Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

El orgullo de ser woke

Imagen de una protesta en Londres, el pasado marzo, contra las deportaciones de refugiados del Gobierno
28 de enero de 2025 00:20 h

1

El mundo lo gobiernan, ahora, unos mendas con pinganillo. Si Frederick Goebbels resucitara –los nibelungos no lo quieran--, ya no le interesaría convertirse en titular del Reichsministerium für Volksaufklärung und Propaganda, abreviado RMVP, sino convertirse en CEO de una plataforma del Silycon Valley, predicando a sus neofitos que la solución final es tan guay como el 5G. 

A la ingenuidad progre le extraña cómo Mark Zuckerberg, CEO de Meta, se ha reconvertido en una suerte de Village People en la corte de Donald Trump. A Goebbels le atrajo el comunismo antes de reconvertirse en Freddy Krueger. Y el locutor gore, aquel carnicero llamado Queipo de Llano, secundó el golpe de Estado de Franco al grito de “Viva la República”. Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros. O los que lo fueron. La Asociación Nacional Judía de Alemania, cuyos dirigentes apoyaron al Partido Nazi, terminó dando con sus huesos –y nunca mejor dicho-- en Auschwitz, el campo de exterminio de cuya liberación se han cumplido ochenta años, en vísperas de que los herederos de Hitler estén a punto de volver a gobernar en Alemania: ¿cuántos judíos votarán a la neofascista AfD, a la que apoya Elon Musk, cuántos democristianos hijos de Adenauer, cuántos liberales cuyos ancestros también hubieran sido víctimas del holocausto? Ahora, sin ir más lejos, muchos latinos que apoyaron al trumpismo, lloran por las redes porque les está deportando a la familia, como si no hubiera avisado de que iba a hacerlo. ¿Qué le dirá, por cierto, Santiago Abascal, a la España que madruga en el campo, cuando Donald Trump, a cuya investidura medio asistió en la Casa Blanca, extermine con aranceles las exportaciones de aceite? 

A toda esta tropa, bizarra, avariciosa, sin ni siquiera un ápice del viejo socialismo que le servía de coartada a los cafres de las SS y de las SA; a esa pléyade de rancios que han entrado en Washington como bisontes en una cacharrería, les gusta llamarnos woke: tuve que mirar en el diccionario qué significaba esa palabra cuando me la espetaron como si fuese Denzel Washington, Hillary Clinton o Kamala Harris. Así les llamaron, en Estados Unidos, en los años 60 del pasado siglo, a quienes despertaron y tomaron conciencia, los que reivindicaron los derechos civiles, un asiento en los autobuses para todos en vez de exclusivamente para blancos, a los que se manifestaron a mansalva para que acabase la guerra de Vietnam y que fuera posible que, en el país más poderoso del mundo, los más débiles también tuvieran una migaja de ese poder. 

Orgullosamente wokes, si creemos que el estado del bienestar no fue una mala idea hasta que el malestar y la ignorancia convirtió a los rebeldes en rencorosos y a los bienintencionados en hipócritas

Si ser woke, a este lado del tiempo, significa estar en contra del terror de los fanáticos y del terrorismo de Estado, lo somos. Orgullosamente wokes, si creemos que el estado del bienestar no fue una mala idea hasta que el malestar y la ignorancia convirtió a los rebeldes en rencorosos y a los bienintencionados en hipócritas. Si pensamos que el buenismo es un piropo y que el malismo se cura de repente cuando te conviertes en su víctima.

Wokes, hasta la médula, aquellos que creemos en la educación pública, saqueada por sotanas y por pijos que quieren convertirnos en monaguillos perpetuos y en mucamos de su riqueza. Aquellos que apostamos por la salud universal, en lugar de por una clínica privada, privada para quienes no puedan pagarla. 

Somos tan wokes que muchos somos tan conservadores que seguimos teniendo similares ideas a las que nos regalaron el mejor periodo de la historia de España y de la historia de Europa. Somos tan vintages como otros que, están en su derecho, creen que la izquierda de hoy es bolivariana y que la derecha de Aznar es la de Dios padre todopoderoso. 

