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La carta en la que Pepita cosió retales de la ropa con la que su marido fue fusilado

Franco García y su esposa Josefa Pavón en un coche, posiblemente el vehículo de su propiedad en el que los franquistas lo trasladaron desde Valladolid hasta Arroyo de San Serván

Jesús Conde

9 de agosto de 2020 12:25 h

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“Americana de lana negra con la etiqueta en el forro de Díaz y Rodríguez, Badajoz. No llevaba chaleco. Pantalón negro, tirantes de tela y gomillas con graduables niquelados. Camisa gris claro, calzoncillos cortos de tela fina. Alto y grueso, bigote recortado negro, el diente superior derecho postizo de marfil. Tenía consigo un estuche de lentes nuevo, una carterita de piel labrada en cuero y negra y el carnet de farmacéutico de Valladolid”.

Estos son algunos de los detalles que narra en una carta Josefa Pavón para intentar identificar a su marido, arrojado a una fosa común tras su fusilamiento el 3 de septiembre de 1936 en la fachada de la iglesia de Arroyo de San Serván (Badajoz).

Hay constancia de que 30 años más tarde, allá por 1969, la viuda seguía buscando a su marido de manera infructuosa. Pepita, como la conocían familiares y amigos, mantuvo conversaciones con las autoridades franquistas de Arroyo para tratar de encontrar sin éxito alguna pista que le llevara a la fosa común donde fueron arrojados sus restos.

La carta aporta detalles con los que reconstruir los últimos momentos del que fuera alcalde republicano de este municipio pacense. Se trata de un documento de gran interés histórico y antropológico, también muy emotivo, que muestra la angustia permanente de los familiares por encontrar a un ser querido, identificarlo y darle una sepultura digna.

Pepita llega a coser en la carta tres trozos de tela iguales a la vestimenta que llevaba su marido en el momento de su detención. Da cuenta de los objetos personales que portaba, como lentes, pulsera de oro y su reloj, así como los utensilios que había en la cestita que le acompañaba en el momento de su detención: toallas y cubiertos para comer en un viaje imprevisto que le condujo desde Valladolid hasta Arroyo de San Serván.

Resulta también un documento único porque ayuda a desprender del anonimato a las víctimas del franquismo. Detrás de las cifras y los registros de defunción hay historias personales y a los fusilados les acompañan las vidas truncadas de viudas e hijos. “Las víctimas de una desaparición forzada no son solamente las personas desaparecidas, son también los familiares que han sufrido daños psicológicos, sociales o económicos por la desaparición de su ser querido. Una represión que sufren doblemente las viudas por su condición de mujer y por ser víctimas condenadas a no saber dónde estaba su esposa”, señala el historiador Ángel Olmedo.

Asesinato y escarnio público

Varios testimonios orales narran cómo el asesinato (no hubo ningún proceso judicial) de Franco García fue todo un espectáculo de crueldad. A golpes de culata, los falangistas fueron llamando puerta por puerta para que el pueblo saliera a la calle.

Las autoridades franquistas organizaron un ritual macabro junto a la iglesia de este pueblo en el que la víctima había sido alcalde y farmacéutico durante años. Los testimonios orales conservados también dan cuenta de que había sido torturado y que tenía aspecto de estar malherido mientras era paseado e insultado en púbico, en los momentos previos a su muerte.

Explica el historiador Ángel Olmedo que sobre el alcalde se ejerce el mayor de los castigos, el de la muerte, para dar un escarmiento 'ejemplarizante'. Lo identifica con el ‘terror institucional’ ejercido por la dictadura como herramienta para perpetuarse durante décadas hasta la muerte de Franco.

Señala además a una similitud entre los autos de fe de Santa Inquisición y el modo en que es ‘aniquilado’ el alcalde republicano de Arroyo. Se le colocó a la vista de todo el pueblo para que sirviera de escarmiento por sus ideas progresistas. “Es una infamia, una degradación del honor de quien había sido alcalde democrático. Se humilla a la persona que tanto cariño había acumulado entre la clase trabajadora de Arroyo. Se trata, por tanto, de deshumanizado, de arrebatarle el honor”.

