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OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

Daniel Salgado

17 de julio de 2020 21:59 h

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“En nuestras columnas, trataremos de la mujer y del trabajo. Estudiaremos el papel positivo del trabajo para el desarrollo humano de la mujer, para su equilibrio interior, para la conquista de su puesto en la sociedad. Hay que analizar y denunciar la sobreexplotación del trabajo femenino”. Una tal Rosalía firmaba este párrafo, perteneciente al primer número de Alborada, publicación clandestina distribuida en Vigo, en 1966. La Fundación Dez de Marzo, vinculada a Comisións Obreiras, acaba de rescatar los dos únicos números de la iniciativa, tal vez la primera articulación de un feminismo antifranquista en Galicia.

Detrás de Alborada, que en castellano significa amanecer, se encuentra Palmyre Ros (Rennes, Brtaña, 1942). Hija de exiliados comunistas, ella mismo se afilió a las Juventudes Comunistas de España en el exterior. Su historia la cuenta la profesora María Lopo en Palmyre Ros e a revista Alborada (Vigo, 1966). Un proxecto pioneiro da prensa clandestina de mulleres (Fundación 10 de Marzo, 2020, edición al cuidado de Ricardo Gurriarán). Fue la organización la que envió a Ros a la España de 1963, bajo la dictadura de Franco. “Después de haber seguido los cursos de formación de profesora de la Alianza Francesa en París”, relata desde Catalunya, donde pasa sus vacaciones, “pensaba encontrar un puesto en la Alianza Francesa de Barcelona. Allí tenía familia. Pero no fue así y me mandaron a Vigo”.

Palmyre Ros aterrizó en una ciudad que, entonces, tenía unos 150.000 habitantes. “No pensé en los riesgos que podía correr en tanto que militante. Pero las primeras impresiones fueron el peso de la Iglesia y de la Falange”, recuerda. Y la soledad. “Los primeros meses fueron difíciles”, dice. Los comunistas, sin embargo, siempre se arreglaban para establecer relaciones, incluso en las circusntancias más difíciles. Un camarada asturiano le presentó a la pareja Antón Beiras y Antía Cal, oftalmólogo y pedagoga de renombre, galleguistas y muy próximos al PCE. Después contactó con Carlos Núñez, entonces uno de los máximos dirigentes del comunismo gallego -y padre del gaiteiro del mismo nombre. Ese fue el humus político social del que surgió Alborada.

“También conocí católicos progresistas. En ese sector encontré personas con quien podía hablar de marxismo”, rememora Ros, “les proporcioné literatura filosófica y artículos sobre la situación de la mujer”. Un grupo de chicas decidió entonces confeccionar y difundir “una publicación de información clandestina sobre la situación de la mujer en la sociedad”. “No había debates sobre feminismo en la Galicia de aquella época. Así nació Alborada. Solo hubo dos números”, cuenta.

Escrita a máquina, en castellano, impresa a ciclostilo y grapada a mano, en la cabecera figura la estrella de cinco puntas. El primer número tenía 11 páginas, el segundo, siete. “Alborada aborda problemas específicos de la condición de la mujer”, explica María Lopo en uno de los textos que incluye el libro de la Fundación Dez de Marzo, “y se propondrán elementos, saberes y medios para superarlos, siempre desde una óptica de deconstrucción de roles y estereotipos, tanto en el ámbito amoroso, social, familiar o creativo, como en el laboral”. Su primer editorial, titulado Nuestros horizontes, cierra con una divisa teórica, la de que la lucha de emancipación femenina se incribe “en el contexto más amplio de la lucha de clases, fuera del cual no tendría sentido ni posibilidad de realización”.

Los artículos de Alborada los firman nombres como Dolores, Rosalía, Eva o Aurora. La palabra feminismo aparece en un ensayo anónimo sobre las campesinas y marineras gallegas. Otro se inspira en las conclusiones del informe internacional de la Unesco sobre la mujer. Y el aperturista Concilio Vaticano II o el conflicto de Castrelo de Miño, en el que la población se opuso ferozmente a la construcción de un embalse de Fenosa, también son material de la publicación.

De los dos números, solo el primero llegó a manos de militantes e interesados. El segundo nunca salió del armario en el que esperaba a ser distribuido. El 16 de junio de 1966, Palmyre Ros revisaba en la Alianza Francesa de Vigo una película que se proyectaría en la Semana de Cine francés aquella misma noche. La policía franquista irrumpió en el lugar y la detuvo, acusada de propaganda ilegal. Permaneció 12 días en prisión preventiva y salió en libertad condicional. No le retiraron el pasaporte. El partido decidió entonces sacarla de Galicia. Pasó a Francia y el régimen la declaró en rebeldía el 8 de septiembre de 1966. En febrero del año siguiente la condenaron a un año de prisión y diez mil pesetas de entonces de multa. Pero ella ya estaba en París. No pudo regresar a España hasta que se aprobó la Ley de Amnistía de 1977.

La recuperación de una experiencia

El episodio Alborada se perdió en la larga noche de piedra del fascismo. Apenas había una mención a la existencia de un boletín feminista en la Historia do Partido Comunista en Galicia (1920-1968) (Ediciós do Castro, 2002) de Víctor Santidrián, pero no mucho más. “Cincuenta años después, el historiador Francisco Xavier Redondo Abal [especialista en la represión franquista en Galicia] mencionó mi proceso en un libro sobre los procesados gallegos por el Tribunal de Orden Público”, explica Palmyre Ros, “habló de ello con una amiga, María Lopo, docente de francés que se interesa por todo lo que relacione Bretaña y Galicia. Empezó a investigar y logró localizarme”. Lopo se dirigió al historiador Ricardo Gurriarán y al profesor Emilio Crespo, vinculados a la Fundación Dez de Marzo, que se implicaron en la recuperación facsimilar de la publicación calndestina. Los ejemplares estaban depositados en el archivo del Partido Comunista de España.

Palmyre Ros no volvió a tener relación con las compañeras que le ayudaron a elaborar Alborada. Con Carlos Núñez solo se reencontró en 2007. En Francia continuó vinculada a movimientos sociales contra el racismo o por la memoria histórica de los brigadistas internacionales que en la Guerra Civil pelearon contra el fascismo. “Sigo interesada en política, pero con reservas desde la entrada de las tropas del pacto de Varsovia en Praga en agosto de 1968”, confiesa.

El Movimiento Democrático de Mulleres, también vinculado al Partido Comunista ya en la década de los 70, recuperó la cabecera Alborada para su boletín, también clandestino, que editó cuatro números en A Coruña.

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