Antonio Maíllo: “Izquierda Unida tiene que ser protagonista de la construcción de un frente amplio”
Antonio Maíllo (Lucena, 1966) llega a Madrid en plena campaña para liderar Izquierda Unida. Viene directo desde Sevilla, donde acaba de terminar de dar clase de Latín a sus alumnos en el instituto. Durante la entrevista con elDiario.es –el jueves, en la redacción– reconoce que ha dado el paso de aspirar a ser el próximo coordinador federal ante el peligro de que los valores de su organización “acaben en el sumidero de la historia” por la amenaza de las fuerzas de derecha y extrema derecha.
Maíllo, que fue coordinador de Izquierda Unida en Andalucía entre 2013 y 2019, quiere construir una nueva dirección federal alejada de los “hiperliderazgos” después de una etapa en la que IU ha caído, opina, en un letargo y cierto ensimismamiento. De los cuatro candidatos que se presentan a las primarias es el único que defiende sin ambages continuar la construcción de Sumar como frente amplio. Pero avisa de que Izquierda Unida tiene que ser protagonista de ese proceso. “No hay confluencia que tenga éxito si las partes que la forman no se sienten cómodas”, advierte.
Hace unos meses no aparecía en ninguna quiniela para liderar Izquierda Unida. ¿Por qué ha decidido dar este paso adelante?
No aparecía en las quinielas, ni siquiera en la mía. Mi salto adelante viene de una reflexión colectiva y una convicción personal. Me ha costado mucho trabajo, lo reconozco. No estaba dentro de mis prioridades vitales. Mi objetivo era seguir en la carrera docente. Pero el motivo personal que activa ese salto adelante tiene mucho que ver con mi sentido del compromiso. Soy militante de Izquierda Unida desde que se fundó, hace 38 años. Yo tenía 19. He vivido todas las derrotas, éxitos, fracasos y victorias, y he compartido mi vida prácticamente con la gente que me ha formado y con la que he establecido complicidades. Cuando ves que esa organización, y sobre todo los valores que tú defiendes, por los que has luchado tanto, se pueden ir por el sumidero de la historia, entonces salta ese dispositivo que dice: no estoy dispuesto a ello y no quiero que quede en mi conciencia que no di un paso cuando mucha gente me pidió darlo en circunstancias complicadas.
¿Por qué cree que es la persona adecuada para liderar IU?
Porque IU necesita una dirección de carretera y manta, muy pegada a la militancia, los territorios, la asamblea, las alianzas con las organizaciones y, sobre todo, a los movimientos sociales. Respecto al debate sobre con quiénes vamos a ir pues, sobre todo, con los sindicatos y con esos movimientos sociales, ecologistas, feministas, LGTBI, agrarios… Y propongo una dirección que esté fuera de palacio. Hace falta que tengamos gente que esté en palacio y que desarrolle una política institucional que sirva para mejorar la vida de la gente. Pero también una dirección política que no se hipoteque por las cosas de palacio, por decirlo con esa metáfora que me gusta mucho de la compañera Marga Ferré. Y necesitamos una dirección que salga del letargo y de cierto ensimismamiento que ha habido en los últimos tiempos en la organización. Esa tentación narcisista está, me preocupa y yo quiero combatirla con esta candidatura que es plural, pero que se enorgullece de formar parte de la tradición unitaria de Izquierda Unida.
Ha dicho en su respuesta que el legado de Izquierda Unida puede irse por el sumidero de la historia. ¿Por qué cree que eso puede pasar? ¿Está en peligro la existencia de IU o su legado?
