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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El corsé, lo que nos faltaba

"No tengo una varita mágica que haga fracasar la moda del corsé, que lleve a la quiebra a los centros que practican la cirugía por motivos estéticos, pero tenemos poder, una a una, para tomar las decisiones adecuadas acerca de nuestra vida", dice la autora del artículo

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El próximo otoño estará de moda el corsé para conseguir el efecto de reducir la cintura y ensanchar las caderas. No es la primera vez que en las pasarelas se han visto complementos que simbolizan tradiciones que atentan contra los derechos humanos, que denotan una clara misoginia: un artilugio que simula los aros que llevan en el cuello las mujeres jirafa o una especie de jaula que representa el miriñaque.

A los diseñadores no les gustan las mujeres. Su modelo de feminidad es una mujer esquelética y sus propuestas estéticas no tienen límite en el afán de dificultarles la vida. Llevamos años pidiendo que las autoridades públicas y sanitarias intervengan para impedir la extrema delgadez de las modelos, tanto en la pasarela como en los medios. Y créanme, no se soluciona porque el mundo del diseño contribuye a lograr el objetivo del sistema patriarcal: la enajenación y control de las mujeres a través del control de su cuerpo.

Dice Naom Wolf en 'El mito de la belleza': “La ideología de la belleza es el último baluarte de las viejas ideologías femeninas y ha tomado el relevo en la función de control social; tiene el poder del controlar a aquellas mujeres que de otra manera se hubieran hecho incontrolables con la segunda ola del feminismo” [la tercera ola para las europeas]. 

En esta última y extraña época que nos ha tocado vivir, durante casi dos años, he estado absorta en el empeño de escribir un ensayo acerca de la feminidad (1): “La obligación de agradar, la belleza, la virginidad, el matrimonio, la maternidad han mantenido a las mujeres en situación de subordinación a lo largo de la historia.”

De estos aspectos que sustentan la alianza entre feminidad y patriarcado, esa pareja perfecta, quiero destacar la belleza. La belleza, que en cada momento histórico ha exigido cánones a cuál más insalubre e incómodo, es el elemento clave de la discriminación actual de las mujeres. De hecho, en las últimas décadas, cuando las mujeres han accedido a algunos ámbitos de prestigio o poder que les habían estado vetados, se ejerce sobre ellas un férreo control a través de la estética que les dificulta la vida y les induce a prácticas que esquilman su salud: desde aquellas aparentemente inocuas –el tinte de pelo, las uñas postizas, el tatuaje de cejas o el teñido o implante de pestañas, las inyecciones de productos químicos– hasta las cirugías plásticas. Precisamente, una de las cirugías más peligrosas y a la que cada vez se someten más mujeres es la extracción de costillas, que consiste en quitar entre 2 a 6 costillas flotantes para reducir el tamaño de la cintura. Los centros de cirugía estética están incrementando el número de intervenciones quirúrgicas gracias a “una política democrática” que permite pagar sus facturas en cómodas cuotas adaptadas a cada bolsillo, contrayendo una deuda durante años. 

Para conseguir el efecto de reducir la cintura y ensanchar las caderas que pretende la moda de este otoño, desde el siglo XV hasta el XIX las mujeres han utilizado corsés y armazones interiores que se llevaban bajo la falda de los vestidos para darles volumen: verdugado, guardainfante, 'panier', tontillo, miriñaque, crinolina. Estos artefactos limitantes e incómodos hasta la irracionalidad eran el signo de la feminidad. El corsé impedía respirar con normalidad y, a veces, producía desmayos, que junto a la debilidad y palidez de las damas resultaba muy atractivo a ojos de los varones. El miriñaque fue más pernicioso: el hecho de dificultar la movilidad propició la muerte de miles de mujeres, unas veces, sus faldas se incendiaban, otras, eran atropelladas por carruajes en las calles de Boston o Londres, tal como recogen 'The New York Times' y 'The Guardian' en la segunda mitad del siglo XIX. También sufrían lesiones al clavárseles las varillas metálicas que se soltaban del entramado. 

No nos engañemos pensando que los corsés solo se verán en la pasarela, pues ayer como hoy, las tendencias las marca una élite social que es imitada por la mayoría de las mujeres

Tiene que llegar el siglo XX para que se deseche el corsé, en consonancia con la reivindicación de la libertad corporal, la práctica deportiva, el uso de pantalones, la falda corta, el pelo a lo 'garçon', el bronceado de la piel y los baños de mar que recomienda la medicina higienista a las mujeres. 

Ha costado siglos conseguir ciertas cotas de libertad en el vestir de las mujeres; por ello es lacerante que se hagan propuestas estéticas como el corsé. No nos engañemos pensando que los corsés solo se verán en la pasarela, pues ayer como hoy, las tendencias las marca una élite social que es imitada por la mayoría de las mujeres. 

Ya en 1899, Thorstein Veblen en su libro 'Teoría de la clase ociosa' dice que el corsé es una mutilación provocada con el propósito de rebajar la vitalidad de su usuaria... Relaciona así el uso del corsé con las clases sociales: Las mujeres de las clases más pobres usan el corsé en los días de fiesta para imitar los cánones del decoro de una clase superior. 

No tengo una varita mágica que haga fracasar la moda del corsé, que lleve a la quiebra a los centros que practican la cirugía por motivos estéticos, pero tenemos poder, una a una, para tomar las decisiones adecuadas acerca de nuestra vida. Es cierto que la presión de los medios sobre las mujeres a través de la exigencia estética es brutal. Es cierto que la mayoría no podemos sustraernos a la obligación de agradar que nos han inculcado desde la más tierna infancia. Aun y todo somos responsables de nuestros actos. El primer paso es aceptar que somos objeto de una grave manipulación en nombre de la estética. No es nuevo. Hace décadas que está descrito. Solo hay que informarse, encontrar claves para boicotear los grandes negocios que se basan en decirnos cómo ser mujer: las tendencias absurdas en el vestir, las revistas para mujeres, los programas televisivos que estimulan las cirugías estéticas, etc. No hay que llevar a cabo grandes hazañas, quizá un buen comienzo sea utilizar un tipo de ropa y calzado que nos permita movernos con comodidad, que mejore nuestra calidad de vida.

1.- Fontecha Miranda, Matilde (2022). Feminidad y patriarcado. Ideas básicas de su relación. Editorial Independently published.

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