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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal

DEL #15M al #14N: crisis política y revolución

Carlos Sánchez Almeida

Abogado —

Año y medio luchando en las calles y en la red. La ciudadanía que decidió tomar las plazas en mayo de 2011 ha desarrollado en los 549 días que van del 15-M de 2011 al 14-N de 2012 un auténtico proceso revolucionario, en respuesta a la crisis económica y política que afecta a todas las estructuras del país. La huelga general de mañana supone la confluencia de todas las luchas, en una unidad de acción que va mucho más allá de las meras reivindicaciones laborales.

El #15M confluyó en las calles un movimiento inclusivo gestado en la red, en un proceso comunicativo horizontal, acéfalo e incontrolable que supera las estructuras jerárquicas de las organizaciones políticas y sociales del viejo régimen. Diversos autores (Castells, “Redes de indignación y esperanza”, Quintana y Tascón, “Ciberactivismo, las nuevas revoluciones de las multitudes conectadas) han podido verificar cómo internet permitió la agregación de múltiples colectivos activistas en un frente común que ha alterado para siempre el equilibrio de fuerzas en la política de este país: tras el 15M nada volvió a ser lo mismo.

Los grandes cambios políticos y sociales no se producen de repente: son el resultado de un aluvión de circunstancias determinadas por la evolución económica y tecnológica de una colectividad. La crisis económica no ha surgido de la nada: es la consecuencia de decisiones políticas de una élite que ha perdido todo contacto con la realidad. El poder económico, político y mediático que pretendió vertebrar este país durante las últimas décadas ha perdido toda capacidad de estructurar la sociedad.

El #15M fuimos capaces de quebrar el silencio impuesto por una prensa que despreció las convocatorias de un movimiento ampliamente difundido en la red. Sin organizaciones políticas al frente, los ciudadanos se apropiaron del espacio público y comunicacional, rompiendo todos los monopolios informativos construidos al servicio de la autoridad. Y a lo largo del último año y medio, la sociedad ha construido los mecanismos de resistencia frente a la hoja de ruta marcada por el poder.

Cuando la movilización popular contra la Ley Sinde determinó una primera derrota parlamentaria del gobierno del PSOE, en diciembre de 2010, dejé escrito que lo que se estaba poniendo en cuestión desde la red ya no eran temas sectoriales de propiedad intelectual, sino el propio modelo de democracia representativa, anclado en estructuras propias del siglo diecinueve. Un modelo que ha propiciado la corrupción de la que traen causa todos los demás problemas del país: crisis económica, paro, desahucios y retroceso de libertades.

Tras el 15M, lo más urgente era evitar que amplias capas de la población fuesen desposeídas de su derecho a la vivienda. El movimiento #StopDesahucios ha generado fuertes vínculos de solidaridad basados en la empatía, y ha conseguido poner contra las cuerdas a la casta política y financiera, compelida a reformar con urgencia vetustos textos legales. Pero no es suficiente: la situación política del país requiere una enmienda a la totalidad.

El estado social y democrático de derecho consagrado en la primera línea de nuestra Constitución está roto, traicionado por una casta política que blindó en su texto el pago de la deuda. Todas las sucesivas reformas legales han ido dirigidas a desposeer de derechos cívicos y sociales a la población. Y frente a tal agresión, no cabe otra respuesta que la resistencia.

Los motivos de la huelga van mucho más allá de la mera protesta laboral: se trata de una huelga política protagonizada por toda la sociedad. En mayo de 2011 dijimos que no somos mercancía en manos de políticos y banqueros: mañana lo vamos a demostrar.

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