No hablo de un debate existencialista interior, hablo de la sociedad y la vida. El avance de la derecha y de la extrema derecha es un hecho. Y aquí hay dos soluciones: o ponemos pie en pared contra esos valores de la insolidaridad, el racismo, la xenofobia, la desigualdad, la precariedad y la intolerancia, o esos valores se van a impregnar en la sociedad y yo no estoy dispuesto a ello. Quiero que se extiendan y se ensanchen los valores de Izquierda Unida y de otras organizaciones políticas y sociales de la solidaridad, la ayuda a quien lo necesita, la igualdad, la lucha contra la precariedad y la mejora de las condiciones de vida de la gente. En definitiva, la aspiración a la felicidad. A veces hacemos un debate tan interiorizado que se nos olvida quién está a las puertas de Constantinopla, por utilizar la metáfora del Imperio Otomano, con la amenaza de abrirlas y llevarse el botín. Y yo no estoy dispuesto a entregar esa llave. Cuando hablo de que no quiero que se me vaya por el sumidero de la historia hablo de la lucha del movimiento sindical por la dignificación del trabajo, los derechos humanos y el derecho a la vivienda no como objeto de consumo sino como derecho humano. Y a no dar un paso atrás en ninguno de los aspectos de igualdad y de derechos sociales de las minorías. Estoy hablando de una guerra cultural. Tenemos que afrontar a la ofensiva la defensa de unos valores y la ampliación de esos derechos. Y a eso se llama defender la democracia.
Cuando usted da el paso y empieza a perfilarse como una opción para liderar Izquierda Unida habla del mandato de la unidad, pero hemos acabado en un proceso de cuatro listas.
A veces los caminos de la política, como los del Señor, son inescrutables. Y yo estaba muy preocupado con que salir con cuatro candidaturas nos debilitara. ¡Fíjate qué sorpresa! Ha activado a la organización. Está en el debate social, en el debate fraterno lleno de sororidad de los militantes que están optando por la que ellos consideran mejor. Eso nos enseña que tenemos una militancia que se ha despertado de ese letargo.
¿Siente de alguna manera como un fracaso el hecho de no haber podido concitar alrededor de su figura esa unidad?
La unidad mía no iba alrededor de mi figura. Eso es un error de percepción que tengo que desmentir. Yo apostaba por hacer un acuerdo de unidad e incluso no formar parte de él personalmente.
Su candidatura para liderar IU ha venido después.
Doy el paso precisamente por la ausencia de ese acuerdo. Pero a mí no se me habría ocurrido nunca en la vida –no por quedar bien sino porque no lo he hecho en mis 38 años de militancia– anteponer mi apetencia personal, que puede ser muy legítima, a un proyecto colectivo. Nunca he tenido interés personal en tener una responsabilidad y quizá por eso me han buscado, porque no lo tenía, ¿no? Y esas cosas se notan. En modo alguno he hecho nunca un esfuerzo de unidad en torno a mi persona. Al contrario, lo que decía era que solamente estaba dispuesto si formaba parte de esa solución, pero que renunciaba si la solución era otro referente. Esa ha sido siempre mi propuesta. No ha habido acuerdo y hay una convicción en esta lista que es una lista de pluralidad, en la que están todas las organizaciones políticas que integran Izquierda Unida. Estamos ocho coordinadores y coordinadoras de territorio, representantes del feminismo, movimiento LGTBI, el ecologismo, la política del derecho al agua y la educación y sanidad públicas, diputados y diputadas, alcaldesas y alcaldes, para vertebrar el municipalismo.
Nuestra candidatura es lo que más se parece a nuestra organización, pero evidentemente hay otras fuentes de legitimidad que son el resto de candidaturas. Yo tengo una convicción: que lo que decida la militancia es aquello que tenemos que obedecer. Y por eso planteo un escenario. Aquí hay cuatro candidaturas, puedo quedar primero, segundo, tercero o cuarto. Si quedo el primero, me gustaría liderar el proyecto de estos cuatro años y mi compromiso es integrar a las demás candidaturas desde la síntesis política, nunca desde posiciones incompatibles. Si yo soy segundo, tercero o cuarto nos ponemos a disposición de quien quede primero. La pregunta es: ¿qué harían los demás?
¿Si el resto está dispuesto a hacer lo mismo?
Lo dudo porque no lo han expresado públicamente y a mí me gustaría que se quedara resuelta esa incógnita.
Cuando habla de obedecer el mandato de la militancia se refiere...
Si yo quedo segundo, no voy a aspirar a ser candidato.
¿Pero a usted le gustaría que el resto hiciese lo mismo?
