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Entrevista
Defensora de los derechos humanos

Yessica Trinidad: “A los hombres ser defensores de los derechos humanos los honra, pero a nosotras nos desprestigia”

Yessica Trinidad poniendo una vela a un altar de Berta Cáceres

Maialen Ferreira

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Este miércoles se han cumplido seis años desde el asesinato de la activista hondureña Berta Cáceres. Su lucha por los derechos de la comunidad lenca la llevó a recibir el premio Medioambiental Goldman, el mayor reconocimiento mundial que se otorga a activistas que trabajan para salvaguardar el medioambiente. Durante años denunció amenazas de muerte y, por ello, contaba con medidas cautelares por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) desde 2009, sin embargo, la protección que recibía no fue suficiente y fue asesinada en su casa la noche del 2 de marzo de 2016. El pasado julio, David Castillo, directivo de la empresa DESA, fue declarado culpable de ser el autor intelectual del asesinato.

A la defensora de los derechos humanos, la también hondureña, Yessica Trinidad, le brillan los ojos al hablar de ella. “Berta nos enseñó que las mujeres teníamos derechos y que podíamos liderar organizaciones. Fue muy importante en la vida de muchas hondureñas”, explica a este periódico durante el congreso 'La vida en juego' que organiza Mugarik Gabe y que se ha celebrado esta semana en Bilbao.

Seis años después del asesinato de Berta Cáceres, su caso aún no ha tenido justicia. “La gente, sobre todo a nivel internacional, tiene la idea de que se ha avanzado en la justicia, pero en cualquier momento David Castillo o cualquiera de los que está detenidos por perpetrar el asesinato de Berta, pueden salir. Mientras no haya una sentencia firme, tendremos justicia a medias”, asegura. En Honduras, el año pasado asesinaron a 340 mujeres y solo el 5% de los casos han llegado a ser investigados.

Trinidad es coordinadora de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras, organización desde la que defiende el medioambiente y los derechos de las mujeres, y acompaña a las defensoras que son amenazadas o perseguidas por su trabajo. “Desde 2016 hasta 2019 han agredido a más de 2.400 defensoras, según los datos que hemos podido registrar, porque hay muchas con las que no estamos en contacto. Además, la violencia en Honduras se ha naturalizado y muchas defensoras han dejado de tomarle importancia porque tampoco puedes vivir prestándole atención constantemente a estas cosa, esto te hace dudar de si seguir o no”, lamenta. Según confiesa, la violencia hacia estas mujeres proviene de distintos sectores como el narcotráfico, las empresas extractivas o el Gobierno, pero muchas de ellas, además, son violentadas por miembros de sus propias organizaciones cuando se sienten amenazados por los liderazgos femeninos. Cuando eso ocurre, su consejo más valioso es que las mujeres permanezcan unidas.

¿Cuál es la labor de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras de la que es coordinadora?

Somos una articulación nacional de organizaciones de movimientos sociales o feministas. Surgimos en el año 2010, después del golpe de Estado en Honduras porque con el golpe, se evidenciaron mucho las violencias contra las mujeres que defendíamos los derechos humanos. Tenemos como mandato acompañar a defensoras de los derechos humanos que están en riesgo por defender la tierra y el territorio, la libertad de expresión y la libertad de cuerpos, entre otras luchas.

No podemos vivir en la utopía de que nuestros compañeros son siempre nuestros aliados

¿Quién amenaza o agrede a estas defensoras?

Hay un sinnúmero de agresores, pero generalmente, casi siempre son hombres que están vinculados al narcotráfico, a las empresas extractivas, a partidos políticos o que son funcionarios públicos. También están los agentes represores del Estado como el Ejército, la Policía Nacional, la Policía Militar o las Fuerzas Especiales que están bajo el control del Estado y a favor de los empresarios. Luego, están los terratenientes, que llegan a adueñarse de territorios que son de comunidades indígenas. Y, en menor medida, los propios compañeros de las organizaciones. Eso es importante decirlo, porque no podemos vivir en la utopía de que nuestros compañeros son siempre nuestros aliados. En muchos casos se ven amenazados por los liderazgos de las compañeras y hay agresiones que no sabemos cómo enfrentar porque no es lo mismo que te agreda un militar a que te agreda un compañero.

¿Quién fue Berta Cáceres?

