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Trump y la era del tecnofeudalismo

Fotografía de archivo del empresario Elon Musk. EFE/EPA/ Chip Somodevilla / Pool

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Trump estuvo acompañado el día de su toma de posesión por los dueños de Facebook, Amazon, X, Google o Microsoft, entre otros; las grandes empresas tecnológicas estadounidenses. A priori, uno podría pensar, “bueno son las empresas más importantes de un país que apoyan al presidente electo”, al igual que la Ford. Sin embargo, para mí, y sin duda para muchas otras personas, es el inicio de una etapa diferente, que podría llevarnos al tecnofeudalismo. Este es un término empleado por Cédric Durand y Yannis Varoufakis para identificar el proceso mediante el cual las empresas de tecnologías digitales están facilitando una nueva forma de capitalismo que se distancia del neoliberalismo, con características similares al feudalismo.

Como es bien sabido, el feudalismo se caracterizó por una estructura social jerárquica, con señores feudales que eran los propietarios de la tierra y los siervos o campesinos que trabajaban en ella, a cambio de protección y una parte de la producción. La dependencia del siervo hacia su señor era directa y absoluta, pues este último controlaba la vida económica, política y social de su feudo.

En la era digital, las grandes empresas tecnológicas son las dueñas y señoras de los territorios digitales esenciales, y controlan tanto el acceso a las principales plataformas como los datos que en ellas se generan

En la era digital, las grandes empresas tecnológicas son las dueñas y señoras de los territorios digitales esenciales, y controlan tanto el acceso a las principales plataformas como los datos que en ellas se generan,  que son fundamentales para la economía, la política  y la sociedad en el siglo XXI. Todos los usuarios de estas plataformas, más del 60% de la población mundial, somos dependientes para una gran variedad de actividades diarias, desde el trabajo hasta el ocio, pasando por el consumo y el medio de comunicación e información

Una de las características económicas fundamentales de estas empresas tecnológicas es que son monopolios “naturales”, es decir, una única empresa se queda con todo el mercado. Eso se debe a que su creación exige un desembolso importante, pero una vez que se consigue cierto número de clientes, se convierte en la más atractiva puesto que esa “red” de personas es lo que la hace valiosa, a la vez que ofrecer sus servicios a un usuario más prácticamente no tiene coste para la empresa, pero si genera un valor adicional para el resto de los usuarios.

Las consecuencias de ese poder de mercado es que les permite cada vez acumular más capital, lo que hace muy difícil que entren nuevos competidores. Este dominio en el mercado puede sofocar la innovación por parte de empresas más pequeñas y limitar la diversidad en el ecosistema tecnológico. Para muestra un botón, con la sanción de la UE a Apple por «abusar de su posición dominante en el mercado de distribución de aplicaciones de streaming de música“.

Desde el punto de vista social y político, al igual que los señores feudales tenían poder sobre la vida de los siervos, las Big Tech poseen una gran influencia en la vida de los usuarios, puesto que dictan las condiciones de uso de sus servicios, recopilando y utilizan nuestros  datos personales, a menudo de forma opaca y sin el pleno consentimiento de los individuos. Por ejemplo, Amazon controla una porción significativa del comercio electrónico, mientras que Google y Facebook dominan la publicidad en línea a nivel mundial. Además, emplean las propias plataformas para condicionar y modificar la información que nos llega.

Toda esta acumulación de poder económico, su capacidad para controlar los datos, y su influencia en la información es una amenaza para la democracia y la soberanía de los estados, ya que estos gigantes tecnológicos operan a menudo más allá del alcance de las regulaciones nacionales

Toda esta acumulación de poder económico, su capacidad para controlar los datos, y su influencia en la información es una amenaza para la democracia y la soberanía de los estados, ya que estos gigantes tecnológicos operan a menudo más allá del alcance de las regulaciones nacionales.

Entre las propuestas para equilibrar este poder se encuentran las centradas en el empleo de los impuestos para reducir los beneficios extraordinarios de estas empresas. Por otro lado, el fomento desde los poderes públicos europeos de las condiciones para la aparición y consolidación de redes sociales alternativas y un mayor control sobre los datos. Por último, la ciudadanía tenemos cierto poder de elección actualmente. Como ejemplo, una parte de los usuarios de X han emigrado a bluesky, una plataforma de código abierto, alternativa a la red propiedad de Elon Musk.

El tecnofeudalismo nos ofrece un marco para entender los procesos de concentración de poder económico y tecnológico en manos de unas pocas empresas. Como es sabido, las grandes empresas y las personas más ricas siempre han tenido capacidad de una mayor incidencia política, el problema es que cada vez existen menos contrapoderes, porque tienen los medios para que estos no surjan.

Sin embargo, no es un destino inevitable; es un escenario potencial en el que podemos incidir con nuestras decisiones políticas, económicas y sociales. Si bien es cierto, que Trump, con sus medidas está acelerando la concentración de poder de estas grandes empresas, y estas a su vez, están alentado la forma de hacer política del presidente de EE.UU. Esta es la realidad. 

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