La licencia marital: con Franco se vivía mejor

He obligado a mis hijos a escuchar el podcast del 7 de marzo de este periódico sobre la licencia marital.

Uno de ellos no va a eventos multitudinarios porque no le gustan. Las jóvenes de su clase se lo echan en cara: lo ven como una falta de apoyo y, en consecuencia, lo consideran machista. Y se lo hacen saber a gritos y con recriminaciones. No es el camino. A mi hija no le interesaba nada. Pero he insistido hasta el grito para que esa libertad de que goza no se concrete en banalidades tales como “me visto como quiero” o “voy a donde quiero”; o escojo los estudios que más me gustan, esta última una opción trascendente, pero poco recordada: cuántos hijos de mi generación, hombres y mujeres, tuvieron que dedicarse profesionalmente a lo que quisieron sus padres, y cuántos no lograron hacer lo que deseaban. Hechos concretos que desconocen enteramente las generaciones posteriores, mis hijos. Y que les sirven como argumentos contra esos compañeros que consciente o inconscientemente dicen que con Franco se vivía mejor. El dictador por la gracia de Dios puso en vigor leyes romanas de siglo I d.C para hombres y mujeres. 

Incluso hay circunstancias concretas de esa discriminación que aún nos alcanzan: EEUU firmó pero no ratificó, no está en vigor pues, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), instituido el 3 de septiembre de 1981 por la ONU y que ha sido ratificado por 189 estados, pero no se ha adherido aún EEUU, repito.

Falta mucho conocimiento de cómo fue la vida cotidiana bajo la dictadura en las nuevas generaciones. Y este periódico hace bien en divulgar hechos concretos de mujeres concretas al margen de ideologías.