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La primera víctima de PRISM: “Lo supe cuando Snowden filtró los documentos”

Imagen de la información registrada por la NSA

Marta Sofía Ruiz

En junio de 2013, Edward Snowden publicaba a través de la prensa un buen número de documentos clasificados sobre la secreta y polémica cibervigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA por sus siglas en inglés). Los ciudadanos descubríamos así la existencia del programa PRISM, empleado por la nación de las barras y estrellas para espiar de forma masiva comunicaciones a través de los servidores de nueve gigantes de internet, entre ellos Microsoft, Google, Facebook y Apple.

Revelaciones posteriores alertaron sobre la existencia de acuerdos secretos de espionaje entre distintas naciones y acerca de la relación que muchos gobiernos habían mantenido con la NSA, a la que recurrían para obtener comunicaciones de sus propios ciudadanos cuando las leyes de su país no les permitían hacerlo.

A pesar del revuelo causado por las filtraciones de Snowden, han pasado varios años hasta que ha salido a la luz el nombre de un primer ciudadano víctima de este sistema de espionaje. Tony Fullman, nacido en la República de Fiyi y activista por la democracia en su país, fue monitorizado por el GCSB, el equivalente a la NSA en Nueva Zelanda (país en que se encuentra nacionalizado), a través de su homóloga estadounidense.

Él no fue consciente en su momento. “Lo descubrí cuando Edward Snowden filtró a los medios detalles de la extensa vigilancia telefónica y electrónica que había llevado a cabo la inteligencia americana”, explica a HojaDeRouter.Com.

Después de décadas trabajando en Nueva Zelanda y de convertirse en ciudadano del país, Fullman regresó a las islas Fiyi en 2009. Sin embargo, su oposición al régimen político y sus contactos con otros activistas hicieron que la dictadura se fijara en él y que tuviera que marcharse, esta vez a Australia.

Cuando se llevó a cabo la vigilancia, Fullman estaba muy implicado con el grupo Movimiento para la Libertad y la Democracia de Fiyi, en cuya creación había participado. Por su dura oposición al gobierno del actual primer ministro, Frank Bainimarama, que llegó al poder gracias a un golpe de estado en 2006, cree que la vigilancia y el acoso gubernamental que sufrió fueron parte de los esfuerzos neozelandeses por mejorar sus relaciones con la República de Fiyi.

“Aparentemente el Gobierno americano había aconsejado a Nueva Zelanda que recuperara el contacto con Fiyi para intentar frenar la creciente influencia de China en las islas y para impedir que se aliara con países como Irán y Corea del Norte”, señala Fullman.

“Así que el Gobierno de Nueva Zelanda nos acusó a mí y a otros de participar en un complot para asesinar al dictador de Fiyi. Hicieron redadas en nuestras casas [en colaboración con las fuerzas del orden australianas en julio de 2012] y me retiraron el pasaporte”, relata. “Poco después de eso, el Ministro de Asuntos Exteriores neozelandés volaba a Fiyi para reunirse con su homólogo e intentar que el país retomara su alianza con Nueva Zelanda, Australia y los americanos”. Según su punto de vista, el Gobierno usó estas redadas y las acusaciones como una oferta de amistad a las autoridades fiyianas.

El atajo de la NSA

Según los documentos liberados por Snowden, los correos electrónicos y los mensajes de Facebook de Fullman fueron interceptados entre mayo y agosto de 2012. Cada uno de los más de 200 mensajes monitorizados lleva el encabezado “US-984XN”, el código interno que señala el sistema PRISM. La mayor parte de de sus comunicaciones se encuadraron en la categoría de “objetivos de gobiernos y organizaciones extranjeros”, aunque alguna información, como su foto de Facebook, se registró como “objetivos terroristas”. Obtuvieron también todos sus movimientos bancarios, todas las fotografías de la red social que había subido o en las que estaba etiquetado e incluso una imagen de su coche.  

La marca que clasificaba la  mayoría de los archivos era “REL TO USA/NZ”, lo que indica que las comunicaciones interceptadas estaban destinadas al servicio de inteligencia neozelandés. De hecho, el personal de la NSA dejó anotaciones en algunos documentos señalando que otros archivos “habían sido previamente enviados al GCSB”.

Tras retirarle el pasaporte, las autoridades de Nueva Zelanda le enviaron una notificación. Decían tener razones para sospechar que estaba implicado en una acción violenta para forzar un cambio de Gobierno en un país extranjero, incluso en la preparación de un acto terrorista (al menos facilitándolo).

Nueve meses después, en abril de 2013, las acusaciones fueron retiradas y recibió otra carta del Ministro del Interior. Ya se había disipado la “preocupación relativa a la seguridad nacional” y su pasaporte le sería devuelto. No se habían encontrado indicios de que estuviera implicado en actividad ilegal alguna. Un par de meses después, Snowden hacía públicos los célebres documentos de la NSA en los que aparece Fullman.

“Me sentí decepcionado y traicionado, porque el Gobierno de Nueva Zelanda conocía mi trabajo prodemocracia. Tenía contacto directo con el Ministerio de Asuntos Exteriores, al que informaba de nuestras actividades”, asegura. “Y ellos sabían que cualquier comentario existente sobre un plan contra el dictador no eran más que fiyianos enfadados descargando su frustración en un ambiente distendido cuando se discutía acerca de la dictadura”.

Fullman cree que lo que hizo el Gobierno neozelandés fue “inmoral”, “un acto de traición” y un “insulto”, y afirma que no encuentra en su forma de actuar a la Nueva Zelanda para la que trabajó y que “respetaba y amaba”. Ahora cada búsqueda con su nombre en internet conduce a las acusaciones que un día realizaron las autoridades, lo que le ha supuesto problemas para conseguir empleo. Además, y quizá es lo más doloroso, “nunca se disculparon”.

A pesar de ello, y a causa de la situación global, Fullman cree que cierto grado de espionaje es necesario cuando tiene auténticos propósitos de seguridad. “Pero nunca debería ser empleado por los gobiernos para fabricar mentiras contra sus ciudadanos, especialmente si se usa ilegalmente”, matiza.

Todavía hoy, Fullman sigue trabajando en la campaña prodemocracia que busca terminar con lo que él y muchos otros consideran una dictadura. “Seguimos difundiendo los motivos reales por los que el dictador llevó a cabo su golpe en 2006, que eran evitar ser arrestado por sus crímenes de sedición traición, corrupción, asesinato y desobediencia de una orden legítima”, explica.

A pesar de que el régimen obtuvo cierta legitimidad con las elecciones de 2014, sus esperanzas están puestas en la revocación de la Constitución de 2013, que él considera ilegal, y en que esta sea reemplazada por “La Constitución de la gente”, cuyo borrador ha sido redactado con implicación del pueblo fiyiano por el profesor Yash Ghai y su comité. Después de eso, pide que haya elecciones reales donde los votos se contabilicen de forma abierta e independiente.

Primer nombre de una larga lista, la historia de Fullman no es más que un ejemplo del abuso de poder que desveló Snowden, de cómo la NSA hizo las veces centro de espionaje global clandestino sin hallar demasiada resistencia en las tecnológicas que facilitaban los datos de sus usuarios. Una historia conocida por todos y que ahora tiene nombre y apellidos.

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La imagen que aparece en este artículo es propiedad de Tony Fullman

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