Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.
La lluvia en Sevilla (II)

Jamás pensé que tendría que escribir una segunda parte del artículo que dediqué en enero, apenas hace dos meses, al temporal de lluvia que sufría la ciudad. ¡Pero es que la cosa no he hecho más que emporar! Si por aquel entonces destacaba el hecho de que en enero había caído ya la cuarta parte de la media de agua que se registra en Sevilla cada año, ¡ahora sumamos ya el 80% de lo que suele llover anualmente, y aún queda una semana para el final de marzo!
Este tercer mes del año es ya el que más lluvias ha registrado en Sevilla ciudad en los últimos 15 años, muy por encima del diciembre de 2010, el anterior registro máximo. Y a mí ya no me preocupa ni el tráfico, ni el estado de las aceras, ni la limpieza de las calles. ¡Lo que me angustia es nuestra salud mental! La necesidad urgente que tenemos los sevillanos de volver a ver el sol. O de volverlo a ver al menos tres días seguidos, no un rato por la mañana, que se anima uno en el desayuno y para la cena ya está encerrado otra vez en casa confundiendo los lagrimones propios con las gotas de agua al otro lado del cristal.
No va a haber psicólogos ni psiquiatras para gestionar nuestra desesperanza acumulada, ni nuestros trastornos bipolares y picos de ansiedad una vez podamos volver a las calles, y a sus veladores y terrazas. Pero es que, si hubiera terapeutas botánicos, ¡se iban a poner las botas tratando a los naranjos! Pobres míos. Que tienen su azahar recién florecido y, broom, suena otra tromba de agua, otro tormentón, y acaban todas las flores en el suelo. Y a los dos días, sale otro rato el sol, brotan las flores de nuevo, y en unas horas están otra vez caídas en la acera. Es una locura, nunca mejor dicho. Que todavía hay naranjas podridas en los alcorques (de su deficiente recogida ya hemos hablado aquí alguna vez), y ya están cubiertas de azahar.
En aquel texto de hace ocho semanas adelantaba la necesidad que íbamos a tener de llevar nuestra ropa sucia, o recién lavada, a las tiendas de lavadoras y secadoras automáticas que funcionan con monedas, y sin personal. Ahora, saludo por su nombre a varias vecinas en el local que hay debajo de mi casa, con las que ya me he cruzado varias veces estos días lluviosos, y me pasa como cuando tienes un recién nacido en la familia, que te parece que sólo te cruzas con parejas con bebés por la calle; ¡sólo veo negocios de este tipo por Sevilla! Parece que hubieran florecido de repente, como el azahar de los naranjos.
La llegada sucesiva, en apenas tres semanas, de las borrascas Jana, Konrad, Laurence y Martinho ha provocado muchos daños, el fallecimiento de una pareja en Constantina y, sobre todo, grandes dosis de miedo e inquietud.
En la radio, esta mañana, una alergóloga del Macarena advertía de que esta sucesión prolongada de borrascas iba a causar una temporada larga e intensa de alergias al polen. En casa somos alérgicos mi hija pequeña y yo, y ya estamos asustados del precio de los antihistamínicos, cada año más caros. Pero mejor pedir un préstamo que pasarnos tres meses con mocos, estornudos y picor de ojos. Confío en que, para compensar, ocurra lo mismo con los caracoles, que también tengan una temporada larga e intensa.
Bromas al margen (¡cómo estaríamos de la cabeza si no tiráramos de chistes y memes!), la llegada sucesiva, en apenas tres semanas, de las borrascas Jana, Konrad, Laurence y Martinho ha provocado muchos daños, el fallecimiento de una pareja en Constantina y, sobre todo, grandes dosis de miedo e inquietud. Cuando los medios de comunicación informan de que el Tamarguillo se desborda, el Guadalquivir bate records de caudal y altura de las aguas o el Ayuntamiento de Sevilla prohíbe aparcar vehículos en la bancada de la Expo y decide cerrar las compuertas del Muro de Defensa por el riesgo de desbordamiento del río; toca tomarse esto de las lluvias en serio, evitar riesgos y agradecer la sensatez de los que nos precedieron por las grandes obras hidráulicas en la dársena y el cauce natural del Guadalquivir, que eliminan o minimizan los riesgos de riadas e inundaciones en el casco urbano.
Más al sur, frente a San Juan de Aznalfarache, la dehesa de Tablada se ofrece como aliviadero natural para una situación de crisis climática más grave que la de este invierno si llegara a presentarse en el futuro. Con la misma prudencia y sensatez de los que tomaron decisiones y ejecutaron obras en el pasado reciente para protegernos del agua del río Betis; debemos recordar ahora y en el futuro que esos terrenos diáfanos, esa llanura de inundación, tienen un cometido y que construir viviendas u otras edificaciones en ese suelo sería una imprudencia colosal en la que no debemos caer.
Y ahora, recordad. Tras la tempestad llega la calma. Y siempre que llueve, escampa. El sol se anuncia presto y dispuesto a acompañarnos en los próximos meses. La tierra se irá secando poco a poco, los árboles y plantas florecerán y nosotros disfrutaremos de terrazas, veladores y tapas de caracoles. Aunque, me juego unos euros, nadie nos libra de que algún día de la Semana Santa se estropee por lluvia y que en Feria caigan dos chaparrones.
Sobre este blog
Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.
0