Multado con 100.000 euros por cortar un árbol en riesgo de caída a su casa: “Me hierve la sangre con las talas de Almeida”
“Escuchamos un ruido y creíamos que nos estaban robando. Mi mujer y yo salimos al patio y nos encontramos en el suelo una rama de tres o cuatro metros que acababa de caerse del árbol”. Aquel estruendo quedó en un susto, pero acabó por cambiar para siempre la vida de Rubén Luque, que ahora se enfrenta a una multa de 100.001 euros por eliminar el ejemplar a finales de 2023. Cuando lo hizo no contaba con un permiso municipal que solicitó en varias ocasiones al Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida, pero que nunca llegó a recibir.
Padre de dos hijas pequeñas, la noche del estruendo decidió tomar cartas en el asunto y volver a solicitar al Ejecutivo madrileño la tala de un cedro situado en un espacio interbloque, entre los patios de varios bajos en un bloque de Moratalaz. Lo había hecho ya en varias ocasiones desde que se mudó con su familia, la primera en 2016. Pero esa vez, después del desprendimiento y con un árbol cada vez más enfermo y descolorido, tenía que ser la definitiva. El devastador paso de la borrasca Filomena por la capital intensificó su batalla por lograr que el espécimen desapareciera. “No estaba tranquilo en mi propia casa. Miraba el árbol y no paraba de pensar en que le pasara algo a mis niñas”, cuenta en su conversación con Somos Madrid.
Atiende a este periódico flanqueado por Lucas Sáenz Ibarra, letrado del despacho Cosculluela e Ibarra, su abogado defensor y vecino del barrio con el que comparte unas cuantas amistades. Él es su sombra en el juicio contencioso-administrativo que Rubén mantiene con el Gobierno de Almeida. La Junta Municipal de Moratalaz tramita la sanción y le reclama la astronómica cifra por incumplir la Ley 8/2005, de 26 de diciembre, de protección y fomento del arbolado urbano de la Comunidad de Madrid. Rubén recibió la multa de 100.001 euros el día de Nochebuena del 2023. “Parece que lo hacen a conciencia, porque me enviaron las siguientes notificaciones en San Valentín y el día de mi cumpleaños”, comenta sin perder el humor.
“Yo no soy Sergio Ramos cargándose diez árboles en su mansión de La Moraleja para tener mejores vistas o un jardín más amplio”, sentencia Rubén. Es educador de chavales con discapacidad y su mujer auxiliar de clínica. “Los dos somos mileuristas”, aclara. Unas condiciones con las que afrontar un requerimiento de 100.001 euros es “devastador”. Pudo desembolsar 60.000 en caso de pronto pago, una cantidad que le sigue pareciendo “una broma” por lo que hizo y con los motivos que dice le respaldaban.
Mientras cuenta su caso en el patio de casa (junto al vacío que dejó el cedro), su hija Candela ve los dibujos en el salón. Está enferma y hoy no ha podido ir al colegio, así que la familia debe hacer malabares para que no se quede sola. Su suegro ha pasado buena parte de la tarde con ella, hasta que Rubén por fin ha podido escaparse del trabajo para cuidar de la pequeña mientras relata su “surrealista” situación.
“Me hierve la sangre cuando veo las talas de Almeida”, dice con más incredulidad que indignación. Habla de sanciones menores a personas con mayores recursos y a empresas, de permisibilidad e incluso de acciones propias del Consistorio mucho más significativas que la suya. En diciembre de 2023, el alcalde de la capital y la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, autorizaron 523 arboricidios por las obras de la línea 11 de Metro. Las reformas de otros parques y plazas también han deparado talas, la última en la plaza de Santa Ana (aunque en ese caso la afectación se ha limitado considerablemente respecto al plan original). Madrid perdió casi 80.000 árboles durante el primer mandato de su actual regidor.
¿Agravio comparativo o sanción ajustada a derecho?
Lucas, abogado de Rubén, considera que su defendido sufre un “agravio comparativo”. Su recurso interpuesto cataloga la sanción de “injusta, desmesurada y falta de proporcionalidad”. Admite que es difícil que el proceso legal se resuelva antes de que acabe el año: el juez debe decidir primero si como desea la defensa inicia el trámite de vista, de forma que cada parte presente sus correspondientes testimonios periciales. La otra opción, por la que aboga el Gobierno municipal, es el pleito concluso para sentencia sin más trámites. Sea por una vía o por otra, Rubén y su letrado confían en el tribunal. “El juzgado podrá anular la sanción, o al menos modularla a una cifra razonable”, apunta Lucas. Si finalmente la sentencia les da un revés, tienen claro que recurrirán: “Seguiremos con todo lo que no sea una modulación extrema”.