A mí me gustaría saber lo que van a hacer los demás. Yo creo que antes de la votación la gente tiene que decir 'oye, pues como dice Antonio, quien quede primero lidera, y si queda segundo o tercero nos ponemos a su disposición'. No lo he escuchado.
Pero le gustaría que ocurriese.
Me parece que sería lo más lógico, porque esto no es un partido político ni es el Parlamento. Esto es un movimiento político social, donde la pluralidad forma parte de nuestra identidad. Nuestra identidad son la pluralidad y la unidad. Hay a compañeros y compañeras que se les olvida. Hoy hay una tentación aislacionista que a mí sí me preocupa. Y nosotros nos situamos en un diagnóstico que es que el hecho de que las confluencias sean manifiestamente mejorables no debe llevarnos a la tentación de aislarnos, porque nosotros somos grandes y somos un proyecto solvente y útil cuando ensanchamos nuestra alianza con más gente. Siempre lo hemos hecho y queremos seguir haciéndolo. Y la tentación aislacionista me parece que sería un error que nos llevaría a la irrelevancia. No quiero para Izquierda Unida la irrelevancia.
Uno de los elementos centrales del debate entre candidatos es la política de alianzas. Usted acaba de decir que el aislacionismo no es la solución, pero ¿cómo cree que Izquierda Unida debe relacionarse con Sumar? ¿Debe formar parte del frente amplio e integrarse en las estructuras de Sumar o debe mantener una relación de coalición, como funcionaba con Unidas Podemos?
Nosotros como Izquierda Unida queremos ser protagonistas de la construcción de un frente amplio, se llame como se llame. Ha tenido ya muchos nombres y hemos sometido al electorado y a la propia articulación del espacio de la izquierda a mucho estrés. Tenemos una voluntad unitaria y cuando hablamos de unidad se empobrece mucho el lenguaje, porque la gente se limita a identificar la unidad con la sumas electorales, hacer coaliciones... Pero oye, y los ensanches con las alianzas sociales, ¿dónde quedan? ¿Dónde queda el trabajo con el movimiento de la paz? En estos momentos hay un despliegue de estudiantes por toda la universidad española en contra del genocidio israelí, en defensa de la población palestina. Ahí tenemos que estar nosotros. Ahí está el compañero Manu Pineda, a quien tienen como un reconocido dirigente lleno de autoridad moral en la defensa de la causa del pueblo palestino. Reducir el debate a cómo vamos a ir con Sumar o cómo antes íbamos con Unidas Podemos es limitar toda la grandeza y la capacidad de intervención social y en el conflicto que tiene Izquierda Unida.
Nosotros lo que planteamos es que queremos formar parte de un frente amplio y ser protagonistas en esa construcción del frente amplio. Hace un año, cuando estaba de moda como nadie Yolanda Díaz y Sumar y parecía que la gente se daba codazos por estar en la foto con Yolanda, yo escribí un artículo en el que decía: no sabemos si Sumar va a durar mucho o poco, eso dependerá de la vida y de la circunstancia. Ellos han decidido organizarse, articulan, suman... porque llegan a gente que a lo mejor Izquierda u otras organizaciones no llegan. Y a mí lo que me importa es que en la acumulación de fuerzas que organizamos con Izquierda Unida nosotros seamos protagonistas de ese frente amplio. Y desde luego, negociar en buenas condiciones, algo que es fundamental y que lo ha dicho [María Eugenia] Rodríguez Palop, una compañera que no es de Izquierda Unida pero que reconoce lo que nosotros siempre hemos dicho: no hay confluencia que tenga éxito si las partes que la forman no se sienten cómodas. Todo aquel escenario en el que no nos sintamos cómodas organizaciones que vayamos unidas al final no llega a ningún lado. Es como los hiperliderazgos. Leo gente, incluso compañeras y compañeros de mi organización, que dicen que hace falta un hiperlíder, un superhombre, una supermujer que tiene que concentrar todos los frentes, el institucional, el organizativo y el comunicativo. Es un error, es no diagnosticar bien que el tiempo del hiperliderazgo ha acabado.
Sumar es un hiperliderazgo ahora mismo.
