Una niña con un cáncer avanzado que recibió terapia CAR-T hace 18 años sigue sin rastro de enfermedad

En la revista Nature aparece como paciente 1.144 y, aunque no sabemos cómo se llama, es la persona con un cáncer avanzado tratada con terapias CAR-T que ha registrado la remisión más prolongada hasta la fecha. Han pasado 18 años desde que esa niña diagnosticada con un neublastoma, un tumor infantil difícil de tratar que afecta a las células nerviosas y tiene altas tasas de recaída, recibió el tratamiento. Hasta hoy la enfermedad –entonces estaba extendida a los huesos– ha permanecido en remisión, según el artículo recogido este lunes en la publicación científica, que cuenta su caso y el de otros 18 niños y niñas que formaron parte de un ensayo pionero realizado entre 2004 y 2009 en el Baylor College Medicine de Texas (Estados Unidos).
Las terapias CAR-T, basadas en reprogramar células del sistema inmunitario para que ataquen a las tumorales, son una auténtica revolución en el tratamiento del cáncer pero hay muy pocas evidencias de cómo funcionan a largo plazo. No ha dado tiempo a generarlas. Este seguimiento a lo largo de casi dos décadas ha permitido documentar, al menos en un caso, que la paciente no ha necesitado ninguna otra terapia y ha tenido dos bebés sanos. La supervivencia global a los 15 años de los 19 pacientes del ensayo fue del 36,8%, según los resultados finales del seguimiento.
Al limitarse de momento a una única persona, “es fundamental disponer de series más amplias para validar estos hallazgos y el potencial impacto terapéutico de las terapias CAR-T de nueva generación en pacientes con neuroblastoma”, dimensiona Luis Álvarez-Vallina, jefe de la Unidad Mixta de Inmunoterapia del Cáncer del Hospital Universitario 12 de Octubre y CNIO en declaraciones a Science Media Centre España.
Pero el caso es esperanzador, coinciden varios expertos, por dos motivos: porque documenta la supervivencia a largo plazo de un tumor sólido – esta tipología de tumores la eficacia de estas terapias está menos probada que en los cánceres de sangre (linfomas y leucemias)–; y porque los tratamientos actuales “han sido muy mejorados en la actualidad”, apunta Ignacio Melero, catedrático de Inmunología de la Universidad de Navarra también a SMC.
¿Qué pasó con el resto de pacientes que participaron en el ensayo? “Doce pacientes fallecieron entre dos meses y siete años después del tratamiento debido a una recaída del neuroblastoma. De los siete pacientes restantes, cinco continuaron en seguimiento durante al menos 13 años”, documentan el grupo de investigadores estadounidenses. A algunos se les perdió la pista. El neuroblastoma representa el 10% de los tumores pediátricos en España y se forma en los neuroblastos (tejido nervioso inmaduro) de las glándulas suprarrenales, el cuello, el tórax o la médula espinal.
Una terapia primitiva
La terapia CAR-T que se administró entonces es una versión primitiva si se compara con las que se utilizan ahora. En concreto se infundieron dos productos celulares, según describe el grupo de investigadores: por un lado, “células T activadas expandidas con el anticuerpo OKT3 (ATC) y células T específicas del virus de Epstein-Barr (VEB)”. Otro hallazgo importante tras el seguimiento de largo recorrido es cómo permanecen estas células CAR-T de primera generación en el organismo según pasan los años.
“Parece que los supervivientes de largo tiempo han tenido una persistencia más larga de los CAR-T y este es uno de los retos, la persistencia, aunque los investigadores no han indagado en el porqué”, asegura Marta María Alonso Roldán, investigadora del Programa de Tumores Sólidos en el CIMA y la Clínica Universidad de Navarra a SMC. Tras el primer año de terapia, se realizó un seguimiento anual de los pacientes y se recogió sangre periférica para detectar transgenes derivados de CAR-ATC y CAR-VST: ocho los mantenían (42,5%) y en cinco de ellos siguieron detectables más allá de los cinco años.
“En este ensayo uno de los ‘trucos’ era que parte de los linfocitos transferidos genéticamente para ser células CAR-T eran específicos de un virus que infecta latentemente a la mayoría de la población (el virus de Epstein-Barr). Lo que se pretendía con esto era ver si tenían algún tipo de ventaja por ser estimulados por los antígenos virales en comparación con los CAR-T de especificidad desconocida. No se demuestra claramente la ventaja en el artículo, pero hay algunos datos sugerentes de que las poblaciones específicas de antígenos del virus de Epstein-Barr están mejor dotadas funcionalmente”, analiza Melero.
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