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Le daban por amortizado, pero Bernie Sanders llega a tiempo para dar la batalla

El ascenso de Bernie Sanders en las encuestas ya ha tenido un efecto en la guerra de propaganda habitual en unas primarias. Hay gente que se ha puesto nerviosa. Un grupo llamado Democratic Majority for Israel ha empezado a emitir en Iowa un anuncio con opiniones de residentes demócratas de ese Estado. No votarán a Sanders porque no creen que pueda derrotar a Donald Trump. “Michigan, Pennsylvania, Iowa. No van a votar a un socialista”, dice uno de ellos.

La respuesta de Sanders fue un vídeo en el que comentaba el anuncio (“La clase de los multimillonarios se está poniendo nerviosa, y debería estarlo”), pero lo más relevante fue la reacción de sus partidarios, alertados por un email de la campaña. Donaron 1,3 millones de dólares en un solo día. El dinero procedía de 70.000 donaciones, lo que da una media de 18,5 dólares por cada una.

Hacían bien en tomarse en serio la amenaza. El ataque no era pequeño en términos de número de anuncios y capacidad para inundar los medios locales de Iowa, donde el lunes se celebra el caucus que da inicio a las primarias demócratas. El grupo demócrata proisraelí se gastará 680.000 dólares.

Sanders es la noticia que no esperaban los medios de comunicación norteamericanos cuando los precandidatos demócratas se lanzaron a la carretera. La mayoría creía que el senador de Vermont no tendría muchas posibilidades cuatro años después de que disputara hasta el final la candidatura demócrata a Hillary Clinton. Pensaban que su edad, 78 años, era un factor decisivo en su contra (de hecho, sufrió un infarto el 1 de octubre del que se recuperó muy pronto). Que ya no era el único político que aspiraba a representar el voto contrario al establishment del partido, como ocurrió cuando se enfrentó a Clinton. Que Elizabeth Warren podía restarle muchos apoyos entre esos sectores. Que al final los votantes demócratas no creerían que pudiera derrotar a Trump.

Ya en abril de 2019, cuando era demasiado pronto para establecer cualquier pronóstico fiable, The New York Times publicó un artículo (Stop Sanders’ Democrats Are Agonizing Over His Momentum) en el que informaba sobre el miedo de políticos y empresarios donantes habituales del Partido Demócrata ante la posibilidad de que Sanders ganara las primarias o aguantara en la carrera hasta el final. Ya estaban celebrando reuniones para discutir esa cuestión. ¿Cómo podían los poderes tradicionales del partido frenar a un candidato demasiado a la izquierda y al que no consideran uno de los suyos sin que esa estrategia se volviera en su contra? Trump lo había resuelto con facilidad cuando se vio en esa tesitura cuatro años atrás en las primarias republicanas.

El artículo del NYT les ofrecía un consuelo: “Las buenas noticias para los rivales de Sanders es que sus números en las encuestas han caído de forma significativa comparados con 2016 en los estados que votan en primer lugar, provoca opiniones más negativas que muchos de sus principales rivales, y ya ha prometido en público apoyar al candidato del partido si él no vence”.

Curiosamente, el artículo acababa con la opinión de unos de esos críticos de Sanders que se ha visto confirmada varios meses después. Cualquier operación para frenarlo sería utilizada por el senador en su beneficio, como en el judo. “Ya le imagino viendo los titulares, dice Brock. 'Los ricos no me quieren'”.

Eso es lo que ha pasado con el anuncio de Iowa. La gente de Sanders se ha aprovechado de esa campaña y ha terminado recaudando más dinero del gastado por sus enemigos. Aunque esa frase de Brock está empleada en tono sarcástico, la realidad es esa: los ricos del Partido Demócrata no quieren a Sanders. Bien porque les parece un radical o porque no creen que pueda ganar a Trump. Probablemente, por las dos cosas. Para ellos, y también para muchos votantes demócratas, la opción de Joe Biden es la más segura. Claro que también decían lo mismo de Hillary Clinton.

Cuando la batalla está a punto de comenzar con el caucus de Iowa, Sanders ha desmentido los pronósticos anteriores a las primarias, a pesar de que Warren tuvo su momento hace unos meses y parecía que podía convertirse en una candidata sólida para los demócratas más progresistas. La coherencia de Sanders en su mensaje –no ha cambiado su programa para conseguir más votos que en 2016– y la fidelidad de sus partidarios le han puesto en primera línea.

