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La gente dice más barbaridades que nunca

El cantante Miguel Bosé.
13 de abril de 2025 21:32 h

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En una notable alteración de las leyes de la física, está ocurriendo que las personas “con más miedo que nunca a decir lo que piensan” dicen más que nunca lo que piensan en programas de prime time o en sus propios canales con cientos de miles de seguidores. De hecho, lo que piensan y dicen —aunque tengan más miedo que nunca a decirlo— goza siempre de una generosa repercusión. Volvió a ocurrir la semana pasada en ‘El hormiguero’ (el programa al que van más famosos a quejarse de que ya no pueden decir lo que piensan) con Miguel Bosé, que afirmó que hemos perdido las libertades de los años 70 y 80, que ahora la gente tiene miedo a decir lo que piensa, no como en aquellas décadas gloriosas en las que había plenísima libertad de expresión. 

Miguel Bosé no dijo nada original, esa crítica a la censura del wokismo es recurrente, pero sus palabras me hicieron pensar lo siguiente: Es muy probable que estemos en la época en la que la gente dice más barbaridades que nunca públicamente, pese a supuestamente tener más miedo que nunca a decir lo que piensan. No hay ni un solo día en el que ningún representante público, político, streamer, influencer, famoso, creador, líder de opinión, tertuliano o comentarista diga alguna barbaridad repugnante públicamente.  

Pongo algunos ejemplos recientes (la lista podría ser eterna): hace un par de semanas, el diputado balear de Vox, Sergio Rodríguez, comenzó su intervención parlamentaria con un “¡Feliz Día de la victoria!”, en alusión al 1 de abril de 1939, fecha en la que se proclamó oficialmente el fin de la Guerra Civil y el inicio de la dictadura franquista. También hace un par de semanas, el popular streamer WestCOL, uno de los participantes en la próxima velada de Ibai Llanos, dijo en su canal que “La mujer está acostumbrada a ser una mantenida. En el día del hombre, al hombre no le dan nada porque el hombre siempre es el que tiene dinero, el que mantiene y el que provee”. Hace un par de meses, el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, acusó sin fundamento a un inmigrante de un crimen machista en Langreo cometido por un vecino español de la localidad. El entrenador de fútbol Javi Poves lleva meses paseándose por platós y estudios en defensa del terraplanismo: “Os engañan”, sostiene. O el propio Miguel Bosé, alias ‘El cancelado’, sigue sumando entrevistas con discursos paranoicos y negacionistas. 

Vamos, no solo es que exista libertad de expresión, es que decir ese tipo de dislates goza de más atractivo que nunca porque la controversia, la polémica o la pretendida rebeldía consiguen seducir a muchas personas. El exotismo de ir a contracorriente magnetiza. Es cierto que algunos famosos han sido cancelados, en el sentido de que sus palabras o acciones han tenido algún tipo de repercusión laboral (casi siempre temporal; un par de meses y aquí no ha pasado nada). Pero es que tener la libertad de poder decir públicamente disparates racistas, sexistas, homófobos, conspiranoicos o anticientíficos, conlleva también el reverso de la libertad de réplica, la libertad para responder, contrarrestar o denunciar. 

Sostener eso de que vivimos dominados por la histeria moralista woke o esgrimir la ausencia de una libertad de expresión perdida, tan solo deja entrever un deseo: el de poder decir barbaridades sin ninguna consecuencia.

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