CRÓNICA

Las bases del PP de Ayuso pasan factura a Casado en la votación a Feijóo: “Los trapos sucios se lavan en casa”

Aitor Riveiro

21 de marzo de 2022 22:55 h

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El PP de Madrid intenta salir del “shock” . El diagnóstico es de una militante de la sede del Distrito de Salamanca, una de las más numerosos y activas de la ciudad. Allí ha militado desde siempre el presidente dimisionario, Pablo Casado. La afiliada expone su dictamen durante la jornada de elecciones primarias celebrada este lunes para ratificar, sin rivales, a Alberto Núñez Feijóo en sustitución de Casado al frente de la dirección nacional. El presidente de la Xunta ha logrado 36.781 votos de los 41.681 afiliados inscritos en el proceso. De ellos han participado efectivamente 36.974. Antes, logró 55.580 avales para optar a presentarse a la elección. Nadie más obtuvo las 100 firmas necesarias para postularse. En total, se inscribieron un 5,35% del total de 778.046 militantes que declaró el PP en sus cuentas de 2020. Han votado a Feijóo un 4,72%.

La solución quirúrgica, rápida y fría, resuelta en un mes, que han improvisado los barones del partido es aplaudida por las bases del PP de Isabel Díaz Ayuso (lo son políticamente, aunque no todavía orgánicamente) como la única posible para suturar la herida y atajar una crisis de una virulencia como no recuerdan ni los más veteranos del lugar. Y Madrid ha sido siempre cuna de enormes broncas internas, a izquierda y derecha.

En las bases del partido en Madrid hay cierta unanimidad sobre lo insostenible que era la situación de Casado, uno de los suyos, aunque casi nadie es capaz de explicar qué ha pasado realmente. elDiario.es ha recorrido durante el lunes que estrenaba la primavera de 2022 diferentes sedes del PP en la ciudad para sondear los ánimos del partido y, especialmente, de sus bases, que en los últimos meses han asistido atónitas al enfrentamiento abierto entre el presidente saliente y Ayuso.

Dos amigos (examigos ya) separados casi contra su voluntad, a tenor de las opiniones de quienes se han acercado a votar pese a la pertinaz y copiosa lluvia que no invitaba al paseo hasta la sede. Conchita y Pilar, dos veteranas afiliadas del partido en Chamberí, mencionan en la sede del Paseo de Eduardo Dato expresamente la existencia de una “mano negra” que manejó los hilos de la dirección nacional del PP.

Chamberí es la sede en la que milita Ayuso, a donde acudió a votar al final de la tarde. Al frente está un veterano del partido, Jaime González Taboada, forjado en la política municipal hasta que dio el paso a la regional de la mano de Cristina Cifuentes. Hoy es senador por designación autonómica, pero este lunes los papeles que tenía frente a él en su mesa eran los del censo de militantes inscritos para votar. A las 12.00 había informado al Comité Organizador del Congreso (COC) del próximo mes de abril de la asistencia a las urnas: 33 personas, un 15% de quienes se habían apuntado. “Por la tarde vendrá el resto”, vaticinaba.

“Se ha cerrado rápido y bien. Cuando queda abierto no sabes lo que puede ocurrir, pasa en cualquier partido”, responde. No es la primera vez que atiende a un medio de comunicación y se nota. Quienes acuden a votar no tienen la misma experiencia y, pese a los recelos iniciales por la presencia de un periodista, Conchita y Pilar acceden a explicar que han acudido a votar para que enviar a Feijóo un mensaje: “Que sepa que estamos con él”. Conchita apunta: “Dios quiera que podamos echar al señor Sánchez del Gobierno”.

Pilar es más habladora. Asegura haber sentido “mucha pena” y es la primera en mencionar una “mano negra”. “No sabemos de dónde han venido”, dice. El problema, cree, radica en haber hecho públicos los disensos internos. “Hay que discutir dentro, no en la calle. La imagen es muy importante”, asegura. “Los trapos sucios se lavan en casa”, señala. Otra frase que se ha convertido en mínimo común para las bases del PP, más molestas por el cómo que por el qué.

“Después de lo que hicieron no podíamos confiar en ellos”, zanjan ambas sobre Casado y su mano derecha, Teodoro García Egea. El murciano se ha convertido en el enemigo público número uno. Al presidente dimisionario se le perdona, más o menos. Se le explica, se le justifica. Nadie entiende muy bien cómo ha terminado así. Pero con el ex secretario general no hay piedad. Es el malo definitivo para todas las personas entrevistadas para este reportaje.

