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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Derecho a respirar

La calidad del aire mejoró en Madrid en 2016 pero está lejos de ser saludable

José Luis Salgado

La baja calidad del aire que respiramos en las grandes ciudades no es algo precisamente nuevo, ni siquiera en Euskadi. El pasado industrial de este país ya oscureció nuestros cielos durante el siglo pasado, sobre todo hasta que la reconversión de los ochenta alejó de los cascos urbanos las industrias más contaminantes, de las que hoy solamente quedan casos puntuales. Los que vivimos los setenta y los ochenta del siglo pasado lo recordamos perfectamente, ya que nos tocó respirar un aire contaminado que seguro que no fue precisamente beneficioso para nuestra salud. Hoy es el transporte el que representa la mayor amenaza en este sentido, un transporte basado fundamentalmente en combustibles fósiles que, además, contribuyen de forma decisiva al complejo proceso de cambio climático que ya estamos viviendo.

Las medidas tomadas por el Ayuntamiento de Madrid el pasado diciembre a causa de las altas tasas de contaminantes en el aire de la capital han abierto un debate que ya es viejo en otros países. La circulación de vehículos privados en nuestras ciudades es tan alta que afectan seriamente a la calidad del aire que respiramos, lo que causa problemas reales muy serios a muchas personas, sobre todo personas mayores y niños. Eso ha llevado a que se intente reducir el número de vehículos en marcha mediante diferentes sistemas, con mayor o menos éxito. Y, por supuesto, con mayor o menos contestación social, ya que las limitaciones de este tipo nunca son recibidas de buen grado por una parte de la sociedad.

En este sentido, hay que destacar la petición de información del Defensor del Pueblo sobre los planes municipales de diversas ciudades, entre las que se incluye Bilbao, para atajar la contaminación. A pesar de que los índices de calidad del aire en las ciudades vascas están lejos de los que muestras otras urbes más grandes de nuestro entorno, el debate es necesario, ya que las afecciones a la salud de las personas son reales independientemente de lo que muestren las cifras estadísticas. Estas afecciones pueden ser intensas en determinadas zonas, no necesariamente junto a las estaciones de medición donde se recogen los datos de calidad del aire, algo que siempre hay que tener en cuenta.

La contaminación proveniente de los vehículos no se ve a simple vista, es un peligro difuso que sirve a los responsables políticos para moverse en la indefinición o la inacción. Incluso para la negación de un problema tan serio como este. Pero hay que tener en cuenta que los datos que nos aportan las mediciones no pasan de ser una foto fija de una situación siempre cambiante y que depende de muchos factores, desde el volumen de tráfico a la meteorología.

Las medidas que se han puesto en marcha hasta ahora en muchas ciudades del mundo no pasan de ser meros parches, soluciones parciales a un problema que se agrava cada día por el crecimiento del tráfico rodado en las ciudades en crecimiento. Solucionar, o al menos reducir significativamente el problema de las emisiones pasa por un cambio progresivo pero firme del modelo de transporte actual. Fomentar los traslados a pie, en bicicleta o en transporte público es el primer paso para racionalizar nuestro modelo de movilidad urbano, pero la concienciación no es suficiente. Las medidas restrictivas son impopulares y chocan frontalmente con poderosos intereses como son los de la industria del automóvil o las multinacionales del petróleo, pero en algún momento habrá que aplicarlas en las grandes ciudades.

Respirar aire limpio es un derecho básico, que debería estar por encima del “derecho” al uso indiscriminado del vehículo particular. No es posible que haya gente que enferme para salvaguardar el derecho de otras personas a ir a comprar el pan en coche a unos metros de casa. Vivimos en una sociedad en la que la comodidad es norma, en la que impera la ley del mínimo esfuerzo. Sin embargo, urge cambiar esta visión propia de las épocas de abundancia energética por una más solidaria y sostenible, que apueste por la salud de las personas y de nuestro entorno (en el fondo es lo mismo). La sustitución de la actual flota de vehículos altamente contaminantes por vehículos eléctricos basados en energías renovables no es una utopía, aunque tampoco es suficiente para garantizar el aire limpio en nuestras ciudades. Esa sería una parte de la solución, ya que es imposible sustituir el parque móvil actual por uno totalmente eléctrico. Por eso es fundamental que apliquemos la lógica tanto a nuestros desplazamientos como a las mercancías que consumimos y acortar las rutas de transporte al máximo para evitar emisiones. Y también es necesario apostar por soluciones más sostenibles como la bicicleta para nuestros desplazamientos urbanos, la apuesta más segura para evitar de una vez por todas los “malos humos”.

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