Ahora mismo sí, pero eso no va a ningún lado. No trasciende. Yolanda es la mejor ministra de Trabajo de la historia de España y, desde luego, el último acuerdo lo demuestra. Se ha llegado a un acuerdo con los sindicatos de aumento de las prestaciones por desempleo y eso son políticas que mejoran la vida de la gente. ¿Quién puede cuestionar el liderazgo de Yolanda Díaz como ministra de Trabajo? Pero los procesos de construcción de una organización no se hacen desde un ministerio. Desde un ministerio se potencia lo que representa un proyecto político y yo creo que los proyectos políticos solamente tienen solvencia si hay articulación y pegamento al territorio y vertebración con un fin federal para tener un proyecto de país. Izquierda Unida tiene esa responsabilidad, que es que tiene vertebración federal, tiene proyecto de país y tiene un hilo rojo de una tradición histórica que no quiero que se pierda.
Los procesos de construcción de una organización no se hacen desde un ministerio
Entonces, desde esa responsabilidad, dos salidas en la Asamblea: quienes dicen 'repleguémonos, porque hasta ahora no ha ido bien la cosa en Sumar o antes no fue bien en Unidas Podemos, y vayamos solos y somos los mejores'. Es lo que yo llamo el narcisismo político. Narciso se enamora de su propio rostro reflejado en las aguas, pero nunca lo atrapará porque se ahoga en ellas. Un partido político que se mire a sí mismo es un partido que se da a la irrelevancia y desaparece. Y yo quiero construir una Izquierda Unida que dispute y mejore las condiciones de confluencia y, sobre todo, introduzca métodos democráticos de funcionamiento. Si no se dan esas dos condiciones es pan para hoy y hambre para mañana. Pero la dicotomía que se está viviendo, y me preocupa que alguna gente se deje arrastrar por lo que ellos nunca han sido, es que ahora de pronto haya una lucha por los aspavientos de quién es más identitario. La identidad de Izquierda Unida se ha reflejado siempre en su ensanchamiento y encuentro con el resto de la sociedad, no en su ensimismamiento hacia adentro.
Usted dice que Izquierda Unida tiene que estar en los espacios de confluencia. La pregunta es ¿cómo? Porque durante este debate con Sumar ha habido toda una discusión sobre cómo Izquierda Unida debe integrarse ahí, si debe ser un espacio que aporte federalidad dentro de Sumar o si debe ir a una relación confederal. En una entrevista en elDiario.es, la ministra Sira Rego defendía que ella apostaba por un modelo federal para Izquierda Unida y que usted, por ejemplo, estaba apostando por un modelo confederal en el que los territorios –y usted viene de Andalucía– pudiesen negociar con el resto de formaciones en función de su peso.
Yo me he presentado a unas primarias. Aspiro a ganarlas si la militancia lo quiere y voy a hablar de lo que yo defiendo. No me voy a dedicar a interpretar lo que defienden otros. Así que yo le agradecería a cualquier compañero de los que se presentan que cada uno defienda su postura. Cuando alguien empieza a interpretar al otro, algo le preocupa del otro. No sé si es que le preocupa que a lo mejor el otro tenga el liderazgo ya en el debate político, no sabemos si después en la militancia. Le voy a hablar muy claro: yo defiendo –y lo hemos defendido siempre– un proyecto federal. Un proyecto de federación que exige una estrategia federal. Y cuando hablamos de una estrategia federal hablamos de una estrategia de iguales desde los diferentes territorios. Lo defiendo porque somos un proyecto así y además porque es la única forma de articular y tener un proyecto de país. La confederalidad solamente puede llevar al aislamiento y a la no construcción de un proyecto que tenga integración y, por tanto, a la desarticulación de nuestro espacio. Otra cosa es que haya estrategias en las que la diversidad de situaciones que tenemos en nuestra organización hagan que en unos territorios de esos espacios de unidad podamos ser líderes por naturaleza, por implantación, y en otros tengamos que ejercer de minoría.
