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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

ENTREVISTA | Fátima Shehu

“Muchas mujeres desplazadas por Boko Haram y el Ejército son violadas en los campos donde se refugian”

Fátima Shehu guarda silencio y cierra los ojos unos segundos. Busca esa palabra que le permita describir con precisión el rompecabezas en que se ha convertido el conflicto que azota el lugar que la vio nacer. El lugar donde vive y ejerce su activismo: Borno, al noreste de Nigeria. “La insurgencia [de Boko Haram] lo ha impregnado todo. Es la primera vez que nos golpean estos niveles de destrucción”, resume.

Shehu abre los ojos y después, habla. Lo hace, dice, por todas y cada una de las mujeres de su región. Las que la empujaron a convertirse en abogada en su juventud, cuando se removía cada vez que presenciaba un caso de violencia machista. Las mismas que hoy, insiste, son “las más golpeadas” por la guerra que desde 2009 ha forzado la huida de más de dos millones de personas.

Con ellas trabaja en los campos de desplazados de la capital, Maiduguri. Se empeña en que conozcan sus derechos, les explica lo importante que es “romper el silencio” sobre los abusos que sufren para que se haga justicia. “Las mujeres están siendo utilizadas reiteradamente como armas en Nigeria, tanto por los militares como por los grupos insurgentes”, denuncia la letrada.

Shehu, directora de una red que agrupa a más de 100 organizaciones sociales en Borno, ha estado en Madrid y Barcelona esta semana para participar en varios encuentros organizados por Oxfam Intermón.

“En los campos hay denuncias diarias de violencia”

Según estudios de la ONG, seis de cada diez mujeres dicen haber experimentado una o más formas de violencia de género en la región. Los abusos contra las mujeres y las niñas, desde matrimonios forzados hasta las agresiones sexuales, se han disparado, también entre la propia población desplazada.

“Muchas mujeres son violadas en los campos donde se refugian. Recibimos denuncias diarias de violencia, también por parte de los grupos de defensa civiles –residentes organizados para defender sus comunidades–. Han ido ganando relevancia y se aprovechan de su posición para violar a muchas mujeres y niñas”, relata Shehu.

La abogada recuerda el caso de Amina (nombre ficticio). La joven, según la activista, fue violada por un agente de policía en uno de los campos en los que trabajaba en 2016. “No se lo contó a nadie hasta que descubrió que estaba embarazada. Todos sabían que no estaba casada, así que no tuvo otra opción. No pudimos hacer nada para que se hiciera justicia porque nos enteramos tarde. Y sin pruebas, que en estos casos son cruciales, no podemos ir a los tribunales”, relata.

Por esta razón, reitera, se vuelve fundamental que las mujeres sepan de antemano cuáles son sus derechos. “Todas las partes quieren explotarlas sexualmente, pero lo más importante es que estas mujeres sean capaces de romper el silencio. Es la única manera que tenemos de frenar las atrocidades que cometen contra ellas”, insiste.

Según Shehu, es muy común que, al igual que Amina, las mujeres tarden meses en denunciar que han sido víctimas de una violación. “Se debe a una cultura de aceptación de esta violencia como algo normal. Además, las mujeres no hablan por miedo al estigma. Y por otro lado, nuestro sistema de justicia es lento. Sienten que es mejor permanecer calladas a que todo el mundo sepa su historia”, explica la defensora.

Se calcula que en la región del Lago Chad más de 11 millones de personas requieren ayuda humanitaria y más de 7 millones están, según Oxfam, en riesgo de hambruna. De nuevo, la situación impacta de una forma especial sobre las mujeres. “A menudo llegan a los campos tras estar capturadas y no tienen nada. ¿Qué hacen? Hemos escuchado historias de mujeres que se ven empujadas a tener relaciones sexuales para poder comprar comida, para poder sobrevivir”, señala Shehu.

“No solo han secuestrado a las niñas de Chibok”

En los últimos meses también se ha incrementado el uso de mujeres y niñas en ataques suicidas por parte de Boko Haram. Un total de 4.000 han sido secuestradas. En 2014, tras años de violencia, Nigeria recibió la atención del mundo cuando un grupo de niñas fueron raptadas en la comunidad de Chibok.

Para Shehu, es necesario ampliar el foco. “No solo son las chicas de Chibok. En este momento en el que estamos hablando hay niñas que están siendo raptadas. A diario se denuncian desapariciones. Niñas que van a por leña y no vuelven jamás. Muchos desplazados dicen que no saben dónde están sus hijas, sus esposas, que se las llevaron”, apunta.

La también presidenta de la Federación Internacional de Mujeres Juristas ha denunciado ante la ONU todas las aristas de la violencia que azota su país. Allí pidió que las organizaciones locales nigerianas contaran con la misma protección que las organizaciones internacionales y los empleados de Naciones Unidas. “Yo no he recibido amenazas directas, pero los riesgos existen. He visto como muchas mujeres que eran líderes de comunidades han sido eliminadas. Es muy arriesgado, pero lo asumimos por el hecho de estar cerca de la gente”.

Shehu cierra los ojos. Quizás piensa en alguna de las mujeres a las que ha conocido en sus 13 años de activismo. Habla del trauma que sufren, del miedo, del rechazo cuando regresan a las comunidades.

¿Y cómo logran ser supervivientes? “Admiro a las mujeres de mi comunidad. A pesar de todo, son capaces de levantarse con dignidad y seguir adelante. Pero tenemos que asegurarnos de que las niñas vayan a la escuela y dar oportunidades a las mujeres para que puedan ganarse la vida. Una mujer empoderada ya no es vulnerable, apoya a otras, se convierte en un modelo. Y rompe con el círculo de violencia”, sentencia.