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Ese particular del que usted me habla

4 de abril de 2024 22:01 h

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Habilidosos en el arte de medrar, unos les llaman pelotas y otros, aduladores. Sus principios son de quita y pon y sus lealtades dependen del mejor postor. No tienen escrúpulos y apenas dignidad. Siempre se mueven en los entornos del poder, y para que su estrategia funcione precisan de un jefe inseguro que necesite del halago para su autoafirmación. No piensen sólo en el ámbito laboral, eleven la mirada y fíjense en la vida pública. En los partidos también abunda este espécimen siempre dispuesto a ganarse el favor del jefe, a decir que es blanco lo que a todas luces es negro, a defender lo indefendible, a callar ante la injusticia y a aceptar lo que le manden sin atisbo de crítica o enmienda. Sin esa actitud, jamás hubieran ocupado la primera línea porque, aunque les sobra desparpajo, les falta preparación y también pundonor.

Sus superiores les usan como kleenex, ya que los pelotas suelen ser los primeros despedidos sin que medie siquiera un gracias por los servicios prestados. Nunca son los mejores y nunca son imprescindibles porque siempre hay otros dispuestos a ocupar su mismo espacio incluso con mayor picardía para desplegar sus encantos de lisonjero de forma subrepticia con tal de que su treta no sea descubierta por sus compañeros.

En el escándalo sobre el fraude fiscal, la falsedad documental, el cobro de comisiones y el sospechoso aumento de los ingresos de la pareja de Isabel Díaz Ayuso ha habido dentro del PP quienes se han puesto de perfil, quienes han dado la callada por respuesta, quienes han evitado pronunciarse sobre el asunto, quienes han celebrado las informaciones con el deseo de que alguien por fin se dé cuenta de que la reina va desnuda y quienes se han comportado, a la espera de recompensa, como un auténtico hincha. Y no sólo de la presidenta regional, sino también de quien comparte vida y residencia con ella y es sólo un “particular” desconocido para el PP y el gobierno de la Puerta del Sol.

Sobran las menciones a diputados meritorios o ex presidentas autonómicas porque han dejado demasiada constancia de los insultos vertidos hasta hace dos días sobre Ayuso en demasiados cenáculos y porque además son perfectamente identificables entre quienes sigan las tertulias televisivas. El caso de Alfonso Serrano llama si cabe aún más la atención porque retrata como nadie el síndrome del superviviente en política y de quien teme perder el favor de quienes lo alzaron a una posición dudosamente acorde a su capacidad y mérito. 

Hay trepas más inteligentes, sutiles y difíciles de detectar, pero no es el caso que nos ocupa. Serrano se citó el miércoles por la noche con Alberto González Amador, ese “particular” del que usted me habla, que ha admitido ante la Fiscalía haber cometido dos delitos de fraude fiscal que suman más de 350.000 euros. 

Dos semanas lleva el PP intentando reducir la polémica a un asunto que afecta a alguien ajeno a la Comunidad de Madrid y del que la dirección nacional -incluso la regional- no tiene nada qué decir y va Serrano y se reúne con quien tiene que declarar como imputado ante el juez el próximo mes de mayo, después de haber sido denunciado por la Fiscalía y admitido por escrito los delitos que se le imputan.

Que el senador y portavoz del PP regional no era el más avispado de cuantos aduladores rodean a Ayuso lo sabe incluso quien le designó para los cargos que ocupa. Para saber que no será nunca un Churchill de la vida pública basta con escuchar sus intervenciones en la Asamblea madrileña. Pero que la torpeza supere su habitual charlatanería ha sido todo un descubrimiento para dejar en entredicho todas las afirmaciones de los ayusers sobre el caso del antaño “técnico sanitario” y hoy acreditado comisionista imputado por dos delitos fiscales. Ha bastado con una cita en un bar alejado del centro de la capital, un refresco y una charla amistosa para que el particular, que no lo era tanto porque convive con la presidenta en una vivienda presuntamente pagada con el dinero defraudado, haya dejado de serlo ya por completo.

La célebre frase de  “un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo” de José Luis López Vázquez en Atraco a las 3 se queda corta para quienes sin el más mínimo sentido del decoro y la honestidad habitan en la política con una ignota vocación de servicio público. A esto seguro que es a lo que se refería Alberto Núñez Feijóo cuando decía este miércoles que la actual clase política “es la peor de los últimos 45 años”.

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En elDiario.es somos conscientes de que publicar noticias y opiniones como esta no es fácil, que puede haber consecuencias. Al menos ya sabemos a qué nos enfrentamos esta vez. Nos lo han dejado claro y por escrito: “Os vamos a triturar, vais a tener que cerrar”. Las amenazas de Miguel Ángel Rodríguez, la mano derecha de la presidenta de Madrid, no son solo un calentón. No es siquiera la primera vez que recurre a presiones así para evitar que se publique una información.

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