Libro sobre memoria histórica

Estas son algunas de las descripciones recogidas en el libro “Arroyo de San Serván en el contexto de la II República y la represión franquista. Excavación en la fosa de 'El Valle”. Es una reedición del documento que incluye nuevos hallazgos encontrados, entre ellos la carta que escribe su viuda, junto a una serie de fotografía y dibujos con diversas personas de la vida cotidiana.

La historia del alcalde republicano de Arroyo es una de las que aparece documenta en este libro, que sigue la pista de los 40 vecinos y vecinas represaliados –ninguno por parte de la República--. El punto de partida es la apertura de una fosa común abierta en el verano de 2012 por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (Armhex) y las excavaciones que se realizaron en un olivar cercano, dentro de una explotación agrícola, con la financiación del Ministerio de la Presidencia y el apoyo de familiares. Allí se encontraron los restos de tres fusilados, tres hombres de entre 16 y 32 años, cuyos análisis de ADN no fueron concluyentes para identificarlos.

Este libro ha sido editado por la Diputación de Badajoz, en colaboración con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura (ARMHEX) y el ayuntamiento de Arroyo de San Serván. El trabajo de investigación y la excavación han estado liderados por Ángel Olmedo junto con un equipo interdisciplinar de arqueólogos y antropólogos formado por Juan Antonio Aranda Cisneros, Silvia Herrero Calleja, Almudena García Rubio y Javier Iglesias Bexiga.

Incluye archivos de gran valor histórico, como la documentación de algunos consejos de guerra, además de los testimonios de familiares de las víctimas. También contiene las tareas de localización, excavación, exhumación de los restos de las tres personas de la fosa excavada, así como el estudio de sus restos. Entre los detalles del material audiovisual se encuentra el proceso de excavación de la fosa, con la las diferentes fases, y los actos posteriores para la exhumación, homenaje e inhumación de los restos recuperados. El trabajo de la excavación está disponible a través de Internet.

Al igual que en el caso de Franco García, nada se sabe del paradero de la mayoría de las personas represaliadas en este municipio. La búsqueda y apertura de esta fosa común resulta ser, por tanto, el inicio para recomponer los hechos acaecidos en el periodo de la II República en Arroyo de San Serván, la gestión política del momento y el posterior asesinato del alcalde con otros más de cuarenta vecinos.

Explica Ángel Olmedo que siempre que se abre una fosa hay que identificar a las personas que allí nacen, abandonadas 80 años atrás. Pero los trabajos permiten además reconstruir los hechos en un ejercicio de recuperación de la memoria que desea devolver a la sociedad esa parte de su identidad que una buena parte de la sociedad desconocía. Por tanto el trabajo busca conocer el pasado más reciente para aportar verdad, justicia y reparación.

Franco García, el alcalde de Arroyo

Francisco García Sánchez (Medina del Campo, 1894) llegó a Arroyo de san Serván desde Valladolid para montar su farmacia y terminó siendo alcalde socialista durante la II República en diversos periodos entre 1931 y 1936. Desapareció con poco más de 40 años “a consecuencias de causas relacionadas con la guerra”, según según consta en el acta de defunción en el juzgado municipal de Arroyo de San Serván.

Procedía de una clase acomodada y a medida que va pasando el tiempo sus ideas fueron evolucionando. De hecho en la dictadura de Primo de Rivera llegó a ser cabo somatén, un cuerpo armado de protección civil de carácter 'parapolicial' que también estuvo presente en Arroyo.

Con los años va siendo consciente de la situación de hambre y de miseria que azotaba a la localidad y a la clase obrera. En las primeras elecciones democráticas, con la República, se presentó como candidato con los socialistas y sale elegido alcalde. Su nombre aparece en los registros de regidores que en la Il República impulsan el plan de regadíos, que más tarde ejecuta Franco bajo el Plan Badajoz y en el que utilizó mano de obra de muchos presos republicanos.