La confederalidad solamente puede llevar al aislamiento
A mí me parece que los 10 últimos años de la política nos han enseñado varias cosas. Una, que la nueva política que decía que iba a introducir elementos de organización y participación más democráticos no lo ha conseguido. Y os voy a decir una cosa: no se han mejorado los nuestros métodos de nuestra organización, que son muy democráticos. Es verdad, son lentos, de digestión y de debate profundo, pero al final son muy consistentes. Elaboramos guiso de olla lenta, buenos alimentos, buenos condimentos, un cierto tiempo mayor. No basta un debate con un click. El segundo elemento es que quizás las confluencias han estado fracasando hasta ahora porque a quien le ha tocado ser mayoría no ha sabido gestionar ser mayoría. Quizás los que hemos tenido que vivir el duelo de ser minoría, porque éramos el único referente a la izquierda y dejamos de serlo, hemos sabido ser minoría. Pero una cosa es tener en cuenta las diferentes realidades de nuestra organización en la implantación de los territorios y otra cosa es la voluntad absoluta de tener un proyecto federal y, por tanto, una estrategia absolutamente federal.
Se lo voy a preguntar de otra manera.
¿Porque no se lo he aclarado?
Para ver si lo entiendo mejor. Hay una tesis que circula de que hay gente en Izquierda Unida que defiende que IU tiene que ser en Andalucía lo que los comuns es en Catalunya o Más Madrid en Madrid.
¿Pero esa tesis dónde está, que yo no se la he escuchado a nadie?
Yo le pregunto si usted defiende esa tesis.
No, le acabo de decir que esto es un proyecto federal. Lo que defiendo es que ganemos y ensanchemos la alianza social y política con la gente y aspiremos –y eso sí nos lo tienen que reconocer las demás organizaciones– igual que nosotros se lo reconocemos a ellos, que Izquierda Unida legítimamente debe aspirar a la hegemonía. Pero la hegemonía no es hacerse con el poder de nada. Se trata de hacer realidad y convertir los espacios de unidad a lo más parecido a la realidad en los territorios. Cuando alguien empieza a dedicarse desde otras candidaturas a interpretar como el oráculo de Delfos lo que otros quieren decir yo, con todo el respeto, creo que se sitúa en un campo perdedor.
Nosotros reivindicamos nuestra capacidad de conexión, de contacto, interlocución y trabajo. Sobre todo de trabajo, que a veces se nos olvida, porque aquí hay gente que confunde la confluencia con llegar a un acuerdo entre los aparatitos, a ver cuántos números de escaños tenemos en el Parlamento. Y eso conduce al fracaso. O articulamos por abajo un encuentro de la gente y un respeto de cada tradición, de cada cultura política, o no funciona nunca nada.
Decía un personaje de Almodóvar en una película, en Todo sobre mi madre, que “una es más auténtica cuanto más se parece a lo que soñó de sí misma”. Pues yo quiero que Izquierda Unida sea más auténtica cuanto más se parezca la sociedad, a lo que soñamos de ella. No con una visión narcisista y ensimismada de la organización, sino con una visión ambiciosa, amplia y que nos reconozca a la gente desde el poder amable de la razón, por utilizar una frase muy conocida de Julio Anguita. Desde el poder amable de la razón persuadir y ganar políticamente en los espacios en los que tenemos alianzas.
Hablaba antes de los hiperliderazgos, de las confluencias que no funcionan.
No hay método democrático, es así.
Pero al mismo tiempo Izquierda Unida ha estado involucrada en la construcción de este nuevo espacio que, por lo que están diciendo, tampoco ha terminado de funcionar. ¿Cómo pretende cambiar eso?
