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La historia detrás de los cien años del Museo del Romanticismo: de rosquillas de San Isidro a las fiestas en su icónico jardín

Fiesta en honor a Ramón Gómez de la Serna en los jardines del museo (1949)

Nerea Díaz Ochando

Museo del Romanticismo, Madrid —

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El 1 de junio de 1924 se inauguró en la calle San Mateo de Madrid el Museo del Romanticismo. De aquel día no se conserva archivo fotográfico alguno. Lo poco que se sabe es que estuvo presente el rey Alfonso XIII, acompañando a su amigo Benigno de la Vega-Inclán, creador de la institución. Han pasado 100 años de aquella jornada en la que nació el que es considerado el museo más bello de la ciudad y que, después de un siglo en pie, guarda en cada rincón una historia que contar.

Por suerte, y a diferencia de lo que ocurrió el día de su primera apertura, durante todos estos años siempre ha habido una cámara que ha sabido retratar cada recuerdo importante para la posteridad. Fiestas, montajes, rodajes de películas, visitas de personajes ilustres... un sinfín de momentos tan curiosos como célebres que el archivo de la institución ha sabido guardar a muy buen recaudo. Ahora, 98 fotografías recorren la trayectoria del museo por su centenario en la exposición Cien años contigo, que se puede visitar hasta el 15 de diciembre.

Este siglo de historia comienza con los orígenes de su edificio, el antiguo palacio del Marqués de Matallana. Su dueño, que era en aquel entonces Francisco de Paula Fernández de Córdoba y Fernández, se lo alquiló en 1923 al marqués de la Vega-Inclán y este acondicionó la parte principal del edificio para su nuevo destino como sede de la Comisaría Regia de Turismo. En 1924, el marqués alojó allí su colección de arte, compuesta por 86 cuadros y algunos muebles, y allí la mantuvo hasta que en 1927 el edificio fue comprado definitivamente por el Estado

El Museo Romántico, como se conocía en sus orígenes, se fue enriqueciendo con donaciones y depósitos que venían de figuras como el rey Alfonso XIII o intelectuales de la época como Juan Ramón Jiménez. Desde aquellos primeros 86 cuadros, la colección del museo ha aumentado hasta las 18.000 piezas entre pinturas, objetos, muebles y otros elementos, de las que actualmente hay expuestas alrededor de 1.600 en 26 salas.

Cruzar la puerta del museo supone viajar en el tiempo. Esa es, posiblemente, una de las claves de su éxito entre el público joven. Según su directora actual, Carolina Miguel, “el estilo romántico y la belleza del espacio atrae a muchos jóvenes”. Y no es de extrañar, ya que pocos palacios de la época del Romanticismo quedan tan bien conservados en Madrid como este.

La estrella absoluta del edificio es su jardín, conocido como el Jardín del Magnolio. Este espacio ha sido testigo de muchos de los instantes captados por las fotografías de la muestra que se expone por el centenario, como la fiesta en homenaje a Ramón Gómez de la Serna celebrada en 1949, cuyos asistentes vistieron siguiendo la moda romántica. Una de tantas, porque si de algo puede presumir el museo es de sus fiestas y eventos sociales.

En la década de los 40, cada San Isidro el jardín acogía el reparto tradicional de rosquillas, al que acudían vecinos de todo el barrio. También se han rodado películas como El Marqués de Salamanca de Edgar Neville. Las imágenes que se guardan de aquel entonces traen de vuelta recuerdos y anécdotas como la visita del escritor Jean Cocteau, que posó junto al arpa en 1953, o los reportajes de los años cincuenta y sesenta a la vedette Marisa de Landa o la actriz Analía Gadé. 

Pero también toman protagonismo las historias de personas anónimas: dos  trabajadoras que limpian la lámpara del Comedor en una imagen de 1960,  una joven que participó en 2016 en un taller para decorar la fachada o dos  niñas que en los setenta se fotografiaron por su primera comunión en uno de los patios del museo.

Más allá de todo lo que se ha gestado en la institución desde 1924 (que no es poco), el museo supone uno de los centros de investigación del siglo XIX más punteros del mundo. Dirigido por Rafael Alberti durante la Guerra Civil y archivo de obras únicas, ha conseguido perdurar hasta nuestros días intacto.

Durante estos cien años el museo también ha tenido periodos de inactividad - más largos de lo deseado - pero desde su reapertura en 2009, tras nueve años de reformas, se ha convertido en uno de los focos culturales más importantes de Madrid. Ha superado una pandemia y ha conseguido mantener su espíritu original, que en la actualidad sigue trasladando a las nuevas generaciones con éxito.

Cien años en fotos

Para conmemorar el centenario y todas las vivencias del museo, la institución ha preparado una exposición fotográfica que se podrá visitar de forma gratuita hasta el próximo 15 de diciembre en su Sala del Jardín. A la luz de estas imágenes, el Museo Nacional del Romanticismo se reivindica como una institución dinámica y vibrante que acerca al público, con su colección y actividades, a los ambientes, vida cotidiana y manifestaciones  artísticas del Romanticismo español, formando parte de la vida cultural  madrileña.

Siguiendo el espíritu de recreación de ambientes del siglo XIX que da sentido al discurso del museo, el montaje museográfico de Cien años contigo evoca  un archivo decimonónico traído al presente. Se trata de una exposición colaborativa que ha contado con la contribución de todo el personal de la institución (retratado en una de las imágenes). Bajo el comisariado de su equipo técnico, se han reunido fotografías que, salvo contadas excepciones, son parte del archivo histórico o administrativo del  museo.

Además, algunas de las imágenes llevan la firma de grandes nombres como Virgilio Muro, Cristóbal Portillo, José Pastor, Juan Pando Barrero, Nicolás  Müller o Martín Santos Yubero, entre otros. Este soporte no podía faltar en un  museo como el del Romanticismo, que conserva una amplia colección de fotografía del XIX, momento en el que nacen las primeras técnicas, y a su vez da cabida a lenguajes más contemporáneos en su colaboración con  PHotoESPAÑA, que coincide en fechas con la exposición. 

Gran cantidad de las más de cien instantáneas que componen la muestra son inéditas y el visitante podrá aproximarse a ellas desde una perspectiva más humana.  Muchas son un homenaje a la dedicación de todo su personal: de sala,  limpieza, jardinería, seguridad, restauración, conservación, administración,  fotografía, voluntariado y un largo etcétera, desvelando instantes silenciosos de la vida del museo a puerta cerrada: la restauración de un cuadro de pelo decimonónico, el montaje de la exposición que se dedicó a la moda romántica, la minuciosa labor semanal del relojero dando cuerda a las piezas o la conversación íntima entre el fotógrafo y los cuadros descolgados de las paredes del Salón de Baile.

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