La mayor flor fosilizada en ámbar desde hace 40 millones de años
Un lagrimón de resina cubrió hace 40 millones de años una delicada flor. Ocurrió en la península de Sambia, a orillas del Mar Báltico. El paso del tiempo fosilizó aquel fluido encuentro en una pieza de ámbar única. Las flores son efímeras –ahí estriba parte de su belleza– pero la delicadeza del ejemplar bañado por la resina fue preservada durante milenios, hasta ser descubierta en el siglo XIX. Sus 28 milímetros de diámetro la convirtieron en la mayor flor fosilizada conservada en ámbar, pero nadie le hizo demasiado caso. Hasta ahora.
“Nunca se documentó en detalle ni se evaluó a fondo su identificación”, escriben las investigadoras Eva-Maria Sadowski y Christa-Charlotte Hofmann en el artículo que publican este jueves en la revista Nature.
En esa investigación ofrecen nuevas imágenes de la flor, que es casi tres veces mayor que otros ejemplares preservados de la misma manera. En concreto, está datada en el Eoceno tardío, hace entre 38 y 33,9 millones de años.
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Quedó encerrada en ámbar de los bosques bálticos del norte de Europa, en la región de la ciudad de Kaliningrado. En la actualidad se trata de un enclave ruso, pero hasta 1945 era más conocida como Könisberg y perteneció primero a Prusia y luego a Alemania.
Fue precisamente el científico regiomontano Robert Caspary quien, en 1872, describió y bautizó a esta flor, procedente de una planta de hoja perenne llamada Stewartia kowalewskii. Una denominación que ahora Sadowski y Hofmann propone cambiar, tras anunciar sus nuevos hallazgos.
Las autoras extrajeron polen de la muestra y su análisis sugiere que está estrechamente relacionada con las actuales especies asiáticas del género Symplocos, señala una nota de prensa del Museo de Historia Natural de Berlín, donde trabajan. Por eso proponen que la flor pase a llamarse Symplocos kowalewskii.
Una ‘momia’ vegetal
También ofrecen una hipótesis sobre su inusual tamaño: creen que probablemente se debe a que una gran efusión de resina que habría recubierto la flor. Las propiedades de la resina habrían ayudado a evitar el crecimiento de microorganismos que causaran daños.
“Las estructuras internas y externas se conservan tridimensionalmente, de forma similar a las momificaciones; sin embargo, se desconoce qué procesos intervienen en la conservación de las plantas en el ámbar”, afirman en su estudio.
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