Berta era una luchadora que peleó incansablemente por la recuperación de sus territorios, por la unidad de los pueblos indígenas, para que el pueblo lenca tuviera el respeto que se merecía y para poder permanecer en su territorio en las mejores condiciones. Nos enseñó que las mujeres teníamos derechos y que podíamos liderar organizaciones como bien lo hizo ella en el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). Creo que Berta fue una mujer muy especial en la vida de muchas en Honduras y nos enseñó que lideresas tan importantes como ella, y como otras que hay en el país, también enfrentaban violencia, pero que en medio de esa situación era muy importante reivindicar la alegría y el deseo por hacer lo que te gustaba. Eso es algo que Berta nos enseñaba constantemente.

La Fiscalía de Honduras condenó al empresario David Castillo como autor intelectual del crimen. ¿Qué supone esto para las hondureñas? ¿Se ha logrado hacer justicia?

Aunque hay ocho personas detenidas por el asesinato de Berta, todavía no hay una sentencia firme contra ellos. La gente, sobre todo a nivel internacional, tiene la idea de que se ha avanzado en la justicia, pero en cualquier momento David Castillo o cualquiera de los que está detenido por perpetrar el asesinato de Berta en cualquier momento puede salir. Mientras no haya una sentencia firme, tendremos justicia a medias. Además, David Castillo fue coautor del asesinato, hay otros y todo el mundo sabe quienes son. Nosotras no vamos a decir que se ha alcanzado justicia hasta que se atrape a estas personas que pagaron y que planificaron el asesinato de Berta.

¿Por qué es tan difícil condenar a esas personas de las que habla?

Porque son familias poderosas que tienen mucho control económico en el país. No es tan fácil llegar a ellas porque no hay voluntad. Berta fue una de las que fue perseguida judicialmente en Honduras. Es muy fácil perseguir al pueblo en Honduras, pero muy difícil perseguir judicialmente a los empresarios que tienen el control económico del país.

En cualquier momento David Castillo o cualquiera de los que está detenido por perpetrar el asesinato de Berta en cualquier momento puede salir; mientras no haya una sentencia firme, tendremos justicia a medias

¿Cuántas defensoras son asesinadas al año en Honduras?

Después del asesinato de Berta y hasta día de hoy, es decir, desde el 2016 hasta el 2022, hay más de 22 defensoras asesinadas, según la información que nosotras tenemos.

¿Y amenazadas y perseguidas?

Muchísimas. Desde 2016 hasta 2019 han agredido a más de 2.400 defensoras, según los datos que hemos podido registrar porque hay muchas con las que no estamos en contacto. Además, la violencia en Honduras se ha naturalizado y muchas defensoras han dejado de tomarle importancia porque tampoco puedes vivir prestándole atención constantemente a estas cosas porque te hace dudar si seguir o no.

¿Qué es lo que hace que pese al peligro que corre siga luchando por sus derechos de esta manera?

Si de algo sabemos las hondureñas es del derecho que tenemos a estar en nuestro país. Siempre salen noticias negativas sobre Honduras, lamentablemente, pero nosotras tenemos mucho amor por la tierra que nos vio nacer y queremos quedarnos ahí de la mejor forma. Por eso seguimos luchando.

¿Usted ha sido amenazada alguna vez?

Sí. Este congreso se llama 'La vida en juego' y así es. Todos los días nos jugamos la vida y el juego no siempre es fácil. Todo depende de quién sea tu contrincante. Para nosotras vivir en Honduras se ha convertido en un juego de terror, pero tenemos la certeza de que queremos seguir viviendo ahí y que queremos vivir bien, sin precariedad ni angustia de lo que pueda pasar. No nos queremos acostumbrar a tener que vivir enterrando a compañeras o despidiéndonos de ellas. Una de las cosas más dolorosas que nos toca vivir es la de despedir a gente que queremos porque se van de Honduras. Son expulsadas por la violencia machista, la violencia de las empresas extractivas, la corrupción, la impunidad... Eso es muy doloroso. También hay muchas que decidimos quedarnos e intentar que las cosas cambien. De ahí viene ese impulso que nos empuja a seguir, pero es duro estar pendiente cada día de si te está siguiendo un carro, si hay alguien que te está vigilando o de lo que dices para que lo que digas no vaya a molestar al narcotráfico. En Honduras, como en algunos otros países ocurre que una ya no sabe quién pertenece al Gobierno, quién a la empresa extractiva y quién al crimen organizado, porque están en los tres ámbitos.

Desde 2016 hasta 2019 han agredido a más de 2.400 defensoras de los derechos humanos en Honduras

Me hablaba de ese 'juego de la vida'. En su caso, ¿contra quién juega usted?

