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ENTREVISTA

José María Barreda, expresidente de Castilla-La Mancha: “Yo no hubiera recurrido la Ley de Amnistía”

José María Barreda, expresidente de Castilla-La Mancha, en Toledo

Alicia Avilés Pozo

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Hace 20 años que el rostro político más visible de Castilla-La Mancha, que era José Bono, cedió su puesto al que hasta entonces había sido su consejero de Educación y luego su vicepresidente. José María Barreda tenía por entonces 51 años y tras tomar el relevo de Bono, consiguió ganar las elecciones en 2007 y mantenerse como presidente castellanomanchego hasta mayo de 2011, cuando ganó su contrincante, María Dolores de Cospedal. Después de eso, Barreda encabezó la candidatura del PSOE por Ciudad Real en las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, obteniendo escaño en el Congreso, que mantuvo hasta 2019.

Tras su paso por la política decidió culminar su trayectoria profesional donde la empezó: en la universidad. Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, también ha sido profesor titular de la Universidad de Castilla-La Mancha, institución académica que ayudó a poner en marcha. Y en sus aulas, en la Facultad de Historia de Ciudad Real, se jubiló hace tres años.

Con motivo de la presentación en Toledo de su nuevo libro, 'Un militante de base en (la) Transición' (Libros de la Catarata, 2024), habla con elDiarioclm.es de su trayectoria política, hace balance y analiza algunas de las cuestiones más relevantes de la actualidad. Entre sus reflexiones, alabanzas a García-Page, pero también a Pedro Sánchez.

¿Por qué decide escribir sobre la Transición? ¿Cuánto queda por decir?

Queda muchísimo por decir. Estamos hablando de un acontecimiento crucial en nuestro pasado más reciente. El cambio de un régimen a otro, de una dictadura a una democracia, y de un estado centralista al estado de las autonomías. Y todos esos procesos se hicieron al mismo tiempo y cristalizaron en la Constitución de 1978. Pero para llegar a ese momento tuvieron que ocurrir muchas cosas, que es a lo que me refiero en el libro. En el tardofranquismo y en los primeros años de la Transición, nada estaba escrito y ahora podemos decir, con perspectiva, que es la historia de un éxito y que salió bien. Pero podía haber salido mal.

Hubo quien intentó que así fuera...

Mucha gente y muchas fuerzas. Intentaron que descarrilara desde la ultraderecha, los que procedían del régimen franquista y no querían que nada cambiara. También fuerzas de extrema izquierda. Y por supuesto ETA y todos los terroristas, a los que no les interesaba ni lo más mínimo que hubiera democracia en España.

Pero afortunadamente hubo dos grandes corrientes, que fueron las que pactaron y permitieron la Transición: los que procedían del régimen franquista pero comprendían que tenían que cambiar las cosas, es la opción que capitalizó Adolfo Suárez, y por parte, la de la oposición democrática, el PSOE y el Partido Comunista. Y al final se produjo una ruptura pactada.

¿Cómo fue posible aunar las peticiones (y renuncias) de estos dos últimos?

Fue posible porque ninguna de las dos partes tenía fuerza para imponerse a la otra. Si alguna de las dos hubiera tenido la capacidad suficiente de imponer su criterio, no hubieran pactado. Así se dio lo que Manuel Vázquez Montalbán llamaba un “empate de debilidades”. Para evitar un choque de trenes, la salida inteligente fue llegar a un acuerdo y a la Constitución de 1978.

Pero, ¿se hizo todo bien? Porque hemos visto, a través de las iniciativas de memoria histórica, que quedaron muchas asignaturas pendientes y algunas decisiones de la Transición son ahora también cuestionables.

Hacerlo todo bien es imposible. Todo es perfectible. Pero sin duda ninguna, es la historia de un gran éxito. La historia contemporánea de España es una historia ininterrumpida de luchas fratricidas y de guerras civiles. Tras la última guerra civil, hubo una larga posguerra, había mucha tensión y, en contra de lo que algunos dicen, la memoria histórica pesó muchísimo sobre los constituyentes.

Yo invito a la gente a que lea las intervenciones que se hicieron en el Congreso cuando se debatió la Ley de Amnistía de 1977. Por ejemplo, hay que leer a personalidades como Marcelino Camacho, que había estado muchos años en una cárcel franquista. Pesó sobre muchos la conciencia de un pasado que querían superar a toda costa. Y de ahí la Constitución.

