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Ábalos, el hombre fuerte del PSOE en el Gobierno que sobrevivió a mil batallas y ahora está en la diana de la derecha

El ministro José Luis Ábalos, durante su intervención en el Pleno del Congreso en el que la derecha le atizó por su reunión con la vicepresidenta de Venezuela.

Irene Castro

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La derecha ha colocado a José Luis Ábalos en la diana. PP, Ciudadanos y Vox han iniciado una batalla contra el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana por su encuentro con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, que amenaza con convertirse en una guerra de desgaste contra el hombre fuerte del PSOE en el Gobierno. Pedro Sánchez le ha arropado y nadie ni en el partido ni en Unidas Podemos cuestiona su continuidad, pero en las filas socialistas sí admiten que “estar en la picota” puede pasar factura a quien un dirigente define como el “superviviente de las mil batallas”.

La polémica sobre la reunión de Ábalos con la número dos de Nicolás Maduro colea desde hace tres semanas, cuando Vozpópuli reveló el encuentro cuyo impacto fue inicialmente minimizado por Moncloa. El Ministerio ofreció varias versiones de la noticia: inicialmente negó el encuentro, luego lo calificó de saludo de cortesía hasta que Ábalos acabó admitiendo que subió al avión y mantuvo una conversación de unos 25 minutos con la vicepresidenta del país caribeño, que tiene prohibido pisar suelo europeo por las sanciones impuestas por la UE por vulneración de derechos humanos.

La tarde en la que creció la polémica, Moncloa se puso de perfil, algo que en algunos sectores del PSOE se llegó a interpretar como un abandono de Ábalos a su suerte ante la tensión entre el partido y el equipo más cercano del presidente mandatado por Iván Redondo. Pero Sánchez salió en su defensa 24 horas más tarde: “Puso todos los esfuerzos para evitar una crisis diplomática”. Esa explicación lleva a muchos socialistas a pensar que, más que a recoger a su amigo el ministro de Turismo venezolano, Félix Plasencia, Ábalos fue al aeropuerto ante la advertencia del aterrizaje de Rodríguez para impedir que intentara entrar en España y, en consecuencia, tuviera que ser expulsada por las autoridades. “Es razonable”, reconoce un alto cargo gubernamental.

Lo cierto es que en un inicio la gestión de Ábalos pilló por sorpresa a personas del más estrecho círculo de confianza de Sánchez y activó algunas alarmas entre quienes venían diciendo que el secretario de Organización había perdido influencia en ese núcleo. “Es evidente que su relación con Pedro ya no es como era”, expresa una persona con una visión privilegiada de las relaciones entre Moncloa y Ferraz.

A pesar de que el Ejecutivo ha cerrado filas en torno a Ábalos –acusando a la derecha de intentar sacar rédito de algo que los socialistas dan por zanjado–, en el PSOE sí creen que puede acabar desgastando a medio plazo a quien lleva décadas embarcado en batallas orgánicas. “Tiene mucho pasado, lleva toda la vida en esto y ha sobrevivido a todo. Está en la picota. Ahora está expuesto y lo peor es que no sabe de dónde van a venir los disparos”, reflexiona un dirigente territorial que define a Ábalos como una “agencia de colocación”.

El temor que manifiestan algunas fuentes consultadas es que a partir de ahora comiencen a publicarse decisiones cuestionables del ministro en el pasado, como la contratación como asesor en el Ministerio de Koldo García, un socialista navarro sin experiencia en el sector que ejercía de conductor de Ábalos como secretario de Organización antes de ser ministro. Fue quien le llevó al aeropuerto la noche que Ábalos se vio con Rodríguez, pero en el entorno del ministro aseguran que muchos desplazamientos los sigue haciendo con él y no siempre con el coche oficial. Recientemente se ha publicado que el ministro situó a su asesor en el consejo de administración de Renfe.

“Es lo que han hecho toda la vida; ponen a los suyos y ya está. El problema que puedes tener es que en Valencia se acepta, pero ahora en Madrid está en el candelero y la derecha va contra él”, reflexiona ese dirigente territorial.

