Sobre este blog

Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.

La lluvia en Sevilla (II)

Daniel Gil

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Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.

Jamás pensé que tendría que escribir una segunda parte del artículo que dediqué en enero, apenas hace dos meses, al temporal de lluvia que sufría la ciudad. ¡Pero es que la cosa no he hecho más que emporar! Si por aquel entonces destacaba el hecho de que en enero había caído ya la cuarta parte de la media de agua que se registra en Sevilla cada año, ¡ahora sumamos ya el 80% de lo que suele llover anualmente, y aún queda una semana para el final de marzo!

Este tercer mes del año es ya el que más lluvias ha registrado en Sevilla ciudad en los últimos 15 años, muy por encima del diciembre de 2010, el anterior registro máximo. Y a mí ya no me preocupa ni el tráfico, ni el estado de las aceras, ni la limpieza de las calles. ¡Lo que me angustia es nuestra salud mental! La necesidad urgente que tenemos los sevillanos de volver a ver el sol. O de volverlo a ver al menos tres días seguidos, no un rato por la mañana, que se anima uno en el desayuno y para la cena ya está encerrado otra vez en casa confundiendo los lagrimones propios con las gotas de agua al otro lado del cristal.

No va a haber psicólogos ni psiquiatras para gestionar nuestra desesperanza acumulada, ni nuestros trastornos bipolares y picos de ansiedad una vez podamos volver a las calles, y a sus veladores y terrazas. Pero es que, si hubiera terapeutas botánicos, ¡se iban a poner las botas tratando a los naranjos! Pobres míos. Que tienen su azahar recién florecido y, broom, suena otra tromba de agua, otro tormentón, y acaban todas las flores en el suelo. Y a los dos días, sale otro rato el sol, brotan las flores de nuevo, y en unas horas están otra vez caídas en la acera. Es una locura, nunca mejor dicho. Que todavía hay naranjas podridas en los alcorques (de su deficiente recogida ya hemos hablado aquí alguna vez), y ya están cubiertas de azahar.