Hay defectos graves de la Constitución. No se resolvieron entonces y no se han resuelto todavía

¿Por qué se considera tan importante la Constitución de 1978 hasta el punto de que casi ni se ha reformado en más de 45 años?

Es la primera vez que se superó un defecto que había aquejado a todas las constituciones anteriores: lo que los constitucionalistas llaman el exclusivismo de partido. Es decir, solo servían para el partido que las aprobaba, pero que no servían para que hubiera cambio de gobierno ni de mayorías. Y en cuanto cambiaba la situación, lo primero que se hacía era derogar la Constitución. Sin embargo, la de 1978 pudo ser la de todos, porque no era la de ninguno en concreto. Aunque también es verdad que se refleja la correlación de fuerzas que había en las Cortes Constituyentes, con la derecha, la izquierda y los grupos nacionalistas. Y eso explica algunos de los defectos graves de la Constitución. No se resolvieron entonces y no se han resuelto todavía.

¿Por eso parece prácticamente intocable?  

Bueno, se sabe cómo cambiarla, jurídicamente está previsto cómo hacerlo, pero políticamente es inviable porque exige unas mayorías y unos acuerdos que hoy por hoy la situación no permite.

La visión de su libro es política pero también habla como historiador. Precisamente, mirando hacia atrás, ¿qué balance hace ahora de su etapa como presidente de Castilla-La Mancha?

Ahora, con perspectiva, y con sinceridad, sé que tuve la suerte de participar desde el primer momento en el nacimiento y conformación de la comunidad autónoma. Era una realidad política nueva que surgía de la Constitución y del Estatuto de Autonomía y estaba todo por hacer. Entonces, como consejero de José Bono, y después como vicepresidente y presidente, tuve ocasión de contribuir a que hubiera un antes y después.

Dejé una universidad donde no había universidad, y una comunidad autónoma con mejores hospitales, muchos más institutos y colegios, centros de salud y kilómetros de autovías y carreteras. Hubo una gran transformación que fue consecuencia de la aplicación acertada de una trilogía reformista: democracia en España, autonomía en Castilla-La Mancha y nuestra incorporación a Europa. Lo supimos hacer.

Pero llegó mayo de 2011. Usted perdió y ganó Cospedal. ¿Qué pasó?

Había una coyuntura muy complicada en Europa y en España. Estábamos con las consecuencias de la crisis económica y financiera que empezó en 2008. Nos afectó a todos de plano, con muchos problemas para el socialismo en España. Nosotros no fuimos ajenos a esa crisis.  

¿Y ahora cómo ve a Emiliano García-Page, que procede de su equipo?

Muy bien. Está siguiendo la senda que iniciamos desde el primer momento: caracterizar al PSOE como el partido de Castilla-La Mancha y tener el plus de apoyo social y electoral que aporta esa concepción que siempre ha habido en esta región.

¿Comparte su confrontación continua con Pedro Sánchez?

Continua, continua…. La sangre no llega al Tajo (Risas). Hay algo que hizo Pepe (Bono), lo hice yo y lo está haciendo Emiliano (García-Page): cuando se trata de defender los intereses de la comunidad autónoma, hace muy bien, como se ha hecho históricamente con el trasvase Tajo-Segura o como se hizo con las negociaciones europeas de la política agraria. Eso está en el cargo. Es su obligación defender los intereses de Castilla-La Mancha. Luego, ya hay otras cuestiones de tipo ideológico que siempre son más discutibles. Pero yo defiendo un Partido Socialista en el que se pueda discrepar y cada cual pueda decir lo que piensa democráticamente.

¿No cree que con tanto mensaje de Page contra el Gobierno se desestabiliza a un gobierno ya algo débil?

Hay quien dice que la debilidad de este Gobierno goza de muy buena salud (risas). Porque lo cierto es que este gobierno de coalición se está manteniendo durante muchos años y aprobando muchas leyes. ¿Que afloran contradicciones y problemas? Es inherente al funcionamiento democrático y mucho más cuando son gobiernos de coalición de los que no había costumbre en España.

¿Cuál es su posición sobre la financiación singular para Catalunya? ¿Comparte la oposición frontal de Page?