Se preocupa en su labor como alcalde por las cuestiones más básicas: por llevar agua potable al pueblo, la apertura de escuela y la formación de trabajadores y jornaleros. Durante su mandato se firma un convenio para los trabajadores del campo en el que se mejora no sólo el salario que recibían, también la jornada laboral y los detalles sobre cómo había que contratar a los trabajadores en condiciones dignas.

También preocupado por la salud de sus conciudadanos, deja constancia de los problemas que muchos de ellos tenían para acceder a medicamentos básicos para sus enfermedades y pone en marcha una mejora de la beneficencia para su suministro.

Se trata por tanto de un regidor comprometido y querido, cuyas ideas debieron ser un ‘estorbo’ para la oligarquía local. Hay que tener en cuenta el sistema caciquil que imperaba en el primer tercio del siglo XX en la España rural, por el que los ‘señoritos’ estaban acostumbrados a realizar las contrataciones en la plaza del pueblo, a fijar los salarios sobre la marcha, con jornadas de sol a sol.

Por tanto la hegemonía oligárquica vio amenazado su poder bajo una autoridad política muy respetada, que les impone límites y que les obliga a establecer unas condiciones mínimas en la contratación de personas en el campo.

Por su labor como alcalde republicano no resulta descabellado pensar que Franco García, que en el mes de julio de 1936 se había desplazado a la ciudad de Valladolid para montar una farmacia, pasó a ser un objetivo al que había que eliminar por parte de los sublevados contra el gobierno de la II República. Es un caso que se puede extrapolar a la realidad del modelo represivo que se impone tras el golpe de Estado, con unas labores de limpieza ejecutadas contra dirigentes sindicales, alcaldes, concejales o defensores de la República.

Al igual que otros tantos, fue muerto y ‘desaparecido’, no de forma casual. Todo ocurrió  con una trama perfectamente organizada, que lleva a las autoridades franquistas a buscarlo en Valladolid y trasladarlo de nuevo a Arroyo, señala Ángel Olmedo.

Se suele tender a pensar que los descontrolados eran los falangistas, que actuaban de forma arbitraria. Nada más allá de la realidad, pues existía una cadena de mando con una maquinaria preparada,que parte desde la oligarquía y las nuevas autoridades franquistas de Arroyo paralograr que un juez de Mérida haga un requerimiento a las autoridades franquistas en Valladolid para detener al alcalde. “Los golpistas contra la República tenían un sistema represivo perfectamente medido, con el fin de imponer un régimen de terror y de acabar con todos aquellos posibles dirigentes obreros, políticos y sindicales”.

“Comprobamos que existía un plan preestablecido desde ámbitos superiores para eliminar a las personas más representativas de cada localidad afines a las ideas republicanas bajo un nuevo régimen de terror que consolida sus estructuras organizativas eliminando a sus amenazas, así como un intento deliberado de ocultación de los hechos mediante su desaparición”.

El resto de la historia es común a la del conjunto de víctimas de la guerra y la dictadura militar que siguen esparcidas por cunetas y fosas a lo largo de la región, donde se contabilizan al menos a 14.000 personas represaliadas. El franquismo no dejó un mapa con las personas fusiladas y enterradas, y el proceso resulta complejo, y por tanto faltan muchas piezas para recomponer el gran rompecabezas y determinar el paradero de las víctimas de la represión.

Con este trabajo de investigación y excavación se desea, al menos en parte, haber contribuido al deseo de Josefa Pavón para que la memoria de su esposo no se borrara con el paso del tiempo. Ha supuesto la recuperación de su vida y obra, de forma que pueda ser transmitida a sus vecinos de Arroyo de San Serván como parte de su historia más reciente. “Nos queda aún pendiente que en algún momento podamos recuperar sus restos y los de las demás víctimas que aún siguen como desaparecidas”.

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