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“Somos los testigos del horror del mundo”: una clínica para refugiados en Italia única en Europa

Imagen del Centro Samifo en Roma de atención a refugiados

Ashifa Kassam

12 de febrero de 2025 21:58 h

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Escondida en un entramado de calles en torno a la estación Termini de Roma, esta clínica contrasta con los duros discursos contra los migrantes de los políticos italianos.

Los responsables del Centro Samifo lo describen como el único centro financiado con fondos públicos de Europa, y quizá del mundo, que proporciona atención integral y trata el trastorno de estrés postraumático y los traumas que suelen padecer los solicitantes de asilo y los refugiados.

El año pasado, la clínica atendió a más de 2.000 personas, desde refugiados que habían huido de los talibanes hasta supervivientes de naufragios en el Mediterráneo y ucranianos que abandonaron sus hogares cuando los tanques rusos llegaron a sus calles. Muchos habían sufrido violencia y tortura en sus países de origen y en su camino hacia Europa. “Somos testigos del horror del mundo”, afirma el director del centro, Giancarlo Santone.

La clínica fue creada en 2006. Surgió de la necesidad de subsanar una carencia del sistema sanitario: muchos de los solicitantes de asilo habían sufrido torturas, persecución o violencia, pero cuando empezaban a asentarse en sus nuevas vidas prácticamente no había ningún servicio para ayudarles a superar esas experiencias.

El resultado es un servicio integral único en su género: médicos que atienden los problemas de salud de las personas; una clínica ginecológica gestionada exclusivamente por mujeres para mujeres embarazadas o supervivientes de violencia sexual; psicólogos y psiquiatras especializados para tratar traumas; y un médico forense para certificar signos de maltrato y tortura si es necesario para las solicitudes de asilo.

El centro, gestionado por una autoridad sanitaria pública local en colaboración con el Centro Astalli, la rama italiana del Servicio Jesuita a Refugiados, también cuenta con 27 traductores que actúan como mediadores culturales y ayudan a las personas a superar las barreras legales y sociales y a acceder a las oportunidades de formación del centro.

Casi dos décadas después de su puesta en marcha, su objetivo no ha cambiado, a pesar de que la cifra de migrantes que llegan a las costas italianas se ha multiplicado casi por diez.

A medida que los gobiernos europeos endurecen sus posicionamientos contra la migración y se cierran rutas de paso, los solicitantes de asilo toman rutas alternativas cada vez más peligrosas para llegar a Europa, y la clínica ha sido una de las organizaciones de la sociedad civil que ha tenido que lidiar con las consecuencias.

“Cuando estás en tránsito, no tienes tiempo para reflexionar. Pero cuando las cosas se calman, estas emociones empiezan a consumirte”.

Duclair refugiado camerunés

El apoyo que el centro Samifo presta a los solicitantes de asilo y a los refugiados les cambia la vida. Cuando Duclair, de 39 años y originario de Camerún, llegó a Roma en 2018, el antiguo estudiante de Derecho sabía que algo no iba del todo bien. Durante gran parte del año anterior había luchado por encontrar un refugio seguro después de huir de su hogar, una búsqueda que lo envió a un viaje de 3.000 kilómetros que abarcó varios países, el Sahara y un extenuante viaje en barco a través del Mediterráneo.

“Cuando estás en tránsito, no tienes tiempo para reflexionar, sólo piensas en sobrevivir”, explica Duclair, que pide no publicar su apellido: “Pero cuando todo se calma, esas emociones empiezan a consumirte. Te transportas a esos momentos de terror y se reabren las heridas que creías haber olvidado”.

Los viajes que emprenden los refugiados y solicitantes de asilo suelen durar meses o años, durante los cuales apenas tienen acceso a asistencia sanitaria. Martino Volpatti, trabajador social del Centro Astalli, explica que cuando los migrantes llegan a destino “suelen tener muchos problemas de salud”.

Muchos han tenido que correr grandes riesgos para ponerse a salvo: luchar contra corrientes feroces en el Atlántico y olas de varios metros de altura en el Mediterráneo, golpeados y obligados a retroceder o malvivir en la periferia de Europa.

Otros han quedado a merced de acuerdos con terceros países, como Libia y Túnez, donde se han documentado prácticas como palizas, violencia sexual y encarcelamiento. Las organizaciones no gubernamentales han afirmado que el mayor énfasis de la UE en la disuasión, la detención y el cierre de sus fronteras está creando más riesgos para las personas en tránsito.

“Estas políticas están empujando a los migrantes a tomar rutas más peligrosas, lo que aumenta los riesgos para su salud”, afirma la fundación Salud por Derecho, con sede en España: “Esta situación no es una consecuencia inevitable del proceso migratorio, sino una decisión política”.

Los responsables del Centro Samifo señalan que el endurecimiento del debate en torno a la migración también ha complicado los esfuerzos de integración. “Los solicitantes de asilo lo perciben. A veces se enfrentan al racismo o la intolerancia”, indica Volpatti.

“Son personas que viven en situaciones precarias que a veces se ven agravadas por una desconfianza generalizada hacia ellos. No siempre ni entre todos, pero está claro que en estos momentos el clima es hostil”. Por su parte, Santone señala que la normalización del racismo y, en ocasiones, su apología por parte de políticos de derechas y extrema derecha, ha pasado factura: “Está demostrado que el racismo aumenta la incidencia de trastornos mentales y el riesgo de psicosis, ya que empiezas a no fiarte de nadie”.

Seis años después de llegar a Italia, Duclair ha aprendido italiano y, tras formarse, ha conseguido un trabajo como asistente social. Sin embargo, no duda en reconocer que nada de esto habría sido posible si no hubiera aprendido a afrontar los problemas psicológicos que persistieron mucho después de llegar a Europa. “Es esencial”, afirma. “Alguien que acaba de llegar a un país y no habla el idioma, necesita que le guíen, necesita apoyo. Así es como superamos el sufrimiento vivido, ya sea en el desierto o en los Balcanes”.

Traducción de Emma Reverter

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