' y unicornios para impulsar la innovación

En paralelo, las inquietudes del primer ministro Li Qiang, autoconvertido en arquitecto de este cambio de rumbo económico, pasan por devolver la confianza perdida a los inversores, que han trasladado flujos de capital importantes desde Hong-Kong a Mumbai este año, y trasladar su resultado a las firmas chinas que están ralentizando inversiones privadas. Aquellas que surgen de sus flujos de caja, sin el amparo de los billonarios subsidios liberados a sectores estratégicos como el tecnológico, el industrial o el de las energías renovables.

El propio Xi preguntó por la paralización en la creación de start-ups en junio en el Consejo de Estado, para conocer uno de los asuntos coyunturales que más le preocupan: la pérdida de peso empresarial y una relativa aversión al riesgo que dijo haber detectado entre los fondos de inversión que operan en China.

Otro dato que evidencia la veracidad del análisis del presidente chino es el retroceso en el censo de unicornios. Las empresas que superan los 1.000 millones de valoración sin tener presencia en bolsa llegaron a equipararse a las de EEUU entre 2016 y 2018, más de tres veces las del resto del mundo. En 2024, sin embargo, suponen la mitad que las americanas.

La relativa parálisis de la economía del planeta explica solo en parte un problema con un planteamiento de fondo que perturba el sueño de Xi. El semanario británico lo explica de forma elocuente: el presidente chino -decía en un reciente análisis- “está sumamente preocupado por los cisnes negros (crisis inesperadas) y los rinos grises (grandes problemas ignorados)”, señales de que es consciente de la realidad de una economía que no acaba de despegar por sí misma y que además crea tensiones para el desarrollo del modelo productivo de alta calidad que desea el presidente.

El horizonte de prosperidad dibujado por la innovación tecnológica, motor de la modernización de las industrias manufacturera y de energías renovables, requiere de un “elevado desarrollo y cualificación técnica y científica”, según el propio presidente chino. Pero para que impulse la productividad y, por ende, la competitividad de la economía, deberá ser más equilibrada para no caer en una tentación de autosuficiencia.

Así lo cree la revista oficial del Partido Comunista, Qiushi, que considera que la gestión del gobierno logrará alcanzar ese estadio de desarrollo de calidad del que habla el mandatario. Si bien admite dos inconvenientes: uno externo, el voltaje geopolítico, que puede quebrar la globalización, y otro interno, que implica que el Ejecutivo “tendrá que acertar con los cambios fundamentales sobre las agencias e instituciones económicas y financieras chinas”, encargadas de administrar este “largo y sinuoso viraje productivo”, como lo ha calificado el gobernador del Banco Popular de China, Pan Gongsheng. La autoridad monetaria reconoce que, entretanto, los inversores “presionarán para encontrar sus ganancias rápidas”.

Scott Kennedy, asesor del presidente del Center for Strategic and International Studies (CSIS) en asuntos económicos del gigante asiático, hace un esquema de posibles efectos encadenados. “No es cierto que la resolución del complicado puzle inmobiliario y de los desequilibrios de la economía no sea motivo de tensiones o de preocupación”. Pero en la sociedad china empieza a calar la percepción de que el premier Li Qiang no está a la altura de su predecesor, Li Keqiang, muerto de forma súbita, y que su número dos y encargado de la Economía, He Lifeng, “está mucho menos capacitado”.

El problema es que se han creado dudas sobre su liderazgo para solventar conflictos de intereses entre accionistas, inversores, la autoridad monetaria y poderes fácticos como los municipios, altamente endeudados, así como con los empresarios y agencias que deberán coordinar y lidiar con los sectores productivos estratégicos. Junto a ello, surge la incógnita de si Xi tendrá que jugar en un tablero de ajedrez global más o menos benévolo o agresivo hacia Pekín. Todo ello -concluye Kennedy- determinará el nivel de éxitos o fracasos de la política económica y posibles decisiones drásticas, que empezarían con el reemplazo del actual gabinete.

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