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El departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza se ha convertido por méritos propios en una referencia de memoria democrática en España y fuera de España. Precisamente en la primera comunidad en la que el PP y Vox derogaron la Ley de Memoria Democrática autonómica.
El acuerdo parlamentario está suspendido por el Tribunal Constitucional después del recurso que presentó el Gobierno de España. La suspensión se produjo el 18 de julio del año pasado, pocas semanas antes de que el partido de Abascal dejara en minoría al Gobierno que preside Jorge Azcón.
Aragón ofrece estos contrastes extremos que se visualizaron el pasado miércoles en la presentación en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza de la cátedra “María Domínguez” de Memoria Democrática que dirige el profesor Alberto Sabio. Un emotivo acto en el que se reconoció al profesor Julián Casanova, el historiador, escritor y pedagogo, que ha hecho escuela (todo empezó hace casi 40 años con la publicación de “El pasado oculto”) comprometido con la memoria democrática y empeñado en explicar didácticamente a los ciudadanos la investigación académica.
La presentación de la cátedra venía precedida por la entrega en Magallón de los restos de 17 víctimas de la guerra civil que sin informar a las familias habían sido trasladadas 66 años antes desde una fosa común hasta el valle de Cuelgamuros. Los forenses habían podido identificar a cuatro de ellas: Esteban Jiménez, abuelo del actual alcalde de Magallón, Juan Chueca, Felipe Gil y Pedro Peralta.
En el acto de Magallón, el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, recordó a los jóvenes que si hoy disfrutan de la democracia es gracias a que hubo personas que perdieron la vida en los años 30 y 40 o tuvieron que exiliarse, “jóvenes a quienes deseamos que no tengan que volver a pasar lo que tuvieron que pasar nuestros abuelos, que no podían hablar, que tenían que esconder sus sentimientos, que sufrieron represión por el autoritarismo, por un golpe de estado ilegítimo e ilegal cuyo regreso nadie debe defender”. Y añadió: “este acto no abre ninguna herida, cierra un círculo, cualquier persona tiene derecho a saber dónde están enterrados los restos de las personas a las que querían”.
Un discurso que conecta con la finalidad de la cátedra “María Domínguez”: superar el abismo que existe entre la investigación académica y la sociedad. Que, por ejemplo, se perciba colectivamente, en particular entre las nuevas generaciones, que también hubo campos de concentración en San Juan de Mozarrifar o en Miranda de Ebro. Es el caso que cita Alberto Sabio que reconoce que la investigación es más aburrida pero, precisa, tiene la ventaja de estar más cerca de la verdad que las manipulaciones que se difunden en las redes sociales.
Entre otros objetivos, la cátedra “María Domínguez”, que se identifica con una hermosa acuarela del pintor Jorge Gay, pretende proyectar sus actividades fuera del campus, visibilizar a protagonistas anónimos de la transición democrática, también a los brigadistas internacionales y utilizar los formatos con los que se identifican los jóvenes como los pódcast.
La cátedra hereda el nombre de la Fundación “María Domínguez”, constituida en 2004 para reconocer a la primera alcaldesa de España en democracia que da nombre al colegio público de Gallur. Una mujer, nacida en Pozuelo de Aragón en una familia de jornaleros agrícolas, que desde la pobreza fue un ejemplo de superación, un ejemplo del despertar colectivo de la mujer a la vida pública y a su participación en cuestiones políticas. Sufrió malos tratos por parte de su primer marido después de un matrimonio de conveniencia, tuvo que ganarse la vida como sirvienta y costurera, y se empeñó en formarse llegando a dar clases en el valle del Baztán (Navarra).
Feminista, defensora de la escuela pública y de la igualdad de oportunidades, escribió en periódicos republicanos como “El Ideal de Aragón” y socialistas como “Vida Nueva” y reunió sus conferencias en el libro “Opiniones de mujeres”, prologado por la abogada Hidelgart Rodríguez, reeditado en facsímil por la Diputación de Zaragoza y el Gobierno de Aragón.
Una de sus primeras medidas durante los seis meses de 1932 en los que fue alcaldesa fue tirar el tabique que separaba a los chicos de las chicas en la escuela de Gallur. Como diría Alberto Sabio, osadías que explicarían que junto a su segundo marido, socialista y ugetista, fueran fusilados en septiembre de 1936 en Fuendejalón. Los restos de María Domínguez descansan junto a un ciprés en el cementerio de ese municipio.
Quedó en el olvido durante 56 años hasta que el profesor y escritor Javier Barreiro encontró en 1995 una portada y un reportaje en la revista “Crónica” con la foto de María Domínguez y el título “La primera mujer alcaldesa elegida en democracia en España”. Se abrió el camino para las investigaciones de las historiadoras Julieta Cifuentes, Pilar Maluenda y Ana Aguado, y para el documental que dirigió Viky Calavia y editó Emilio Casanova.
En el acto de presentación de la cátedra, Julián Casanova se dirigió al ministro Torres para insistir en la necesidad de una gestión pública de la memoria. Un reclamo tan bienintencionado como desesperanzador mientras las fuerzas de la derecha vean las políticas de memoria como políticas de confrontación y no de reparación y de pedagogía social, y estemos tan lejos de un gran acuerdo posterior a la transición democrática.
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