Cuando la 'solución tecnocrática' desemboca en un Gobierno de la extrema derecha: el caso de Mario Draghi
La solución llamada tecnocrática de Carlo Ciampi (1993-1994) fue seguida de la llegada al poder de Silvio Berlusconi. La de Mario Monti (2011-2013) terminó siendo un anticipo de la entrada en el Gobierno de la extrema derecha de Matteo Salvini –de la mano del M5S, entre 2018 y 2019–. Y el ascenso de Giorgia Meloni –Fratelli D'Italia–, quien ganó las elecciones de septiembre pasado, se produjo después del Gobierno de Mario Draghi (2021-2022): cada vez que en Italia se ha buscado un atajo democrático para resetear el sistema con un supuesto tecnócrata al frente, lo que ha venido después han sido dosis crecientes de populismo de derechas cuando no de extrema derecha.
Ahora, cuando el PP y Vox no han logrado la mayoría absoluta para gobernar, surgen algunas voces, como el líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo, que emplazan a Pedro Sánchez a permitir un gobierno del PP –como ocurrió en 2016 tras el golpe de mano en el PSOE que despojó al ahora presidente del Gobierno de la secretaría general–. Incluso, hay quien sugiere una fórmula de gran coalición con un independiente al frente a la manera de Italia.
En el caso de Italia, los tres supuestos tecnócratas elegidos por los partidos y sin pasar por las urnas tienen un perfil similar. Ciampi fue banquero, gobernador del Banco de Italia desde 1979 hasta 1993. Monti, economista y político sin afiliación, ejecutó los recortes dictados por las instituciones internacionales durante la crisis financiera. También fue directivo de la Comisión Trilateral, lobby neoliberal fundado en 1973 por David Rockefeller, y miembro de la directiva del Grupo Bilderberg, además de asesor de Coca-Cola y de Goldman Sachs.
Draghi, quien fue presidente del Banco Central Europeo (2011-2019), fue director ejecutivo del Banco Mundial (1985-1990) y vicepresidente de Goldman Sachs (2002-2006). Entre 2006 y 2011 fue gobernador del Banco de Italia.
Banqueros y economistas sin afiliación partidista, supuestamente apolíticos y técnicos, que han desempeñado cargos en instituciones financieras, que llegan como salvadores al frente de gobiernos de concentración en Italia cuando los partidos no son capaces de desatascar la situación por sí mismos... Y que acaban allanando el camino a personajes como Berlusconi, Salvini y Meloni.
Es verdad que el sistema político italiano tiene muchas singularidades: ya durante la guerra fría se ensayaban coaliciones de múltiples partidos para excluir al PCI de la dirección del Estado y fueron pioneros en buscar referentes políticos de entre empresarios exitosos con gran influencia mediática –Berlusconi entró en política dos décadas antes que Donald Trump–.
La caída de Draghi agitó Europa el pasado verano porque añadía incertidumbre a un continente golpeado por la invasión rusa de Ucrania, la crisis energética y una inflación galopante –ahora frenada, mientras el BCE tiene los tipos de interés en el 4,25%–.
Draghi, ex presidente del BCE, era uno de los nuestros en términos de las instituciones europeas, encarnaba el sistema. Figura clave en el seno de la UE de los últimos años, en febrero de 2021, cuando llegó al Palazzo Chigi, no dejó de recibir buenas palabras. “Su experiencia será un recurso extraordinario no sólo para Italia, sino para toda Europa, especialmente en un tiempo difícil”, declaró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, expresó “no ver la hora” de trabajar con el italiano; la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, también mostraron el deseo de trabajar juntos con Draghi, “por una Europa más fuerte”, “por un nuevo multilateralismo” y “por el futuro de los jóvenes”.
Pero lo que vino después de él escasos meses después, tras las elecciones, ha sido un gobierno ultra con Meloni (quien se quedó fuera del Gobierno de concentración de Draghi para esperar su turno) de la mano de Berlusconi y Salvini, que suma a los gobiernos ultraconservadores de Polonia y Hungría la silla de otro exponente de extrema derecha, con lo que eso supone para la toma de decisiones en el Consejo Europeo y el Consejo de la UE.
Alemania e Irlanda: otras grandes coaliciones en Europa
En Irlanda las urnas dieron como vencedor al Sinn Féin, se convirtió en primera fuerza política en las elecciones generales de 2020, cuando superó con el 24,5% de los votos a los dos grandes partidos que llevaban un siglo dominando el poder: Fine Gael (20,9%) y Fianna Fáil (22,2%). Sin embargo, los tres partidos terminaron con aproximadamente el mismo número de escaños –con Fianna Fáil a la cabeza en asientos, uno más que el Sinn Féin–.
Así, Fianna Fáil (Renew Europe) y Fine Gael (EPP) –antiguos rivales de la guerra civil– prefirieron pactar entre sí antes que facilitar un Gobierno del Sinn Féin: después de cuatro meses de negociaciones, los números cuadraron con la participación del Partido Verde. El pacto incluía que los líderes de Fine Gael (Leo Varadkar) y Fianna Fáil (Micheál Martin) se turnaran para el puesto de primer ministro.
De acuerdo con las últimas encuestas publicadas, el Sinn Féin se encuentra en máximos, si bien la gran coalición gobernante podría mantenerse en el poder.
Otro caso de gran coalición reciente en Europa es el de Alemania. El país, construido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, tiene una tradición en las últimas ocho décadas de cooperación entre grandes partidos y de cordón sanitario a la extrema derecha.
En 1966 se formó el primer gobierno de grosse koalition, comandado por el canciller Kurt Georg Kiesinger. Y en los últimos años Angela Merkel ha encabezado tres gobiernos de gran coalición junto al SPD. Y lo que vino después, tras unas elecciones en septiembre de 2021 en las que ya no se presentó la ex canciller, fue el triunfo de los socialdemócratas con un gran ascenso de los verdes, lo cual propició un llamado gabinete semáforo –por el color de los partidos, como las tres luces de la señal de tráfico– entre SPD, FDP y Verdes.
Ahora bien, aunque en este caso la gran coalición no ha desembocado en un gobierno con la extrema derecha, también por el cordón sanitario aplicado en Alemania, lo cierto es que la AfD está en máximos en las encuestas, como segunda fuerza con el 20% de los votos, por detrás de la CDU, mientras las formaciones del tripartito gobernante van por detrás de la derecha y la extrema derecha.
Cada país tiene sus singularidades políticas. Pero lo que sí muestra el caso italiano es que cuando se busca una supuesta salida técnica de concentración sin pasar por las urnas, el resultado puede ser la irrupción de un Berlusconi, un Salvini o una Meloni.
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