Mis mascotas son mi familia, ¿por qué un decreto sobre veterinaria puede hacer perder votos a este gobierno?

Mis mayores miedos son la resistencia bacteriana y que un organismo híbrido mediante inteligencia artificial someta a la humanidad y seamos esclavos biológicos de un nuevo orden. Con este punto de partida es fácil entender que estoy tremendamente concienciado sobre la necesidad de hacer un uso racional de los antibióticos hasta el punto de estar pendiente de que todas las personas que conozco a las que se los recetan me tienen encima para que no dejen antes de tiempo el tratamiento y concluyan el ciclo prescrito. Todos tenemos que ser responsables en el uso de los antibióticos porque si no lo hacemos ponemos en riesgo a la humanidad. Es así de sencillo. No es algo de lo que tengamos que hacer bromas porque es un riesgo real que acaba en España con la vida de 4.000 personas al año por bacterias resistentes a los antibióticos, cuatro veces las muertes de tráfico, y la previsión de crecimiento de las muertes por resistencia microbiana lo convierte en un problema mundial de primer orden.
La resistencia a los antimicrobianos (RAM) es considerada por la OMS una de las principales amenazas para la salud mundial. Sirva de ejemplo que para algunas infecciones comunes como las que provocan algunas neumonías, diarreas o infecciones urinarias la resistencia a los antibióticos en algunos países ya alcanza a la mitad de los pacientes infectados, lo que convierte infecciones que pueden ser leves en potencialmente mortales. En el caso de la Klebsiella pneumoniae o la E. coli solo queda como tratamiento antibiótico de último recurso la Colistina, habiendo países en los que ya se ha detectado resistencia microbiana, convirtiendo ambas bacterias en infecciones sin tratamiento posible. De que eso ocurra también somos responsables nosotros por tomarnos amoxicilina cuando estamos resfriados y nos queda algún blíster en casa o cuando no acabamos el ciclo del tratamiento que nos ha prescrito el médico.
Partiendo de esta premisa no podemos tomar medidas que implican poner en riesgo vidas. El uso veterinario industrial de los antibióticos es uno de los principales problemas que originó esta resistencia microbiana y el control tiene que ser extremo, pero no a costa de afectar a la vida de los animales de compañía. Las mascotas, mis mascotas, son parte de mi familia y cualquier cosa que les ponga en peligro me tendrá de manera frontal en contra. El decreto 666/2023 que el gobierno puso en vigor en cumplimiento de una norma europea es una de esas cosas que pone en riesgo la vida de mis animales y que es preciso reformar para modificar todos aquellos elementos que basándose en una necesidad de salud pública acaben por impedir el correcto tratamiento veterinario.
El problema es complejo, lo sabemos, y por eso hay que compatibilizar el celo en el uso de los antibióticos con los tratamientos con seguridad. El Real Decreto proviene del Ministerio de Agricultura, y es a quien es preceptivo dirigir las críticas, pero el ministerio de Sanidad tiene competencias para tomar alguna medida que haga compatibles ambos intereses y solucione en parte el problema. El artículo 106.1 del reglamento 2019/6 de la Unión Europea prohíbe a los veterinarios prescribir un medicamento fuera de lo indicado en la ficha técnica aunque exista evidencia científica de su funcionamiento debido a que la actualización de estas fichas técnicas es muy lenta. El Ministerio de Sanidad a través de la Agencia Española del Medicamento puede flexibilizar ese artículo como han hecho otros estados miembros para dar soporte legal a los veterinarios y que nuestras mascotas tengan más seguridad.
Hay varias exigencias que los veterinarios han puesto sobre la mesa para proteger sus intereses debido a las tremendas sanciones a las que se ven expuestos, aunque al hacerlo están protegiendo la vida de nuestras mascotas. Una de ellas, el fraccionamiento de los tratamientos, lo único que consigue es un coste menos lesivo para el dueño de las mascotas haciendo que solo las personas con recursos económicos puedan cuidarlas. Pero hay varias medidas que son aún más graves y ponen en peligro la vida de los animales de compañía como es la necesidad de comenzar los tratamientos con antibióticos de bajo espectro y esperar a que funcionen o no para poder elevar el tratamiento aun sabiendo que eso puede poner en riesgo la vida del animal. Otra de esas medidas que parece que no han calculado el impacto sobre el tratamiento animal es la imposibilidad de recetar antibióticos hasta tener un cultivo y un antibiograma, aumentando el tiempo de espera y con ello la posibilidad de complicaciones que pueden resultar letales. Si una norma pone en peligro a mi familia, porque mis animales son mi familia, no es difícil imaginar cuáles son las decisiones que tomaría contra el gobierno que los pone en riesgo.
No es posible que la lucha necesaria contra el abuso de los antibióticos para combatir la resistencia bacteriana sea a costa de arriesgar la vida de nuestras mascotas cuando todos conocemos el dispendio de antibióticos que se produce en la sanidad privada por el simple hecho de pagar una cuota con la que te entregan un recetario firmado previamente en el que el paciente puede incluir el medicamento que desea sin necesidad de ir al médico. Esto ocurre, esto lo sabe todo el mundo, y no puede ser que se tome como animales de laboratorio a nuestras mascotas para combatir lo que no se atreven a hacer desde otros ámbitos. La protección de la vida de nuestros animales de compañía es un valor transversal que puede llevar a mucha gente a tomar decisiones políticas y electorales radicales incluso en contradicción con su propia ideología. Este gobierno tiene que ser inteligente porque no está en condiciones de seguir perdiendo nichos de voto y la protección de nuestras mascotas es una línea roja para quienes los amamos.
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