Usted circunscribe las alianzas y los campos de alianzas solamente a las formalidades políticas, ¿no? Claro, eso es parte de un error de diagnóstico que hemos tenido, que es que hablamos mucho de confluencia y al final lo que se ha convertido es en negociaciones para listas electorales. Pero no se habla de articulación, de movimiento de la política verde, de la política de paz, de la política laboral, de la lucha contra la sequía, de la elaboración de una ley de vivienda que amplíe el derecho a la vivienda como derecho humano. Y a lo mejor por ahí hay que empezar para que tenga éxito la confluencia. Sosegarnos, hacer política y transmitir desde las periferias cierta sensatez. Me parece que a la izquierda también nos ha faltado cierta sensatez. Yo comprendo que el ambiente está tan tóxico y envenenado que incluso queriéndolo disputar te impregnas de él. Aspiro a que nuestro país, España, se parezca más a sus periferias que a la Corte madrileña. Es insoportable el nivel de intoxicación y envenenamiento que hay en la Corte. Cuando hablo de periferia no solo hablo de periferias territoriales. La trabajadora que viene de Madrid Sur al barrio de Salamanca a trabajarle a los ricos también es periferia y la hago mía y la abrazo. Cuando hablamos de las periferias estamos hablando de disputar y no resignarnos a que ese envenenamiento, que es el terreno en el que se siente cómoda la extrema derecha y el fascismo, sea el que proyecte al resto del país. Quiero crear espacios amables en la política. El otro día tuvimos un debate. A mí me pareció formidable. Si conseguimos que a la gente que no es militante tras escuchar el debate le dé ganas de militar en Izquierda Unida hemos triunfado todos. Da igual quien gane. Lo que me importa es que este proyecto vaya adelante, mantenga su línea de ensanche, de alianza, sea unitario, plural y cree un espacio amable de la política que muchas veces no hemos creado.
Le voy a hacer una pregunta relacionada con la Izquierda Unida que quiere construir a nivel orgánico, pero que tiene que ver también con esto, con lo colectivo, con las direcciones plurales. Se lo digo porque la ministra también decía en la entrevista que ustedes han propuesto un modelo de dirección en el que querían descabezar a Izquierda Unida suprimiendo la figura de la coordinación general para sustituirla por un triunvirato. ¿Es algo que ustedes han promovido? ¿Quieren que eso sea así o van a mantener la figura del coordinador, la estructura de Izquierda Unida?
Yo voy a hablar de mi candidatura. Aspiro a ser coordinador de esta organización y a tener una dirección coral en la que integre a la pluralidad, la que lleva mi candidatura, que ya de por sí es plural y la que otros, desde la legitimidad que le dé la militancia, lo integre. Yo estoy dispuesto si soy número uno a integrar al resto de la gente. Izquierda Unida no se puede permitir el lujo de desdeñar inteligencias de diversos frentes. Hay gente muy valiosa en todas las candidaturas, muy valiosa. La única línea es que haya una contradicción manifiesta en las tesis políticas de a dónde tenemos que ir. Un barco no se puede dirigir con dos timones.
Aspiro a colectivizar una dirección en la que haya muchas voces y en la que yo tenga una función de recorrerme los territorios y hablar directamente con la militancia. Esto no es una promesa, eso lo he hecho en Andalucía. Y le voy a decir una cosa: en Andalucía lo hemos pasado muy mal cuando llegó el tsunami Podemos, que podía habernos arrastrado en 2015. Entonces tenían la previsión de un 27% [de votos], por encima del PSOE y del PP. En esas condiciones resistimos, mantuvimos grupos parlamentarios, seguimos trabajando en el Parlamento de Andalucía y en el territorio. Conseguimos 1.000 concejales y alcaldías. ¿Y sabe por qué resistimos? Porque establecimos una complicidad directa de la dirección política con la militancia. Quiero hacer eso a nivel federal porque nuestra militancia se ha sentido huérfana de dirigentes muy alejados. En eso hay que reconocer que no han engañado. Son perfiles más intelectuales, muy académicos, que nunca engañaron, porque además han contribuido de manera muy brillante y han hecho aportaciones formidables a nuestra organización. Pero en estos momentos lo que tiene que decidir la organización es si quiere un coordinador que se dedique a encontrarse con la militancia, a fortalecer las organizaciones y los territorios. Se trata de trabajar con gente que reconoce la diferencia, pero que la diferencia hace unidad de acción. Hay otras compañeras u otros compañeros que consideran que la mejor forma de funcionar es siendo alguien coordinador o coordinadora y llevando un equipo de absoluta confianza. Yo pienso que eso no se parece a lo que es Izquierda Unida.