Pilar se siente “decepcionada” porque confió en Casado en 2018. “Es triste”, se lamenta sobre su final. Pero ambas se vienen arriba cuando hablan de Feijóo. El gallego ha conseguido insuflar ánimos a una militancia que transitaba por el filo del precipicio, conscientes de que si seguían por el derrotero que llevaba el partido desde septiembre de 2021, acabarían cayendo todos. A ellas se une una tercera persona para comentar la actualidad. Las tres terminan citando a sus periodistas favoritos. Carlos Herrera y Luis del Val (ambos en Cope) reciben su visto bueno. A “Federico” [Jiménez Losantos] le han dejado de escuchar, dicen las tres.

Ni Pilar ni Conchita estuvieron en la inédita concentración frente a la sede nacional del número 13 de la calle Génova de Madrid. Aunque para entonces el destino de Casado ya estaba definido, que miles de personas le gritaran “traidor” frente al balcón de los grandes triunfos aceleró la maquinara. Tres días después se rendía ya de madrugada ante la presión de los barones regionales, encabezados por el dirigente gallego. Tampoco Gaspar, de 74 años, quien asegura haber descubierto a Feijóo gracias a la gira que ha emprendido por las comunidades autónomas.

“La perspectiva es completamente nueva. Tiene otro carisma, es otra cosa distinta”, dice. “Casado me gustaba. Pero no sé si el secretario [general] que se echó quería mandar todo”, indica. García Egea otra vez en la diana. “Tenía mis dudas con Feijóo, pero me está dando alegrías”, concede. Su recelo se debe a que “él no quería salir de Galicia”. Asegura que en 2018 “ya se le ofreció” y renunció. Deja caer que quizá se debió a una “historia antigua que le marcó”, puede que en referencia a la fotografía con el contrabandista Marcial Dorado, pero no queda claro. “Pensé en Ayuso”, dice. “Me parece otra liga”, afirma con brillo en los ojos. “Pero que se foguee”, le aconseja. Ya ha votado en la única urna de la sede (no se eligen compromisarios porque se consensuan en una asamblea previa).  

Solo dos de la docena de militantes abordados por elDiario.es reconocen haber acudido aquél domingo a la concentración “espontánea”, en sus palabras, en defensa de Ayuso, aunque todos recibieron los wassaps de convocatoria. “Mientras el PSOE tapa la corrupción nosotros la sacamos. Haya o no haya”, asegura con vehemencia María Teresa en la sede de Chamberí, pese a sus dudas sobre hablar o no con el periodista. “En Andalucía todo tapadito, ninguna publicidad al caso de los ERE. Nosotros somos capaces de coger al nuestro y decirle que lo está haciendo mal. Eso es la democracia”, apunta su marido, Antonio, quien se declara “agricultor gracias a dios” y que sostiene que a Casado “le ha faltado brío”. “Necesitábamos otro líder”, zanja. La elección de Feijóo también satisface a ambos, que destacan su larga experiencia en cargos públicos.

La réplica la ofrece Lola, que acumula lustros de militancia en el Distrito de Salamanca. “La mitad eran de Vox, me parece una indecencia. Dimos una imagen de vergüenza”, asegura sobre la concentración en Génova. Ella reconoce que no votó a Casado en 2018 y se muestra cauta ante la llegada de Feijóo, a quien dice que no conoce bien por venir de Galicia. Concede que el PP estaba “en una situación insostenible” que ya detectó personalmente en el cierre de campaña de Castilla y León, en Valladolid.

Tras una breve tregua, Ayuso puso en aquel acto de nuevo su proa contra la dirección nacional. Y aún así recibió los aplausos más sonoros y unánimes de la jornada. Por encima del candidato Alfonso Fernández Mañueco. 72 horas después del cierre de las urnas el partido implosionaba por las filtraciones sobre un supuesto espionaje a la presidenta de Madrid.

También en Salamanca milita Macarena Puente, secretaria de Comunicación del PP de Madrid. “Hemos sabido enfocar la crisis rápido y bien”, apunta. “España no se lo podía permitir y el partido se estaba desangrando”, añade. Macarena, como otros cargos medios y responsables de distrito del partido señalan que lo ocurrido en el último mes ha sido “un trauma” para las bases militantes del partido. “Voté a Casado. Hubiera sido un gran presidente”, asegura con una tristeza sincera. La suya es una frase que suscriben, con esas o palabras similares, casi todos los entrevistados.

Pero en seguida brota la causa común. Madrid es casi unánime al respecto. Todo vale, todo se tolera y se justifica. Menos tocar a Ayuso. “Hemos hecho más sangre contra una compañera que la izquierda. Entre la familia hay que defenderse”, zanja Macarena.

