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A quien lea

‘Saó’, prodigio periodístico

27 de mayo de 2024 11:44 h

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“I somiar amb destravar la mirada

trobar la sensació interior,

que transforme les paraules estranyes,

en aquesta dolça pluja que s’esvara

fins a la matriu de la terra,

i rescatar, per a sobreviure,

essències de les entranyes“.

Enric Martínez Piera. Aiora, 1959. ‘Destravar’ (2007)

Lejos de la plena sazón, el País Valenciano se enfrenta a la escalada reaccionaria del gobierno del Partido Popular, sostenido por la ultraderecha de Vox, desde la intolerancia y el falseamiento de las señas de identidad. Las encuestas que se filtran no son favorables para el Consell de la Generalitat de Carlos Mazón (PP) y Vicente Barrera (Vox), en su primer año de vida. El primero en entregarse a la extrema derecha antes de las elecciones. Quedan tres hasta 2027. Ya se vislumbran gestos de rebeldía y pasos a la acción de resistencia. Lo que no se reforzó y blindó cuando fue posible, en los gobiernos del Botànic, se desmantela sin piedad. Se ignoraron las madrigueras del mal y los resortes (y academias) establecidos para aniquilar las esencias y las raíces de un pueblo que se resiste a morir. Sin tan siquiera alcanzar el derecho a reivindicar la subsistencia de su lengua y los modos de vida, pública y privada, que heredó de sus predecesores.

Temps de ‘Saó’

La aventura editorial de ‘Saó’, la revista decana en lengua valenciana ha cumplido 500 números y 47 años de vida. Cuando en 1976 acompañé a Josep Maria Soriano Bessó a una modesta imprenta, situada en el carrer del Cronista Carreres de València, para decidir el diseño de la portada del primer número de ‘Saó’, resultaba difícil ver en aquella publicación que surgía de un impulso voluntarista y en formato reducido, casi clandestino, sí lograría perdurar en el tiempo y con la vitalidad que exhibe. En su entorno se han expresado en libertad miles de autores, cuya relación se publica en el número conmemorativo. Es de justicia. Fueron todos los que están aunque no estén todos los que fueron. Alguno noto a faltar. Uno – del que recogí el artículo escrito con pluma estilográfica´ me duele porque lo invité a colaborar y fue piedra angular del espíritu fundacional de Saó y del periodismo valenciano. De ese que merece escribirse con mayúsculas: Martín Domínguez Barberá (Algemesí, Ribera Alta, 1908-1984) Está el nieto y no el abuelo. Entre tanto nombre siempre se escapa alguno. En la exposición de motivos, en frase de Vicent Boscà Perelló, su director, queda claro, “no ho oblidem: el veritable valor de Saó són les persones”.

500 meses

La desaparición reciente de Vicent Diego, otro puntal del ideario de convicción y generosidad en el prodigioso esfuerzo de poner en marcha una maquinaria editorial a lo largo de 500 meses. Son muchos y bien lo sabe su actual director Vicent Boscá, por la parte que le honra. En el acto íntimo –por la selecta asistencia– de la celebración en la sala de la Muralla del Col·legi Major Rector Peset, creo que era el único de aquel grupo avezado que se reunía, en sesiones nocturnas, casi secretas, en su sede inicial en el carrer de les Garrigues de València, domicilio de otro protagonista carismático en el largo viaje iniciático de SAÓ, Antoni Duato Gómez-Novella. Su director de estreno Josep Antoni Comes, junto con los continuadores del clero, Emili Marín y Vicent Cardona –el de los aguacates de Dénia– constituyen con Vicent Boscà, el cuarteto que merece todo el respeto y evidencia, en todos y cada uno de ellos, la responsabilidad de ejercer y traspasar el testigo de la labor de compromiso cívico valenciano La constante que se ha mantenido, durante casi medio siglo. la majestad de los principios que se fijaron los fundadores.

Misión

Cuando ‘Saó’ dio sus primeros pasos en julio de 1976, aún no hacía un año que había muerto el dictador-general Franco. La Transición a la democracia balbuceaba dubitativa sin aventurar su destino. El País Valenciano carecía del pedigrí capitalino de Madrid y del glamour de Barcelona con la “gauche divine” en su esplendor, penalizado por su condición de territorio conquistado. Cuyas consecuencias arrastraba desde 1939 sin apenas resistencia en la sociedad civil ni en el estamento eclesiástico. En lo militar la bota castrense imponía su huella como si nada hubiera cambiado. Únicamente pervivía la tenue llama que se había transmitido en sigilo, como en catacumbas, entre reductos del clero secular de raíces liberales y reacios a aceptar la renuncia a las señas de identidad. Muy especialmente el uso de la lengua propia y corriente entre los valencianos. Lo más parecido a un genocidio cultural, el valenciano, acrecentado por las presumibles conexiones con base histórica, social y linguistica, sustentadas en sus raíces catalanas. Cuya virulencia amainó formalmente con la creación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (1998) y con la tímida normalización de los gobiernos del Botànic (2015-2023). El interregno se quebró con la irrupción del Consell presidido por el alicantinista Carlos Mazón (PP) que ha entregado la conselleria de Cultura al vicepresidente, Vicente Barrera (Vox), con cuyo partido comparte la acción de gobierno, para emprender la labor de tierra quemada contra la supervivencia de la lengua y de la identidad valencianas. Lo están llevando a cabo con ahínco, según lo previsto.

