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Sin ciencia, EEUU acelera su declive

12 de marzo de 2025 17:07 h

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Hace unos días Trump anunció recortes en proyectos científicos y despidos masivos de académicos e investigadores. La comunidad académica occidental se ha solidarizado con el movimiento «Stand Up for Science» de defensa de la ciencia, pero lo cierto es que el declive americano ya había empezado antes y esta nueva medida es solo un pisotón en el acelerador. Las voces críticas se elevaron ya en 2017 y aunque ahora parece llegar un poco tarde, la protesta viene con fuerza renovada.

EUA lleva padeciendo una pérdida de talento científico desde hace años. El neoliberalismo galopante y desenfrenado ha propiciado una deriva en masa de jóvenes hacia las áreas de empresa, finanzas y derecho, atraídos por la promesa de altos sueldos y dinero fácil. Mientras tanto, solo alrededor del 7% del alumnado cursa alguna ingeniería. 

En las últimas dos décadas, EUA ha tenido que suplir con extranjeros su carencia de trabajadores STEM (acrónimo para ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). En 2019 la cifra alcanzaba el 23% del total de este sector, pero en algunas ramas concretas el número se disparaba: el 40% de los desarrolladores de software, el 25% de los ingenieros y el 30% de los físicos. En California el 40% de todos los STEM eran extranjeros (según datos del American Immigration Council).

Hace unos años EUA era el lugar donde se formaban las élites científicas de países ahora punteros. De los casi noventa mil estudiantes chinos que se doctoraron en universidades estadounidenses hace cinco años, unos 30.000 eran ingenieros (35%) y algo más de 50.000 lo hicieron en ramas científicas. De los 7.000 iraníes doctorados allí, nada menos que el 66% lo hicieron en ingenierías. Si se quiere tener una dimensión de estas cifras, en España (últimos datos del Ministerio de Universidades) en 2022-2023 egresaron 11.784 doctores, de los que 2.710 lo hicieron en ciencias, 1.624 en ingenierías y 289 en informática.

Ahora es China quien está atrayendo masivamente ingenieros y científicos, aparte de formarlos ella misma sin necesidad de ir al extranjero. Y es Irán quien está desarrollando armamento fuera del alcance estadounidense, aplicando lo aprendido en sus universidades.

Según el Nature Index para las ciencias naturales, un estudio promovido por la prestigiosa revista científica Nature, China superó a EUA en productividad científica ya en 2022, una predicción que se venía anticipando desde hacía años.

Si a la pérdida de un talento que podría dedicarse a la investigación y que deriva a profesiones que añaden poco o ningún valor al desarrollo le sumamos la ola de fanatismo y de superstición tanto a nivel estatal como federal que censura y margina al científico, lo que se obtiene es una aceleración del proceso de declive y una creciente incapacidad para innovar en sectores industriales, que son los que aportan valor y competitividad. Los aranceles a los productos innovadores extranjeros no va a conseguir, desde luego, que se invierta esta tendencia.

Como europeos, todo esto nos invita a reflexionar. En la UE y según datos de Eurostat para 2022, el 22,1% de los estudiantes universitarios (grado, máster y doctorado) pertenecen a ramas de empresa y derecho, mientras que el 15,5% lo hacen en ingenierías y arquitectura y no llega al 8% los que cursan ciencias y matemáticas. Si se es optimista se puede pensar que la situación no está mal, ya que sumadas ambas se equilibra con el total de estudiantes que irán al sector servicios y no a ciencia e innovación. Sin embargo, el peso de la industria en el total del PIB europeo mantiene una tendencia descendente desde 1991, lo que afecta directamente a la capacidad de absorber a nuestros propios titulados. Por tanto, cabe mucho margen de mejora en esta relación entre ciencias y progreso industrial.

Hace años, en una manifestación a favor de la ciencia, una participante mostraba una pancarta en la que se leía: «Toda película de catástrofes empieza rechazando lo que advierte algún científico». Lo que ahora advertimos los académicos es que atacar y censurar las universidades significa gripar las posibilidades de crecimiento, innovación y desarrollo. Y para ello es de vital importancia la planificación pública y el sostenimiento de los recursos, ya que solo la planificación a largo plazo y la inversión creciente y continua, como ha hecho China en las últimas tres décadas, es la que garantiza el sostenimiento de la investigación y el desarrollo de las ciencias y, por ende, el de toda la sociedad.

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