Lola no votó a Casado. “No era su momento. No estaba preparado”, dice. Pero cuando ganó el congreso de julio de 2018 asumió su liderazgo. “Pensé que podía dar un cambio”, concede. “Pero apareció Egea, al que dio todo el poder. Era un paracaidista. Los egos son malísimos”, concluye. Lola no habita la nube ayusista del PP de Madrid: “Ella también ha metido la pata, pero ahora tenemos que estar a tope”. De Feijóo duda porque no lo conoce bien, concede. Pero le ve virtudes: “Es una persona seria, tengo esperanza en que lo haga bien”. Y le pone deberes: “Tiene que hacer mucha limpieza en Génova. Y en el Ayuntamiento”. Si lo hace, cree que triunfará: “Con este podemos echar a Sánchez. Con el otro, no”.

En la misma sede, situada en la calle Goya, Ana dice haber sentido “preocupación y disgusto”. “Nos ha costado lágrimas porque pensábamos que se deshacía” el partido, dice. Pero tira de optimismo. “Toda crisis es una oportunidad”, asegura. “Parece que ha sido la mano de dios”, quien ha propiciado el cambio, ironiza. Ana ha detectado un cambio de actitud en el último mes: “La gente no estaba ilusionada , pensaba que no se llegaba. Ahora si llegamos”.

Más al sur, el distrito de Arganzuela no es tan propicio para el PP. De hecho, es de los pocos donde se pueden encontrar secciones censales en las que no ganó Ayuso y en las que la suma de las izquierdas superaba a la de las derechas. En 2019, de hecho, buena parte del distrito se tiñó de rojo y de turquesa. Y en 2015, de morado.

La sede está semivacía alrededor de las cuatro de la tarde. Los miembros de la mesa atacan un almuerzo tardío a base de pizza mientras termina el telediario. Luego pasan a Saber y Ganar mientras esperan a que lleguen los militantes. En la sede de la calle General Palanca, como en las otras, confían en que haya mucha afluencia a última hora de la tarde, cuando la gente salga del trabajo. Al fondo de la sala se acumula material recolectado para enviar a Ucrania, pero los canales que había habilitados en el barrio para hacer llegar la ayuda material donada se han cerrado.

Lola es una de las veteranas en Arganzuela con 32 años de afiliación a sus espaldas y está ilusionada. “Esto es lo mejor que nos ha podido pasar”, dice. “No estaba descontenta con Casado, pero Feijóo es otra cosa. Saber mejor decir las cosas. El otro era joven y este tiene experiencia”, explica.

Votó a Casado en 2018: “Me gustaba, fue un chico majo las veces que he estado con él”. Pero su opinión sobre el todavía presidente cambió drásticamente en la tercera semana de febrero. “Lo que han hecho no tiene nombre. Eso se hace con el PSOE, si hay algo que investigar”, apunta. “La ropa se lava en casa”, dice. Y secunda así un sentir general en el partido. También apunta a García Egea, malo oficial de esta trama. “Ha complicado las cosas”, sentencia.

Luego conversa con otro militante que ha llegado para votar, y que rehúye las preguntas del periodista. Es la sede donde más recelos hay hacía la presencia de elDiario.es. La conversación pronto deriva hacia la actualidad nacional e internacional. El notable encarecimiento de la cesta de la compra, de la calefacción y del combustible sin duda ocupan la preocupación de la gente del distrito. Y la guerra. Más que decidir el futuro del PP, que ya venía marcado de antes.

El COC que preside Esteban González Pons, de acuerdo con Feijoó, optó por poner urnas ante la ausencia de rival para el presidente gallego con la intención de activar a la militancia, pero la relación entre la participación y la competición es directamente proporcional: la una no se explica sin la otra. Con todo, el PP da por zanjado otro paso en la complicada gymkana estatutaria para sustituir a Casado al frente del partido. El todavía presidente acudió a votar por la mañana, a la sede nacional de la calle Génova. En solitario, solo con los tres miembros de la mesa electoral como testigos. Ni medios presentes ni declaraciones a la entrada o la salida, que hizo por el párking. El partido distribuyó una foto. No hubo vídeo. Y fin.

Tampoco González Pons o la coordinadora general y portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, se dejaron ver. Por la puerta de Génova sí accedió el senador Rafael Hernando, pero los periodistas buscaban otros testimonios que no llegaron. El PP intenta pasar página, pero el libro del relevo de Casado se está haciendo largo. Hasta para la militancia, que siempre está ahí.