Mi amatxu disfrutó mucho teniendo hijos, le gustaba la crianza y, cuando ya era mayor, solía soñar con que volvía a tener un bebé al que amamantar. Se despertaba muy contenta y me lo contaba: “He soñado que volvía a dar el pecho”. En una ocasión, a pocos días de Navidad, en la carnicería de nuestro barrio la dependienta comentó que tenía cordero lechal, una criatura que sólo se había alimentado de la leche de su madre antes de ser llevada al matadero. La mía volvió a casa impactada. ¡Nunca lo había pensado! Por supuesto, había escuchado la expresión “lechal”, pero nunca antes había hecho la conexión. La anécdota solía salir en las comidas familiares y ella no volvió a comprar cordero.
Las veganas somos las “raras”, las fanáticas, las extremistas. Pero comer frutas, verduras y legumbres no tiene nada de raro. Lo raro es que no puedas ver un vídeo de cómo se produce tu comida, porque no lo soportas, y que las redes sociales lo oculten como “contenido explícito”.
Buscar alternativas respetuosas con los animales no tiene nada de raro. Lo raro es seguir enganchados a las ubres de las vacas, mamíferas que producen leche para sus terneros porque son precisamente eso, madres.
Consumir proteína vegetal, mucho más sostenible, no tiene nada de raro. Lo raro es sacrificar el Amazonas y grandísimos territorios de nuestro planeta para una ganadería que arrasa, no sólo con los millones de animales que cría como productos, sino con toda la biodiversidad.
Comer crema de garbanzos no tiene nada de raro. Lo raro es meterle a un pato un tubo hasta el esófago para que su hígado enferme y celebrar las fiestas consumiéndolo como si fuera un manjar.
La campaña de Veganuary para 2025 nos invita a recuperar la extrañeza, a dejar de normalizar prácticas de nuestro sistema alimentario que no son únicamente aberrantes para con los animales, sino también suicidas para nuestra especie. Las salchichas, nos recuerda la ONG, son, literalmente, trozos de un animal embutidos en sus propios intestinos. Un poco raro, ¿no?
No es raro saber cocinar el tofu en todas sus variantes y disfrutarlo tanto en comidas dulces como saladas. Raro es mantener a una madre cerda encerrada en una jaula en la que no puede ni darse la vuelta durante meses, en la que enloquece y en la que no es capaz de interactuar con sus bebés.
No es raro disfrutar de las variadas bebidas vegetales a nuestra disposición, lo raro es afirmar sin sonrojarse que las vacas “dan leche”.
No es raro consumir legumbres tanto en invierno como en verano, en ensaladas y cocidos, lo raro es que millones de pollitos macho sean triturados vivos a los pocos minutos de nacer.
Veganuary lleva ya una década acompañando a personas en todo el mundo a probar el veganismo durante el mes de enero, y más allá. La ONG, que este año celebra su segunda campaña en nuestro país, nos anima a mirar las prácticas de la industria alimentaria desde la perplejidad que deberían causarnos.
No se trata de culpar a nadie, pues la industria invierte billones en que normalicemos lo inaceptable, y bastante tenemos con la que está cayendo, ¿verdad? Pero quizás una de las claves para tener sociedades más justas y pacíficas sea incluir a todos los animales en nuestro ámbito de respeto. Querer vivir en consonancia con esos valores no es nada raro.
En enero de 2024, alrededor de 25 millones de personas dejaron de consumir productos de origen animal y más de 1,8 millones se apoyaron en los recursos de Veganuary, como boletines y redes sociales. Participar en Veganuary es gratuito y cualquiera puede y unirse en https://veganuary.com/es-es/
Sobre este blog
El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.
Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).
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