Fuentes del Ayuntamiento justifican la sanción en declaraciones a este periódico: “La Junta del Distrito de Moratalaz ha actuado de manera ajustada a derecho, tramitando el procedimiento sancionador al que estaba obligada una vez que tuvo conocimiento de hechos que están tipificados como infracción muy grave. Se ha impuesto la sanción mínima prevista en la normativa, en aplicación del principio de proporcionalidad (multa de 100.001 a 500.000 euros)”. Apuntan que “el interesado había sido informado, hasta en tres ocasiones, de que no procedía la tala del árbol debido a su estado de conservación y, aun así, la llevó a cabo”.
El primer informe municipal indica que el árbol está sano y no procede tala. Ese examen justifica todos, los posteriores se ratifican sin más comprobaciones. De hecho uno de esos informes es posterior a la tala y aún indica que el árbol está en perfecto estado
Lucas Sáenz matiza que el Código Civil, en su artículo 390, da potestad para acabar con especímenes que supongan un peligro público: “Cuando algún árbol corpulento amenazare caerse de modo que pueda causar perjuicios a una finca ajena o a los transeúntes por una vía pública o particular, el dueño del árbol está obligado a arrancarlo y retirarlo; y si no lo verificare, se hará a su costa por mandato de la Autoridad”.
Apela además al “silencio administrativo positivo”, dado que ni la petición de tala de 2016 ni la última recibieron respuesta del Consistorio. Desmonta la principal hipótesis del Ayuntamiento, que el árbol estaba sano y por tanto no había peligro de caída, exponiendo cómo funcionan los sucesivos informes aportados por la Dirección General de Gestión del Agua y Zonas Verdes (dependiente del área de Medio Ambiente): “El primer informe municipal, con fotos de hace años, indica que el árbol está sano y no procede tala. Ese examen justifica todos, los posteriores se ratifican en él sin llevar a cabo comprobaciones posteriores. De hecho uno de esos informes es posterior a la tala y sigue indicando que el árbol se encuentra en perfecto estado”.
“Un peligro cierto”
Otro de los principales argumentos de la defensa es la existencia de dos informes que demuestran el deterioro del cedro. Uno fue aportado por el técnico agrónomo que debía analizar el ejemplar para que luego Rubén pudiera presentar dicha valoración en su petición de tala al Consistorio. El documento da cuenta de la peligrosidad del árbol. Según cuentan, las conclusiones de este examen fueron un factor clave para que el vecino de Mortalaz se atreviera a cortar el árbol. Y es que, después de adjuntarlo, la Junta Municipal pasó otros dos meses sin emitir respuesta.
El segundo análisis fue efectuado por Podas Madrid, la empresa contratada por Rubén para la tala. Sus conclusiones van en la misma línea: el árbol estaba enfermo y el riesgo era real: “Un peligro cierto”. Lucas Sáenz remarca que el cedro era “más alto que los edificios alrededor” y, ante una posible caída, “existían dianas por todos lados”. Esto es, cualquiera que fuese la dirección de desprendimiento de una rama o del tronco podría afectar a uno de los bloques alrededor.
“La Junta Municipal puede anular el proceso, pero prefieren lavarse las manos y que lo haga otro (el juez). Mientras, es Rubén quien se gasta el dinero, el tiempo y la salud”, lamenta el abogado. Rubén reconoce que, ante la desesperación, ha escrito mensajes directos por Instagram al alcalde o a concejales de la oposición.
Rubén apaga la colilla del último cigarro con el que ha dominado los nervios durante la entrevista. Una vez la grabadora se apaga, recuerda varias anécdotas del Moratalaz del pasado con su abogado. Surgen apodos que remiten a partidos de fútbol en la calle o en los patios. Precisamente un patio como este, con el que de pequeño Rubén no podía ni soñar: “Cuando era crío no sabía que en Moratalaz había casas con jardín. Desde que me enteré es lo más a lo que aspiraba en la vida”. Aquel cedro convirtió su sueño en pesadilla. Y, pese a lo extremo de sus circunstancias, lo tiene claro: “Yo lo volvería a hacer. Con ese peligro ahí, mi vida y la de mi familia no era vida”.
20