Origen comunista y perfil pactista

Mucho antes de ser secretario de Organización del PSOE y de que Sánchez le confiara una cartera sensible para los intereses económicos y territoriales, la carrera de Ábalos comenzó en una corriente política a la izquierda del socialismo. El dirigente siempre hace gala de su adolescencia comunista –se afilió a las Juventudes Comunistas con 17 años–, pero del PCE pasó al PSOE en 1981. Más allá del trabajo en el negocio familiar y de su profesión como maestro, Ábalos ha dedicado toda su vida a la política.

Comenzó como 'fontanero' en los 80 con cargos como director de gabinete del delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana y posteriormente en la consellería de Trabajo de la Generalitat, donde fue después director de cooperación. Posteriormente llegó al Ayuntamiento de Valencia como asesor del grupo socialista y en el año 2000 salió elegido concejal, un cargo que ocupó los siguientes nueve años. Desde entonces, dio el salto a Madrid como diputado en el Congreso.

Ábalos siempre ha tenido una gran capacidad para desenvolverse en los temas del partido. Su resiliencia se ha basado en la doctrina del 'negocio, pacto y reparto'. Así, en el año 2000 compitió para liderar el PSPV y perdió contra Ignasi Pla, pero lejos de quedar condenado al ostracismo sobrevivió y en 2008 lo volvió a intentar. Se retiró de la pelea y apoyó a Jorge Alarte, que venció. Cuatro años más tarde, Ximo Puig se impuso a Alarte, pero Ábalos se salvó: la debilidad del hoy presidente en la provincia de Valencia le llevó a secundarle como secretario general del partido a nivel provincial.

Ábalos y Puig estuvieron en bandos opuestos en el congreso en el que Alfredo Pérez Rubalcaba (con quien estuvo el primero) ganó a Carme Chacón. En 2014, ambos coincidieron en el apoyo a Pedro Sánchez por distintas razones –Puig porque se alineó como la mayoría de barones con él por señalamiento de Susana Díaz–, pero era Ábalos el hombre de Sánchez en Valencia. A partir de ahí la distancia se hizo cada vez más grande porque, además de la guerra de los socialistas a nivel federal, Ábalos nunca sintió que contaran con él como se merecía por su cargo de secretario general provincial.

Siempre con su Ducados en los descansos del Congreso, Ábalos experimentó una cierta soledad desde que Sánchez dejó su acta tras dimitir como secretario general. La bancada socialista era mayoritariamente susanista. Fueron un puñado de parlamentarios los que se quedaron del lado del líder descabalgado en la batalla y apenas él y Adriana Lastra con cierto peso orgánico. Se quedaron a su lado y le animaron a presentarse cuando Patxi López emergió como tercera vía. Cuando los diputados del “no es no” comenzaron su gira por España, Ábalos era uno más pese a haberse abstenido en la investidura de Mariano Rajoy, y es que su carácter afable le acerca a las bases.

Tras su épica victoria, Sánchez eligió a Lastra como vicesecretaria general del partido y a él como secretario de Organización –previamente le otorgó la portavocía interina–. Ábalos recogió una organización hecha trizas y partida por la mitad, pero ha ido tejiendo lazos con las federaciones más críticas. Sus rivales internos le reconocen mano izquierda y separan claramente su talante “del de su gente”, que frente a su espíritu pactista están en pie de guerra contra Ximo Puig y ahora también enfrentados entre sí por el relevo en la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana.

En el seno del PSOE también hay voces que dicen que el partido está desaparecido y que la Secretaría de Organización está desbordada con Ábalos en el Ministerio; pero por ahora Sánchez ha salido en su defensa por su intermediación con la vicepresidenta venezolana, una polémica que PP, Ciudadanos y Vox no pretenden soltar para desgastar a un peso pesado del Gobierno; pero han escogido a un dirigente bregado en mil batallas como diana de sus ataques.

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