
Guía rápida para entender por qué el futuro de Europa pasa por aprovechar la transición energética para reinventar su industria

La transformación industrial y la descarbonización deben darse la mano y caminar juntas para reactivar la competitividad y el crecimiento económico en Europa. El contexto, marcado por la necesidad de reducir la dependencia de combustibles fósiles, obliga al sector privado y a las instituciones públicas a converger en su apuesta por modelos industriales limpios y eficientes. Para lograrlo, los expertos apuntan que se necesitan inversiones millonarias en infraestructuras y tecnologías disruptivas, y establecer un marco regulatorio que equilibre la aceleración de la transición energética con la protección de los consumidores.
A comienzos de este año, la consultora EY publicó un informe titulado Clean Deal Industrial, en el que se detalla cómo la transformación hacia un modelo industrial descarbonizado no solo es compatible con la competitividad, sino que, de hecho, puede convertirse en un potente motor de crecimiento. Según el estudio, la integración de procesos productivos innovadores, basados en la eficiencia energética y la digitalización, permite reducir la huella de carbono mientras se abren nuevas oportunidades en el mercado global. La clave, aseguran sus autores, reside en reinventar la industria y adoptar estrategias que combinen la innovación tecnológica con inversiones estratégicas, facilitadas por mecanismos financieros tanto públicos como privados.
En este sentido, la inversión masiva en infraestructuras se presenta como uno de los pilares fundamentales para materializar esta transición. Cifras relevantes, como la estimación de 52.000 millones de euros necesarios para descarbonizar la mitad de la industria europea, subrayan la magnitud del reto. El informe de EY destaca el uso estratégico de los ingresos del Sistema de Comercio de Emisiones (ETS), que anualmente alcanzan los 44.000 millones de euros. Al mismo tiempo, se plantea que, destinando tan solo el 20% de estos ingresos, se podría financiar una parte significativa de la transformación, representando aproximadamente el 0,3% del PIB anual de la Unión Europea. Este enfoque, que también remite al conocido como Informe Draghi, refuerza la idea de que la descarbonización no solo reducirá los costes energéticos, sino que también permitirá disminuir la volatilidad de los precios y mejorar la seguridad energética.
Otro aspecto destacado es la electrificación de los procesos industriales, considerada la vía clave para reducir las emisiones y optimizar la eficiencia operativa. Los analistas hacen una diferenciación entre procesos que operan a temperaturas bajas y medias, inferiores a los 500ºC, y aquellos que requieren temperaturas superiores a este umbral. Mientras que los primeros, que abarcan cerca del 50% de la industria europea, pueden beneficiarse de tecnologías de electrificación ya existentes, los procesos de alta temperatura —que representan el 46% del sector— aún demandan importantes inversiones en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) para poder incorporar soluciones eficientes.
Políticas públicas y el marco regulatorio
La acción de la Administración es determinante para crear un entorno propicio que, a través de incentivos fiscales, la armonización de normas y la cooperación público-privada, garantice la inversión en tecnologías limpias, según apuntan los expertos. Una revisión de los límites de inversión en infraestructuras se perfila como un elemento esencial. Sobre esta cuestión, Sara Aagesen, ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, ha señalado que el actual límite de inversión en redes eléctricas, expresado en porcentajes del PIB —establecido durante el Gobierno de Mariano Rajoy en 0,13% para redes de distribución y 0,0065% para redes de transporte—, no responde a las necesidades actuales. Según Aagesen, estas restricciones fueron implementadas para evitar que el coste se trasladara excesivamente a los consumidores, pero en la actualidad resulta necesario replantearlas para acelerar la transición energética y modernizar la infraestructura del sistema eléctrico.
Para abordar esta problemática, el Ministerio lanzó en junio una consulta pública con el objetivo de modificar el límite de inversión en redes. Esta revisión pretende elevar dichos límites y optimizar las inversiones para equilibrar la atracción de capital y la protección de consumidores domésticos e industriales. La ministra enfatizó que “esas redes las pagamos todos y cada uno de los consumidores”, subrayando la importancia de un equilibrio entre impulsar la inversión necesaria y evitar sobrecostes que perjudiquen a la ciudadanía.
España cuenta con una ventaja competitiva en la electrificación de la industria, gracias a la abundancia de energías renovables competitivas. A nivel regional nuestro país no solo acelera la descarbonización industrial, sino que también consolida su posición en un mercado europeo cada vez más exigente en materia de sostenibilidad. La planificación eléctrica para el periodo 2021-2026, aunque inicialmente contemplaba una inversión de 7.000 millones de euros para 8.000 kilómetros de redes existentes y 2.800 kilómetros nuevos, ha sido superada por el rápido desarrollo de las renovables. En 2022 se aprobaron 73 nuevas actuaciones y se sumaron 500 millones adicionales para proyectos estratégicos en todo el territorio. La demanda de infraestructuras se ha disparado ante el fuerte interés de inversores y el crecimiento acelerado de la generación limpia.
Además de las inversiones en redes, el impulso a sectores estratégicos como el hidrógeno verde y el almacenamiento energético forman parte del conjunto de medidas para acelerar la transición. De forma paralela, se han concedido fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) para impulsar 7 gigavatios (GW) de capacidad de almacenamiento, asegurando que estos sistemas cuenten con la conexión necesaria para integrarse en la red.
Los próximos meses serán determinantes, ya que las estrategias delineadas en el informe de EY, complementadas por las declaraciones ministeriales y los análisis sectoriales, evidencian la necesidad de equilibrar sostenibilidad y crecimiento económico. En paralelo, la integración de tecnologías digitales e innovadoras y el impulso a sectores emergentes, como el hidrógeno verde, también contribuyen en la consolidación de la ruta hacia un futuro sostenible. Por todo ello, frente a otros modelos que no parecen continuar en la senda de la reducción del impacto ambiental, Europa se prepara para liderar una nueva era industrial en la que cada inversión y cada política buscarán garantizar la transición energética y ecológica, incrementando al mismo tiempo su competitividad en el proceso.