Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El virus más contagioso que existe

Así que pasen cinco años, como si hubieran sido cinco lustros. ¿En qué parte del cerebro se aloja la desmemoria? ¿Qué mecanismo de disolución de los recuerdos se activa en nuestra memoria para la supervivencia? ¿Qué bomba de relojería hace tictac en nuestro subconsciente a la espera de un momento en que vuelva al proscenio de la representación diaria y estalle?
Estamos de efemérides. 2.918 cántabros, según el Instituto Nacional de Estadística, han muerto por coronavirus desde que la pandemia se desatara oficialmente en el primer trimestre de 2020. No fue hace cinco siglos, ni se remonta a tiempos medievales. Han pasado solo cinco años y apenas queda rastro de lo que copó la atención de millones de personas durante meses, incluso años.
El pasaporte COVID, las filas para hacerse un PCR, los 'vacunódromos', los semáforos de la evolución de la enfermedad y los cierres perimetrales, el miedo, los periódicos, las radios y la televisión, la gente aplaudiendo en los balcones, las cepas mutantes del virus, más miedo, los paseantes de perros, los ERTE, la actualidad día a día de la hostelería, los bulos, las mascarillas, los respiradores y los EPI, otra vez el miedo, las residencias de ancianos, las videoconferencias, las llamadas en espera, más miedo aún, la fragilidad, la desmemoria, las muertes y los que sobrevivieron, el alivio.
Y de nuevo las calles llenas, los fines de semana y los finales de mes, los niños en el colegio, la cesta de la compra y el entumecimiento moral de la política. Que se haya demostrado cómo, prácticamente de la noche a la mañana, nuestro mundo cambia de decorado por completo no hace que actuemos como si pudiera volver a ocurrir, tal vez porque nuestro cerebro es una máquina de supervivencia que está hecha no para masoquismos, sino para mirar adelante. Y es bueno que sea así, pero no tan así, tal vez.
De la misma manera que la distancia que media entre ser valiente y ser temerario es apenas un paso, también media un paso entre no ser masoquista y ser un insensible
Pero de la misma manera que la distancia que media entre ser valiente y ser temerario es apenas un paso, también media un paso entre no ser masoquista y ser un insensible. En la Comunidad de Madrid vuelven los fantasmas del pasado: 7.291 fantasmas que vivían en residencias de ancianos y a los que alguien decidió que eran vidas superfluas. Ese alguien decidió echar el candado a la puerta y no dejar pasar más que a los que tuvieran un seguro privado y pudiera ser derivado a un hospital ajeno a la red pública. Y hubo quien no se limitó a mirar por la mirilla e hizo el trabajo de dos por mil euros al mes y pocas gracias recibieron por coger la mano o acercar un plato de comida a los futuros fantasmas, ni un aplauso desde el balcón. Ese mundo de aplaudidores ha desaparecido y las calles se vuelven a llenar, como si no faltara nadie.
Ya nadie aplaude, pero hay quien no quiere olvidar, tal vez porque el tictac de los recuerdos no facilita el olvido o tal vez porque la desaparición de un ser humano supone una catástrofe a su alrededor. En Madrid y en Cantabria, que afortunadamente no tuvo el 'privilegio' de tener los gestores sanitarios de la ciudad con las terrazas de bar más libres de Europa.
Toda persona es una red de lazos, lazos que se tejen y se destejen. Por eso, cuando alguien fallece, es una catástrofe en su entorno, un cataclismo de pequeñas proporciones para los demás, pero de inmensas consecuencias para los que estuvieron a su alrededor. Todos esos lazos se rompen con la muerte, pero hay lazos que se rompen de manera ignominiosa y no está de más recordar.
La pandemia, que sacó lo mejor y lo peor de cada uno, fue una de las pruebas más claras del grado de egoísmo de una sociedad, o su reverso. Aquí que cada uno se responda. Millones de personas quedaron encerradas durante tres meses. Cinco años después, más de 100.000 aún no han salido ni saldrán nunca. Fueron los eslabones más débiles, los que más papeletas tuvieron en la lotería vírica de la pandemia, pero también fueron las víctimas de la iniquidad y de la estupidez humana. El virus más contagioso que existe no es la COVID-19, sino la estupidez, un virus para el que no se ha encontrado aún vacuna.
Sobre este blog
Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
0