Entiendo que ofrecería puestos de confianza a Sira Rego y a gente de su lista.
A todos. Mientras haya compatibilidad política, por supuesto.
¿Y eso se extiende al resto de candidaturas? ¿A Álvaro Aguilera y a José Antonio García Rubio? Es verdad que hay candidaturas que quizá no tienen el mismo timón del que hablaba.
En Álvaro Aguilera veo diferencias políticas, casi incompatibles. Pero yo reconozco mucho, por ejemplo, la figura de José Antonio García Rubio. Es una persona muy respetable y que hay que reconocerle coherencia. Creo que yerra en el diagnóstico, pero no se puede negar coherencia en las tesis que defiende.
Hablaba antes de que la presencia de Izquierda Unida en el Gobierno no debe hipotecar –creo que usaba esa palabra– la posición política de Izquierda Unida en algunas cuestiones. No sé si entiendo de esas palabras que hasta ahora lo ha hecho en los últimos años con Alberto Garzón en el en el Ministerio de Consumo y ahora con Rego y dentro una coalición más amplia. ¿Eso ha pasado?
Lo que significa es que en este fortalecimiento de Izquierda Unida como elemento vinculado a crear espacio de unidad y amplio lo que no puede haber es contradicciones. Por ejemplo, en política de defensa o en política exterior hay contradicciones y, además, no está pactado. El acuerdo de gobierno hay que blindarlo porque el fascismo está a las puertas de Constantinopla. España es una excepción de gobierno progresista frente al avance de la derecha de extrema derecha en Europa. Pero cuando se dan contradicciones, sobre todo en política exterior y de defensa –que se han dado– un coordinador que no está en el gobierno no tiene la hipoteca que puede tener un ministro o una ministra, que va a tener más dificultades de estar en un Consejo de Ministros aprobando determinadas notas o deliberando sobre determinadas medidas con las que no estamos de acuerdo. Y puede desmarcarse. E incluso más que discrepar, porque no se trata de cultivar una discrepancia, un coordinador fuera del Consejo de Ministros puede dedicar la energía a ensanchar alianzas sociales con los sindicatos, con otros movimientos sociales para ampliar y empujar al Gobierno a ampliar derechos.
En este sentido, estamos en un momento crítico en términos de políticas que han sido el germen de Izquierda Unida en el pasado, como es el movimiento contra la OTAN. No sé si cree que ahora mismo hace falta tanto en Izquierda Unida como en Sumar más contundencia con el aumento del gasto militar, con que el Gobierno esté cediendo bases navales para la OTAN o con la falta de ambición en la política exterior con Palestina.
No es que haga falta, es que lo están haciendo. Y yo celebro que en el debate dentro del Gobierno haya una parte de la que nosotros formamos parte que pone pie en pared con respecto a determinadas tentaciones que tiene el Partido Socialista. Y aquí no nos engañamos, cada uno tiene una visión. ¿El papel que tiene que hacer Izquierda Unida cuál es? ¿Jugar al juego de mayoría-minoría que está muy definido en el Consejo de Ministros y, por tanto, tiene las de perder si solamente hace un debate de palacio? ¿O construir hegemonía social y movilizaciones para que el Gobierno se avenga a las peticiones del bloque progresista mayoritario que defiende el reconocimiento del Estado palestino, que aboga por la ruptura de relaciones con Israel, etcétera? Y ahí tenemos incluso alianzas en términos sociales con votantes que a lo mejor después votan al PSOE, pero que van a estar más cerca de nosotros. Y quizás el papel que nosotros podemos hacer es ser audaces en las propuestas políticas, construir tejido social y alianzas para hegemonizar determinadas opiniones que después lleguen al Consejo de Ministros con mucha más fuerza y convicción. No es lo mismo debatir con un presidente del Gobierno una ley sin que haya debajo un apoyo social determinado que con una movilización social que tiene que hacerle ver a Pedro Sánchez que la aspiración del bloque progresista español tiene una idea muy clara. Y en ella lo que nosotros simbolizamos está mucho más reflejado.
Entrevista completa:
Vídeo: Javier Cáceres.
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