Ya ha habido una encuesta nacional que sitúa a Sanders por delante de Joe Biden (27%-26%), la de NBC/Wall Street Journal (la media de sondeos de RealClearPolitics aún coloca a Biden en primera posición con 3,7 puntos de ventaja), pero en estos momentos hay que fiarse más de las que se han hecho en los estados en los que dan comienzo las primarias. La media de Iowa da ahora un 24% a Sanders y un 21% a Biden. Buttigieg (16,7%) y Warren (14,8%) les siguen a una cierta distancia. En New Hampshire, la ventaja de Sanders sobre Biden es mayor, 26,3%-16,8%.

Los números no cuentan toda la historia sobre Iowa. Las peculiares características del caucus podrían hacer que Sanders sacara más votos que nadie, pero que fueran Biden o Buttigieg quienes obtuvieran el mayor número de delegados. Pero en Iowa, un Estado pequeño, lo que tiene mayor impacto en los medios es ganar, no el puñado de delegados en juego. Ese efecto se mide también en votos en el resto del país. Las primarias de California no se celebran hasta el 3 de marzo, pero desde esta semana millones de votantes demócratas enviarán sus votos por correo.

La condición de presunto favorito de Biden pasaba por creer que tendría financiación de sobra. La realidad es que nadie ha recaudado tanto dinero como Sanders. Desde que lanzó su campaña, ha recibido 96 millones de dólares. Según las estimaciones de los medios, él es el que tiene más dinero en el banco para gastar en estos momentos. Biden es el cuarto por detrás también de Buttigieg y Warren.

Según una estimación del NYT, Sanders es también quien ha recibido dinero de más gente, cerca de 1,4 millones de personas. Le siguen Warren con casi 800.000 y Buttigieg con 741.000. Biden vuelve a ser el cuarto con 451.000.

Un orador sin concesiones a la audiencia

Al definirse como socialista democrático, Sanders es el único aspirante demócrata que puede asemejarse a la izquierda europea. Ese es el factor que le hace atractivo entre muchos jóvenes. No es un orador vibrante de esos que sazonan el mitin con bromas, historias personales y detalles con la audiencia local. El suyo es un discurso duro y sin contemplaciones que apela a la gravedad de la situación del país, tal y como él la ve. EEUU tiene un índice de desempleo que no llega al 4%, pero ese dato es engañoso para Sanders. Denuncia que el país cuenta con una economía que privilegia a los ricos, las infraestructuras se encuentran en un estado ruinoso y la desigualdad no hace más que aumentar en un sistema que “no sólo es inmoral, no sólo es un error, sino que es insostenible”.

Su programa Medicare for All es lo más parecido a la sanidad universal existente en Europa occidental que puede encontrarse en la política norteamericana. Para los economistas liberales que han sido los arquitectos en la sombra de los demócratas en los gobiernos de Bill Clinton y Barack Obama, como el exsecretario del Tesoro Larry Summers, eso es anatema, porque supondrá un gigantesco aumento del gasto público.

Sanders ni se inmuta. Quiere sanidad para todos que no dependa del poder adquisitivo de cada ciudadano, matrículas universitarias gratuitas y un Green New Deal con el que afrontar la lucha contra el cambio climático. Sus partidarios escuchan a otros decir que eso es soñar despierto y ellos responden que esa es la razón por la que apoyan al senador. Si no sueñas durante las campañas electorales, no lo harás nunca y te conformarás siempre con lo que hay. Y Sanders no se conforma con poco: “Os estamos pidiendo que os unáis a nosotros para transformar el país”.

Trump le llama Crazy Bernie (el loco Bernie) en sus tuits habitualmente insultantes con los rivales y sugiere que los demócratas “nunca le dejarán ganar”. Para abrir boca, en una entrevista en Fox News el domingo, dijo que cree que Sanders “es un comunista”. Los republicanos parecen tener muy claro qué tipo de campaña harían contra Sanders si este ganara las primarias. Están seguros de que un socialista nunca podrá vencer en unas elecciones en EEUU.

No sería la primera ni la segunda vez que la política norteamericana subestima a Sanders. De momento, ya puede decir que está en la mejor posición posible para arrancar el que será su último intento de llegar a la presidencia. Ganará o perderá, pero no hará concesiones.

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