Hay veces que contra mí misma porque en algunos momentos quiero dar más de lo que puedo y me toca jugar todos los días por seguir resistiendo y con vida. Mi lucha más fuerte es contra el propio sistema que te dice que tienes que ser madre, que te tienes que cuidar y quedarte en el estereotipo marcado para las mujeres. Me toca pelear contra el machismo que quiere que siga agachando la cabeza, contra el Gobierno que dice una cosa y hace otra y contra las empresas extractivas en todas sus expresiones, las que represan los ríos y las que sacan minerales de las tierras. Como mi labor se basa en acompañar a defensoras me toca enfrentarme a muchas cosas.

¿Qué tipos de amenazas sufren las mujeres en Honduras?

Hay persecuciones, amenazas de muerte y campañas de desprestigio. Estas últimas funcionan mucho en Honduras porque a la gente les importa mucho el qué dirán. El trabajo de defender los derechos humanos es distinto para un hombre y una mujer. A nosotras nos acosan sexualmente, nos violan y nos amenazan con que van a violar a nuestras hijas o hermanas, mientras que con los hombres eso no pasa. A los hombres ser defensores de los derechos humanos los honra y a nosotras nos desprestigia porque somos las que abandonamos a nuestros hijos o las que salimos de nuestras casas, pero si los hombres salen a la calle y van a una manifestación son personas que se sacrifican por su pueblo.

¿Cómo son las agresiones que sufren dentro de sus propias organizaciones de defensoras?

Se basan principalmente en campañas de desprestigio que sirven para deslegitimar el liderazgo que tenemos. No pueden ver a una mujer definiendo líneas estratégicas, porque eso es para los hombres. A las mujeres que toman decisiones, los hombres las ven como una amenaza para los privilegios que han tenido históricamente. Por ello, empiezan con rumores o campañas de desprestigio que sirven para matar políticamente a las compañeras. Por mucho que no sepas si esos rumores son ciertos o no, generan una atmósfera de mucha desconfianza alrededor de ese liderazgo. Eso lo hacen mucho cuando una compañera empieza a incomodar porque denuncia actos de corrupción dentro de las propias organizaciones o denuncia algún caso de violencia machista por parte de un compañero. Nos han querido acostumbrar a que guardemos silencio por el bien del proyecto político, entonces, cuando hay una compañera que no está dispuesta a seguir haciéndolo empiezan con rumores para desprestigiarla.

Las defensoras de los derechos humanos no nos queremos acostumbrar a tener que vivir enterrando a compañeras o despidiéndonos de ellas

¿Y qué se hace en estos casos?

A nosotras nos funcionan las alianzas entre mujeres. Cuando nos ven juntas tienen cuidado. Saben que no nos vamos a quedar calladas y que tenemos no solo la fuerza, sino la capacidad para sostenernos entre todas. Eso les asusta. Tanto los hombres que forman parte de los movimientos como los que no, tienen miedo a las mujeres porque no saben de dónde sacamos nuestra fuerza ni cómo es posible que a pesar de toda la violencia y los entes opresores podamos continuar alegres y fuertes defendiendo no solo los derechos del medioambiente, sino los derechos que tenemos como mujeres.

¿Por qué sale tan barato atacar a las mujeres defensoras de derechos humanos en Honduras?

Porque no hay justicia. Los niveles de impunidad son altísimos en Honduras. La violencia contra las mujeres es algo que difícilmente se penaliza. De hecho, cuando agreden a una mujer, es ella quien termina convirtiéndose en responsable de esa agresión porque salió a la calle o porque vestía de tal o tal forma. En Centroamérica asesinar a una mujer es menos perseguido que otros delitos. El año pasado en Honduras asesinaron a 364 mujeres y ni siquiera el 5% de los casos han sido investigados porque no es algo que importe. Siempre nos han visto como un número y no como sujetas de derechos. En el caso de las defensoras es todavía peor, porque no solo nacimos mujeres, sino que además nos atrevimos a romper el estereotipo que la sociedad tenía para nosotras. Salimos a la calle a protestar en lugar de quedarnos en casa. Eso te pone en un riesgo mayor y nadie hace nada para castigar a quien se atreva a agredirte. El caso de Berta es un caso paradigmático porque incluye todo: violencia dentro de su organización, violencia machista, violencia por parte de una empresa extractiva y violencia del Estado, que le perseguía usando el Derecho Penal. Si se atrevieron a matar a Berta que era una defensora tan conocida mundialmente y todavía, después de seis años, no ha habido justicia, imagínate qué puede pasar con otras compañeras que no son tan conocidas.

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