Sergi Puyol, el dibujante de cómics que intenta contar historias “donde no pase nada”

Sergi Puyol (Barcelona, 1980) no es un dibujante muy prolífico, pero cada obra suya demuestra que merece la pena esperar, por su voz autoral única e intransferible, a medio camino entre la vanguardia gráfica y el costumbrismo con toques de género fantástico. Cárcel de amor (2011) y La sangre extraña (2019) son dos cómics de culto, de un autor que es también uno de los responsables de la editorial Apa Apa, junto con Toni Mascaró, sello bajo el que ha publicado casi todos sus trabajos. Por si fuera poco, Puyol —que estará este fin de semana en el Graf, festival del cómic independiente y la autoedición que se celebra en Barcelona— es diseñador gráfico y colabora con varias editoriales de cómic.
Su obra más reciente, Las locuritas de Úrsula, consiste en una colección de historias breves que van construyendo poco a poco el mosaico de la vida de Úrsula, una mujer de unos cuarenta años, traductora, que intenta convertirse en escritora de novelas. Las pequeñas cosas de la vida cotidiana, sus pensamientos profundos o banales, sus ansiedades y alegrías: todo se cuenta con sutileza, una veracidad desarmante y su justa dosis de humor, para construir un personaje absolutamente humano, con el que resulta muy fácil empatizar.
La obra, tal y como explica Puyol en conversación con este diario, surgió como una idea para redes sociales: “Inicialmente, se me ocurrió solo una tira, que tuvo éxito cuando la subí en Instagram. Fue durante el confinamiento, cuando dedicaba las tardes a dibujar, de forma que surgió este personaje que, en principio, no tenía nombre”. El éxito y la simpatía que le despertaba Úrsula movieron al dibujante a seguir dibujando páginas, breves historias que seguía subiendo a Instagram cuando tenía tiempo, incluidas ahora en la edición en libro, aunque este tiene una mayoría de material inédito.

“Pensaba en el Wilson (2010) de Daniel Clowes [un cómic también estructurado como una sucesión de historias breves], quería hacer algo parecido, aunque en ese caso no funcionan las historias por separado”, comenta Puyol. Este formato, aunque puede parecer sencillo en un principio por su brevedad, para el dibujante encierra una trampa: “Tener que dar un final a cada historia en las últimas viñetas, para que todo cobre un sentido, es más complicado que hacer diez páginas seguidas de una historia larga. He tenido que pensar más de cien finales”.
A pesar de que sean historias breves que pueden leerse de forma independiente, el libro cobra otro sentido si se lee en orden, porque añade capas de matices a los personajes y los conocemos mejor. En esto, Sergi Puyol se mira en Charles Schulz, creador de Snoopy y Carlitos. “Schulz contaba en entrevistas que su intención fue basarse en arquetipos para sus personajes, y eso me gustó —afirma el dibujante—. Y me llevó a darle más espacio a personajes como el hermano de Úrsula o su amiga, Flavia”.
Aunque su creador reconoce que todos los personajes tienen algo de él mismo, también ha intentado darles su propio carácter e ir más allá de su planteamiento inicial. “Es que al mismo tiempo que leía sobre Schulz, leí entrevistas con Daniel Clowes, en las que decía que él huía de los arquetipos porque la gente real es mucho más contradictoria, y me pareció que eso tenía mucho sentido… Soy muy influenciable con estas cosas”.
Un relato generacional
Las ilusiones y pensamientos de Úrsula pueden ser los mismos de toda su generación, una que no ha alcanzado la estabilidad económica de la anterior, que tiene dificultades para formar familias, pero que se ha podido situar también en un espacio un poco menos precario que las generaciones más jóvenes. “No he intentado hacer una obra generacional, sino personal”, afirma Sergi Puyol. “Hay tantas obras que tratan directamente la precariedad que no sentí la necesidad de hablar de ello de forma explícita en el libro”. Sin embargo, ciertas cosas se filtran de forma inevitable, y Puyol reconoce que no es fácil evitarlo: “Mi objetivo, desde Cárcel de amor, es hacer cómics donde no pase nada, pero creo que nunca lo consigo, y en Las locuritas de Úrsula tampoco”.
Hay tantas obras que tratan directamente la precariedad que no sentí la necesidad de hablar de ello de forma explícita en el libro
Úrsula no parece pasar penalidades económicas, pero tampoco puede permitirse grandes caprichos; como trabajadora autónoma, siempre está sujeta a la incertidumbre. “Úrsula tiene una cierta estabilidad, pero porque vive sola… Tampoco sabemos si el piso es suyo, si gana mucho dinero… Aunque no hay una viñeta donde se queje de que no llega a fin de mes”, explica el autor, que, en cierta medida, se inspiró en su propia vida para dar forma a la de Úrsula, a la que reconoce que ve “como un alter ego, aunque también hay cierta distancia, porque ella es mujer”. “También hay un paralelismo obvio: yo intento ser dibujante de cómics mientras trabajo de diseñador gráfico, y Úrsula intenta ser escritora mientras trabaja como traductora”, asegura Puyol.
El futuro de Úrsula
Otra cuestión que seguramente sorprenda a los lectores de Las locuritas de Úrsula es que no contiene tramas sobre relaciones sentimentales: no hay citas de Tinder ni movidas con exparejas. “Pensé en incluir algo sobre esto, pero, como ya trataba muchos temas, me pareció que no encajaba”, confiesa el autor, quien también apunta que, en cualquier caso, no se imagina algo “superheteronormativo”, porque su entorno no lo es. Sin embargo, no descarta tratarlo en el futuro, ya que su intención es seguir trabajando con el personaje.
“Tengo ideas para seguir haciendo historias de Úrsula, dependiendo de cómo funcione el primer libro”, explica. Puyol también seguirá difundiendo por Instagram algunas páginas del cómic, para apoyar sus ventas. “Es importante que el libro se venda para poder seguir haciendo cosas. Pero no es que me flipen las redes sociales: son muy desagradecidas. A veces las cosas no funcionan y no sabes por qué, y también es muy fácil culpar al algoritmo: igual es que simplemente no ha gustado. Pero en realidad me da un poco igual”, reflexiona.

Por supuesto, la continuidad de esta obra también dependerá del tiempo disponible de su autor, que reconoce que no ha publicado más cómics en estos años por falta de tiempo y exceso de trabajo. “Yo tengo mogollón de ideas, pero eso es lo fácil: lo difícil es desarrollarlas durante años. Mi trabajo es así, a veces tienes picos que no dejan tiempo para nada. De hecho, los dos primeros años que estuve trabajando en Las locuritas de Úrsula casi no avancé, porque tuve una época de trabajar hasta los fines de semana”, reconoce.
Y es que la vida del trabajador autónomo siempre es complicada, aunque Puyol explica cómo intenta poner límites: “Intento hacerme unos horarios con los que no sufra mucho, dejo tiempo para hacer deporte todos los días, voy a comer a casa de mi madre, aunque luego tenga que trabajar hasta las nueve de la noche… Intento evitar tener la sensación de no haber hecho otra cosa a lo largo de un día que trabajar”.
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