Papel de la Iglesia

En la Edad Media e incluso a partir de la invención de la Imprenta (siglo XV) --en València el impresor Lambert Palmart estampó el libro ‘Trobes en lahors de la Verge Maria’ (1474) --y su consiguiente extensión. En tiempos inquisitoriales de amor y de muerte, la Iglesia Católica y sus clérigos, se distinguieron en la actividad literaria y cultural, junto con el rol de conservar y propagar los conocimientos en distintos campos. Con fines pastorales y para facilitar a la feligresía los saberes que les pudieran favorecer para su existencia, salud y formación. El Santo Oficio de la Inquisición señaló el retroceso en las libertades hasta bien entrado el siglo XIX. Así, a criterio de Ricardo García Cárcel,“desde el punto de vista antropológico, la persecución inquisitorial se instala en la malignidad intrínseca” hasta el último condenado por la Inquisición en València, el maestro Cayetano Ripoll, que fue ahorcado en 1827 por quitar el crucifijo en su clase y cambiar el saludo de ‘Ave María’ por el ‘Alabado sea Dios’. En 1976 se creó ‘SAÓ’, en un clima de represión persistente, que la llamada transición a la democracia no logró evitar y de cuya mella, en las actitudes institucionales y comportamientos políticos, aún quedan vestigios en la España del siglo XXI. El Concilio Vaticano II de Juan XXIII, iniciado en 1962, marcó la impronta que modernizó y abrió las ventanas para que entrara el aire fresco en templos y conventos, a las organizaciones sindicadas y movimientos de base. En la curia y en los palacios arzobispales la cerrazón llega a nuestros días.

Rebeldes en forma

‘Ad Lucem’ es la asociación, que en sus encuentros de estudio y reflexión prepara cuadros dispuestos para la acción. Louis Evely, uno de sus inspiradores, decía: “Nosotros tenemos que crear una nueva civilización personal: restablecer, volver a crear relaciones personales entre los hombres; no dejarnos guiar ciegamente ni dejarnos aplastar por estructuras anónimas, administrativas. Reaccionar, asociarnos para protestar, controlar, humanizar su funcionamiento. No contentarnos con dejar hacer, sino unirnos para asumir la responsabilidad de todo lo que los demás sufren. Discernir, informarnos, reflexionar, formar cuadros, asociaciones, ligas, reaccionar contra ese sentido de impotencia que paraliza a nuestros contemporáneos y demostrar en todas partes que unos cuantos hombres y mujeres decididos pueden intimidar y transformar esas maquinarias sociales que parecían inexorables y todopoderosas. Eso es lo que vosotros tendréis que hacer cada uno desde vuestro puesto: restaurar la sociedad humana partiendo de esa masa de individuos irresponsables e impotentes”. Saó responde a la levadura ética de este movimiento europeo, de madurez en la sazón, que conecta la simiente y el plantel del pasado, con la generación fértil y permanente del futuro. 

Con los demás

Una Iglesia anquilosada poco podía ofrecer a las generaciones europeas que emergían de las cenizas de los traumáticos enfrentamientos bélicos que cerraron paréntesis en 1945. La obsesión se centró en la necesidad de saber y conocer para poder decidir en conciencia y libertad. El catedrático de Economía y presidente del Consejo Económico y Social, Antón Costa lo repite. La fórmula para resolver la problemática que atenaza y desvía a las generaciones actuales es: información, información e información. A mediados del siglo XX, el jesuíta Evely comunicaba: “La necesidad de información, de reflexión y de acción social que padece nuestra época es tan grande que es imposible saciarla sin colaboración, sin ayuda mutua, activa y constante. Será entonces cuando el individuo llegará a ser social y la sociedad, humana”. Con ese propósito llegó ‘Saó’ en 1976 proyectándose hacia dos vectores: uno de acicate para una cúpula eclesial jerarquizada que se acomodó a seguir sin alterar sus fines y procedimientos. Entonces y ahora. El segundo, el más trascendente, la apertura a la sociedad de un foro de élite que se atreve a decir: somos conscientes del largo camino que hemos de recorrer hacia la modernidad y la libertad. Lo queremos recorrer juntos, como unos más entre vosotros. Sabemos que las cúpulas–políticas y confesionales–, ancladas en prejuicios arcaicos que ya no sirven, son incapaces de dar respuesta a las exigencias del mundo actual..

Vía Ítaca

El País Valenciano hasta llegar a su Ítaca tiene que pasar por la adversidad y múltiples contratiempos. Estamos con vosotros. Dejadnos acompañaros. El resultado son esos quinientos números de ‘Saó, una acción editorial plasmada en más de cincuenta títulos publicados, cuadernos monográficos, creación de premios al esfuerzo periodístico e intelectual. El testimonio de un compromiso, asumido por miles de colaboradores y proyectada en cientos de entrevistas. Todo para hacer lo que otros no hacen. Para cubrir el vacío y los silencios que quienes ostentan el poder pretenden imponer. El objetivo se ha cumplido satisfactoriamente. Siempre desde sus principios fundacionales para cubrir las metas que asumió un puñado de intrépidos que, si ignoraban hasta dónde podían llegar, estaban convencidos de todo cuánto no querían para la sociedad a la que sirven y con la que se sienten alineados. Larga vida a ‘SAÓ’ en su cometido de aportar conocimiento y conciencia, desde la fortaleza que proporciona una masa crítica, con nombre y apellidos, patente y plural.

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