El atentado fallido que redefinió el papado de Juan Pablo II
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Los disparos retumbaron en la Plaza de San Pedro y el tiempo pareció detenerse. En cuestión de segundos, la multitud pasó del júbilo a la desesperación. Juan Pablo II había sido alcanzado por cuatro balas disparadas a quemarropa. Aquel 13 de mayo de 1981, el Vaticano se convirtió en el escenario de un atentado que conmocionó al mundo entero. Sin embargo, contra todo pronóstico, el Papa sobrevivió.
El atacante fue Mehmet Ali Ağca, un joven turco de 23 años que había logrado acercarse al pontífice aprovechando la multitud. Oculto entre los fieles que acudían a rendir homenaje a la Virgen de Fátima, sacó una pistola semiautomática de 9 mm y disparó varias veces. Dos balas impactaron en el abdomen del Papa, mientras que las otras dos alcanzaron su mano y brazo.
Ağca intentó huir, pero unas monjas que estaban cerca lograron impedir que siguiera disparando, dándole tiempo a la policía para detenerlo. La imagen del papamóvil acelerando hacia el hospital quedó grabada en la memoria de todos los presentes y de los millones que vieron el suceso en televisión. El Papa llegó en estado crítico, pero las balas no habían afectado órganos vitales. Después de una compleja intervención quirúrgica, su vida ya no corría peligro.
Perdón y fe
El atentado cambió el rumbo del papado de Juan Pablo II. Nacido como Karol Józef Wojtyla en Polonia, había conocido de cerca el sufrimiento y la opresión. Durante la ocupación nazi de su país, trabajó en fábricas y canteras para evitar ser deportado a Alemania. A pesar de las dificultades, sintió una fuerte vocación por la teología y estudió en Cracovia y Roma. Con el tiempo, se convirtió en profesor de Teología Moral y Ética, y luego en obispo auxiliar.
En 1964, el papa Pablo VI lo nombró Arzobispo de Cracovia, y tres años después, Cardenal. Finalmente, el 16 de octubre de 1978, Wojtyla fue elegido como Papa, adoptando el nombre de Juan Pablo II. Fue el primer pontífice no italiano en más de cuatro siglos, y su liderazgo no pasó de puntillas. Con un planteamiento cercano, modernizó el papel de la Iglesia en el mundo y se convirtió en un defensor de la libertad humana y la dignidad.
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Pero el intento de asesinato dejó una gran marca en su vida. A raíz del atentado, su visión del mundo se profundizó y su fe se hizo aún más intensa. Dos años después del ataque, Juan Pablo II visitó a Ağca en la cárcel y lo perdonó en un gesto que sorprendió al mundo. El atacante, sin embargo, nunca reveló completamente sus motivos, lo que dejó espacio para muchas teorías y especulaciones.
A pesar del atentado, el Papa continuó su misión con más determinación que nunca. Durante su papado de 27 años, realizó más visitas y viajes apostólicos que cualquier otro pontífice antes que él, llevando su mensaje de fe y reconciliación a millones de personas en todo el mundo. Su lucha contra el comunismo tuvo un impacto crucial en Europa del Este, especialmente en su Polonia natal, donde apoyó el movimiento Solidaridad, que desempeñó un papel clave en la caída del régimen soviético.
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En sus audiencias generales en el Vaticano participaron millones de peregrinos, y su influencia se extendió más allá de la religión. Abrió debates sociales y políticos importantes sobre la dignidad humana, la libertad y los derechos humanos, dejando un legado que aún perdura. Pero sus últimos años estuvieron marcados por el deterioro físico. Sufrió una enfermedad degenerativa que afectó su movilidad y salud, aunque nunca dejó de ejercer sus funciones papales.
Ağca siguió enviando cartas a los papas
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005 en el Palacio Apostólico Vaticano. Seis años después, fue beatificado en una ceremonia en el atrio de la Basílica Papal de San Pedro, consolidando su lugar en la historia de la Iglesia Católica. Más allá de su santificación, su vida y obra continúan siendo un ejemplo de fe, perdón y liderazgo en tiempos de adversidad.
En cuanto al hombre que intentó matarlo, fue indultado en el 2000 y extraditado a su Turquía natal para cumplir otras condenas. Antes de que muriera el papa Juan Pablo II le envió una carta para desearle una pronta recuperación y avisarle del fin del mundo.
En 2006 volvió a escribir un nuevo aviso, esta vez al papa Benedicto XVI, en la que le advertía que su vida iba a correr un grave peligro si finalmente decidía visitar Turquía. El papa alemán ingoró este mensaje y visitó tierras turcas sin incidentes.
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