Aunque quizá, para ser wokes a pleno rendimiento, tendríamos que aprender a reconocer nuestros errores: pensamos –era correcto pero era falso, al mismo tiempo-- que la idea de democracia se transmitía por ciencia infusa. Supimos fraguar la generación más preparada de todos los siglos, pero no supimos insuflarle esperanza, instinto de supervivencia, un empleo digno para su conocimiento. ¿Cómo ha de extrañarnos que muchos jóvenes se dejen seducir por cualquier flautista que quiera convertirles en ratas? 

También fuimos incoherentes: predicábamos con las palabras pero nos faltaron hechos; arreglábamos el mundo pero tan sólo con nuestros cuñados en las cenas de Nochevieja; Espartacos de sofá, diputados de sus dietas, periodistas del sol que más calienta, sindicalistas blandengues en lugar de sensatos, intelectuales de papel cuché, trabajadores del escaqueo, emisores de facturas con IVA o sin IVA, partidarios de la inmigración, siempre y cuando ningún moro, ningún negro, ningún chinojaponés o ningún sudaca alquilase la casa de al lado. 

Ojalá que volvamos a indignarnos para bien, aunque las cosas no saliesen como buscó el 15M, ni la transición, ni la revolución de los claveles, ni el mayo del 68, ni la toma de la Bastilla. El día en que dejemos de ser wokes nos invadirán los durmientes y aquel loco despierto que fue don Quijote será abandonado por Sancho Panza y vencido de nuevo por el siniestro Caballero de la Blanca Luna

Ser woke, por todo ello, no ha de significar que debemos dejar de ser críticos. Y, por ejemplo, aquí y ahora, cabría preguntarle a este Gobierno woke si no hubiera sido más razonable descuartizar su decreto ómnibus para intentar pactar con el diablo y no cortarles el resuello a los pensionistas, a los usuarios del transporte público, a las víctimas de la DANA o a los menores de Ceuta. Ahí, cuando la estrategia sustituye a la ideología, también anida el huevo de la serpiente. 

Si la izquierda y la derecha democrática --déjenme ser woke-- no ponen a la gente en su punto de mira, la gente dejará de tenerles en su punto de voto. Y los anti-woke llenarán las urnas con sus papeletas manchadas de conspiraciones, del odio al diferente y del miedo a sus compañeros de fatiga en vez de temor al que parte y reparte y se lleva la mejor parte. 

Frente a los intentos de rebanar la filosofía y la Seguridad Social; frente a quienes les entra ganas de invadir el Reino Unido, comprar Groenlandia o absorber a Canadá cada vez que Carrie Underwood cante “Barras y Estrellas”; frente a quienes pretenden desmontar a la Unión Europea y sus conquistas sociales, aunque queden pocas; frente a quienes desean convencernos y a veces lo logran de que la vida es un western y el Derecho Romano, un nido de bolcheviques, no sólo tenemos ese arma de cristal o de plástico, con una diminuta ranura por donde cada cuatro años entran los sueños y pesadillas del pueblo soberano. Tenemos también a la sociedad civil, las calles de hoy que son las de siempre pero también lo son las de las redes sociales, de las que sorprendentemente nos estamos exiliando de manera voluntaria para dejárselas libres a los vendedores de crecepelo, a los mercaderes de agua de fuego, a los buhoneros de las soluciones milagrosas que nos dan el gato por liebre convirtiendo a millonarios en profetas antisistema y a sus usuarios en consumidores del pensamiento único. 

Las noticias diarias, desde Gaza a la frontera con México, a los vuelos de las deportaciones, a la sangría de Ucrania, a la que se avecina sobre Taiwan, nos empujan al nihilismo, a tirar la toalla como boxeadores sonados. También tenemos ahora que despertar de esa melancolía. Ojalá que volvamos a indignarnos para bien, aunque las cosas no saliesen como buscó el 15M, ni la transición, ni la revolución de los claveles, ni el mayo del 68, ni la toma de la Bastilla. El día en que dejemos de ser wokes nos invadirán los durmientes y aquel loco despierto que fue don Quijote será abandonado por Sancho Panza y vencido de nuevo por el siniestro Caballero de la Blanca Luna.

Sobre este blog

Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Etiquetas
stats