¿De qué les sirve ser súper billonarios?
Resulta patético ver a un súper billonario como Mark Zuckerberg haciendo donaciones y arrastrándose por los pódcast y espacios más MAGA con esa tortilla francesa mal hecha que se ha puesto en la cabeza. Da vergüenza ajena presenciar cómo ejecuta sentidos actos de contrición en nombre de la libertad, ofrece penitencias y sacrificios antes de que se los demanden y suplica el perdón por los pecados woke que los malvados liberales le obligaron a cometer para ver si así logra recolocarse favorablemente ante la inminente administración Trump. Casi inspiraría compasión si la mereciera; por mucho que pueda pagársela.
No llega al nivel de los saltitos anfetamínicos de Elon Musk en aquellos mítines inolvidables del road movie de la campaña presidencial, pero se acerca bastante y busca desesperadamente situarse a su estela. Su retirada de los verificadores de Facebook, Instagram y Threads en nombre de la libertad de expresión y la insoportable censura de no permitir que se proclame que las mujeres son enseres domésticos o que los homosexuales y las personas trans son enfermos mentales se aproxima bastante, en cambio, a la decisión de Jeff Bezos de impedir que The Washington Post pidiera el voto para alguno de los candidatos o censurar una caricatura suya y de sus Bros rindiendo pleitesía al Bro en jefe, Donald Trump, a cambio de sacas de dinero como aquellas que enloquecían al tío Gilito.
Uno se pregunta para qué vale tener tantos miles de millones y tanto poder si, al final, tienes que andar dejando que te rapen el pelo en la plaza del pueblo o haciendo de Oberkapo del primer presidente delincuente convicto de la historia de los USA. Si realmente merecerá la pena haber acumulado tantos miles de millones para ahora andar de palanganeros y aplaudidores de un delincuente para acumular otros cuantos miles de millones más.
Trump ya los hizo aún más ricos sólo con su victoria. La perspectiva de entrar ahora a saco en el botín de las finanzas federales, bajarse aún más los impuestos y seguir esquilmando los programas públicos financiados con los impuestos que sí pagan los demás, ya les hace y les hará aún mucho más ricos. La administración Trump fue y volverá a ser el ejemplo más perfecto y poderoso visto nunca sobre la faz de la tierra de ese “Capitalismo granuja” teorizado y descrito por el Nobel de economía Joseph Stiglitz —“Crony rentier capitalism, 2024”—, como la degeneración definitiva del llamado capitalismo de amiguetes —“Phony capitalism”. 2022—.
Ya no se trata solo de prevalerse de las relaciones privilegiadas con el poder y los decisores para hacer negocios en el límite de la ley y el mercado. Ahora se trata de hacerlos al margen o fuera de la ley o cambiando las leyes para convertirlos en el santísimo mercado.
Pero hay algo más tras semejante exuberancia irracional de servilismo rentista. Les mueve la codicia, pero puede que aún les incentive más el miedo a un Donald Trump que lleva cuatro años prometiendo ajustar todas las cuentas pendientes con todos los traidores tras su derrota en 2020. Saben que lo hará y sin piedad. Tantos billones y ni siquiera les valen para dormir tranquilos. Efectivamente, el miedo ha cambiado de bando, pero por las razones más inopinadas.
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