Creo que desde una óptica de comunidad autónoma, hay que mirar con lupa qué va a suponer si finalmente se aprueba y si finalmente se aplica, porque todavía hay una cierta indefinición. Pero en cualquier caso, hay que defender la mejor financiación para tu región, eso es obvio.

¿Y sobre la Ley de Amnistía?

Yo no la hubiera recurrido.

¿Por qué?

La iban a recurrir todas las comunidades autónomas del PP y no era imprescindible, aparte de otras consideraciones que no vienen al caso.

¿Considera entonces que era una ley necesaria para normalizar la situación en Catalunya tras el 'procés'?

Es discutible, pero hay un hecho que es incuestionable y es que en este momento está gobernando el PSC, Salvador Illa es el presidente catalán y es la primera vez en mucho tiempo que los independentistas no tienen mayoría en el Parlament y eso objetivamente es un dato que se puede interpretar de manera positiva.

A Pedro Sánchez le ha tocado ser presidente en una coyuntura muy complicada. Y yo tiendo a ser comprensivo con la gente que está en situaciones delicadas

De cara al próximo Congreso Federal del PSOE, ¿ve fuerte a Pedro Sánchez?

Sí, me da la impresión de que sí.

¿Le ha conocido personalmente?

Sí. Es una persona audaz y sin duda ninguna está haciendo un máster intensivo en La Moncloa. Lleva mucho aprendido y lo digo en términos absolutamente positivos. Le ha tocado ser presidente en una coyuntura muy complicada. Y yo tiendo a ser comprensivo con la gente que está en situaciones delicadas.

Y de cara al Congreso PSOE de Castilla-La Mancha, que será posteriormente, en enero ¿cómo ve a Page?

Su liderazgo es incuestionable. Es el único presidente autonómico socialista con mayoría absoluta, tiene el apoyo absolutamente mayoritario del partido y, lo que es más importante y que influye más que nada, el apoyo de una mayoría de la sociedad.

¿Sigue manteniendo relación con él?

Sí, es y muy cordial.

¿Cómo valora la oposición que realiza ahora el PP de Castilla-La Mancha, con Paco Núñez como líder?

Yo creo que Emiliano está contento…

Cuando usted era presidente no existía la actual eclosión de bulos y fake news derivada del desarrollo de las redes sociales. ¿Cómo lo contempla?

Ha cambiado para mal las relaciones políticas, tanto de los propios políticos entre sí como de la manera de relacionarse con la sociedad. Tuve una experiencia que me dejó alarmado cuando me incorporé a la Facultad en los últimos años antes de jubilarme. Daba clases a alumnos de tercero en Historia Contemporánea. Les pregunté cómo se informaban de lo que pasa en el mundo. No leían la prensa, no se informaban ni por la radio ni por la televisión, sino por las redes sociales. Eso es carne de cañón, de bulos. Ha saltado por los aires todo el sistema de información. Además, está demostrado que cuanto más gordo y burdo es un bulo, más corre por las redes y siempre hay gente dispuesta a creérselo. Da igual que sean insultos, cualquier cosa. Todo eso alimenta el populismo y todo se infantiliza.

Precisamente, el PSOE de Castilla-La Mancha ha criticado hoy todos los insultos que ha recibido Emiliano García-Page en los últimos días. ¿Esto le suena, verdad?

Y tanto. En mi época, Cospedal premiaba a los diputados y diputadas que más veces me insultaban. Y están llenos los diarios de sesiones de todo ello. Me parece penoso, una devaluación de la política y del debate. Hay además mucha gente que comprende que eso es una barbaridad y no tiene ningún valor político. Es abominable.   

¿No cree que, para acercarse a la ciudadanía, también hace falta más autocrítica en el discurso de nuestros representantes públicos?

Siempre es buena ejercerla. A ver, no soy partidario de sacar el cilicio y castigarse (risas) pero sí de tener una actitud dispuesta a analizar en cada momento cómo transcurren los acontecimientos y por qué motivos. La crítica es inherente a un planteamiento de izquierdas y progresista. No puede ser conformista.

¿Echa de menos la política? 

No. Bueno, lo llevo en el ADN y no me es ajeno lo que pasa. Lo veo desde una perspectiva de cierta tranquilidad, y no con la intensidad ni la pasión de antes. Pero ni mucho menos reniego de la política y asumo la definición de los clásicos, que sigue teniendo vigencia, pese al populismo.

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