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Un llamamiento a la resistencia europea

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
17 de febrero de 2025 22:29 h

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Es evidente que a los europeos nos quieren dividir y, a ser posible, avasallar y someter.  Europa está en peligro y construir  la resistencia europea es una necesidad apremiante. “Europa inventó el Estado de bienestar y la revolución socialdemócrata”, ha escrito recientemente Thomas Piketty, “y es la región del mundo que más tiene que perder con el hipercapitalismo trumpista”Con todos sus problemas y contradicciones, pero con sus resultados indiscutibles, la Unión Europea ha construido durante decenios un determinado modelo político y social que hoy, con el auge de las oligarquías autoritarias y agresivas en el mundo, se halla en grave peligro. Europa no puede convertirse en un espacio de disputa internacional,  pasivo y dividido, en el que otros ejerzan a placer su fuerza y su influencia. Si no respondemos adecuadamente, o actuamos en orden disperso, perderemos todos.

No podemos saber cuáles serán las vicisitudes políticas de los próximos tiempos, pero sí es posible prever algunos errores que en Europa deberíamos evitar. El primero sería reducir la inevitable polarización actual a una confrontación entre populismos antagónicos, de derechas e izquierdas (bipolarización y bipopulismo no son sinónimos). El segundo error sería confundir simplificación y desregulación (no son lo mismo, ni mucho menos). El tercero sería  lamentarse, dividirse  y no hacer nada.

La tendencia a una polarización creciente es hoy un hecho evidente. En países muy distintos, y ahora en los Estados Unidos, se han instaurado nuevas formas de autoritarismo conservador (de “nacionalcapitalismo autoritario”, les llama Thomas Piketty). Con características propias en distintos países, muestran unos rasgos comunes: nacionalismo económico, afirmación identitaria y xenófoba contra la inmigración, reacción contra la disolución moral que  asocian  al “wokismo”, violencia verbal, voluntad de dominio en las redes, recurso al hombre fuerte. Se trata de una impugnación global al modelo democrático y social vigente en Europa.  

Sería un error deducir que esta polarización conduce inevitablemente a un bipopulismo, al enfrentamiento y al fuego cruzado entre un populismo de derechas y uno de  izquierdas. Un realismo elemental hace prever, por ejemplo, que en las futuras elecciones presidenciales francesas, un duelo Marine Le Pen–Mélénchon podría acabar probablemente con la victoria de la derecha radical. Lo que es hoy peligrosamente posible en Francia podría serlo mañana en otros países europeos. Unas alternativas electorales  secuestradas por los enfrentamientos entre movimientos populistas radicales de signo antagónico serían un peligro por partida doble. Por un lado, los populismos cabalgan sobre los problemas de la gente y no los resuelven sino que los empeoran. Por otro, cuando los nacionalpopulismos autoritarios llegan al poder, lo monopolizan con brutalidad iliberal, y desalojarlos electoralmente se hace difícil (véase el ejemplo de Hungría).  

Un segundo error a evitar en Europa sería confundir simplificación y desregulación. No son lo mismo. El pasado 23 de enero, Trump hizo una aparición virtual en el Foro de Davos, y dijo lo siguiente: “Tenía un gran proyecto en Irlanda y me advirtieron: 'El problema es que necesitas luz verde de la UE, y tardan entre cinco y seis años'. Les dije: '¿Es una broma?'”. Aquel mismo día, el director general del grupo Michelin (la empresa francesa de neumáticos, dicen que la más importante del mundo) se quejaba, ante una comisión del Senado francés, por verse obligado a luchar simultáneamente en dos frentes: contra una competencia internacional desatada e implacable, y contra un laberinto normativo en Europa, “con directivas a las que cada país decide añadir su toque personal”.  

Sería un error ignorar este tipo de comentarios por venir de quienes vienen.  Las derechas trumpizadas pretenden desregular en nombre de la libertad,  hacer suya la bandera antiburocrática, No hay que cedérsela, bajo ningún concepto, porque cuando pueden   usan la motosierra y cercenan la libertad. Esta no puede vivir sin reglas. Las más interesadas e intransigentes a la hora de unificar y simplificar reglas, procedimientos y lenguajes en la Unión Europea deberían ser las izquierdas. Es urgente una política europea sencilla, rápida, cercana y motivada, y una administración de la Unión Europea que tenga también estas características. 

En tercer lugar, y en la situación a la que nos enfrentamos, limitarse a las críticas y lamentaciones pasivas sería tal vez el peor de los errores europeos. No podemos resignarnos a que Bibendum, el personaje mascota del grupo Michelin, acabe  convirtiéndose en el símbolo de una Unión Europea pasiva y pusilánime, con un exceso de michelines en la cintura y con los neumáticos deshinchados.

En las primeras escaramuzas entre la nueva presidencia de Trump y la democracia europea tenemos un atisbo de lo que se avecina. Ante las agresiones de los nacionalcapitalismos autoritarios, del Este y del Oeste, es urgente la movilización de una nueva resistencia europea, de amplias fronteras democráticas. 

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