El Siglo de las Sombras
Hitler era comunista. Aunque llegara al poder para limpiar Alemania de bolcheviques, aunque metiera en campos de concentración a los socialistas y comunistas, aunque defendiera como sagrados los intereses de los capitalistas germanos, Hitler era tan comunista como Lenin y Trotsky. Lo ha dicho Alice Weidel en conversación con Elon Musk, y ella sabe de lo que habla: es la líder del partido neonazi AfD.
Sí, amigos, la ultraderecha ha declarado abierto el campeonato mundial de chorradas, aquello de la vieja canción infantil Vamos a contar mentiras. Recuerden: por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, tralará.
Los inmigrantes se comen los perros, se comen los gatos, se comen las mascotas de la gente que vive allí, en Springfield (Ohio). Lo recitó Trump durante la campaña electoral estadounidense, y ganó los comicios, claro que los ganó. Cuanto más gorda sea una patraña, más posibilidades de éxito tiene en estos tiempos en que el imperialismo digital de Musk y Zuckerberg fija el dogma ecuménico.
Trump niega el cambio climático, dice que es un cuento de rojos y verdes para fastidiar al capitalismo. Pero aún no ha tomado posesión como presidente y ya está anunciando su propósito de anexionarse Groenlandia. Por la fuerza, si es menester. ¿Y por qué? Porque el cambio climático está deshelando Groenlandia, permitiendo así la explotación de sus recursos de gas, petróleo y minerales raros.
Trump no parece intelectualmente muy coherente en lo de Groenlandia, pero ¿a quién le importa? La coherencia no es hoy una virtud. Lo virtuoso hoy, lo que da votos, compradores o followers, es soltar una gilipollez monumental y repetirla hasta que se grabe a fuego en los cerebros de la gente. Como aquello de que el epítome de la libertad es tomarse cañas en los bares durante una pandemia. O dejar que los ancianos se mueran en las residencias porque de todos modos se iban a morir.
No nos equivoquemos, no estamos viviendo un cambio político, estamos viviendo un cambio de civilización. Un regreso a tiempos anteriores al Siglo de las Luces, que dio primacía a la razón y el bien común. Ahora el derecho más respetable es el del terraplanista, la libertad de expresión a la hora de soltar embustes o dislates. Ahora lo heroico es enriquecerse a costa de la vida de seres humanos o la salud del planeta.
Europa ya pasó por ahí y lo llamamos Edad Media, los siglos oscuros que precedieron al Renacimiento y la Ilustración. Cuando los señores feudales imponían su derecho de pernada, la ley del más fuerte por la gracia de Dios. Cuando los inquisidores quemaban brujas y herejes en las plazas.
Y, sin embargo, la Ilustración terminó convenciéndonos de que la Tierra es redonda y se mueve en torno al Sol. Y de que todos los seres humanos tenemos derecho a la felicidad a partir de la libertad y la igualdad. No sin mucho combate y mucho dolor, estas ideas terminaron siendo hegemónicas en la segunda mitad del siglo XX, al menos en Occidente. Un tiempo tan cercano –yo mismo lo viví y no soy Matusalén– y a la par tan lejano desde que se impusiera la desmemoria como una prueba del vigor de la juventud.
El capitalismo salvaje y las nuevas tecnologías de control de masas son los dioses de este siglo, que bien podemos empezar a llamar el Siglo de las Sombras. Trump, Musk y Zuckerberg son sus profetas desde el Vaticano estadounidense; Milei, Meloni y Ayuso, sus obispos en las colonias.
Devueltas a su condición de rebaños, pastoreadas desde las redes sociales, las masas vuelven a practicar la servidumbre consentida. Dime, por favor, qué tengo que pensar, qué tengo que comprar, qué tengo que votar. No quiere pensar, quiero creerte. Bien sabes que yo adoro a los ricos porque soy un rico atrapado en el cuerpo de un pobre. Si me quieres, miénteme y te daré un like. Quiero creer que podría ser como tú, con un seguro de salud privado, un ático en Chamberí y un Maserati.
Malos tiempos para la verdad, para la lógica, para el sentido común, para el interés general. Muy malos. Urbi et Orbi. El cambio climático no existe, aunque yo quiera adueñarme de Groenlandia porque se está deshelando, dice el nuevo emperador. Hitler era comunista, suelta su alemana favorita, que resulta ser neonazi.
Y aquí en España seguimos para bingo. Franco era un abuelo entrañable que velaba por el bien de sus súbditos. El que gana una fortuna traficando con mascarillas durante una pandemia y defraudando a Hacienda es un ciudadano honorable y un empresario admirable. Los impuestos son un robo, salvo que se destinen a rescatar bancos y empresas en apuros. Los jueces que empapelan a los rojos son seres angélicos. Y así todo. Vamos a contar mentiras, tralará.
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