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¿Qué es el DOGE a las órdenes de Musk y quiénes trabajan para él?

Elon Musk en la Casa Blanca el 13 de febrero de 2025.

Antònia Crespí Ferrer

Washington —
16 de febrero de 2025 22:31 h

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Desde el Despacho Oval, el espacio con mayor carga simbólica del poder estadounidense, Elon Musk, el hombre más rico del mundo aseguraba que no había conflictos de intereses en la tarea que le ha encomendado Donald Trump de recortar más de 6 billones de dólares del presupuesto federal estadounidense. La influencia que ejerce sobre el presidente le ha otorgado a Elon Musk un poder que, nunca antes, un ciudadano había tenido. La incursión del propietario de X, Tesla y Space X en la administración federal no solo plantea un conflicto de intereses, sino que también plantea dudas legales.

Un no-departamento

El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) que lidera el multimillonario se ha convertido en la avanzadilla de Trump para desmantelar la administración pública de Estados Unidos. Más allá de la incursión en departamentos y agencias federales, el DOGE ha hecho saltar las alarmas en Washington debido a su propia naturaleza. A pesar de que se llame departamento –lo que equivale a ministerio en español–, en realidad es un equipo de trabajo creado a través de una de las muchas órdenes ejecutivas que Trump no ha parado de firmar desde que fue investido presidente el pasado 20 de enero.

Para ser realmente un departamento como tal, el DOGE debería de haber sido creado mediante la aprobación de una ley en el Congreso de EEUU. Mientras que el DOGE funciona como un grupo asesor con al menos cuatro personas dedicadas a cada agencia gubernamental. En la orden ejecutiva, llamada “Establecimiento e implementación del Departamento de Eficiencia Gubernamental del presidente”, se le relaciona con las actualizaciones tecnológicas para aumentar la eficiencia gubernamental. El DOGE, según estipula el documento, debe de finalizar su trabajo en julio de 2026.

'Tech bros' a las órdenes de Musk

Al ser un grupo externo al Gobierno, Musk ha podido elegir a quién contrataba para trabajar bajo sus órdenes. A pesar de que el multimillonario aseguró el martes desde la Casa Blanca que “ninguna organización ha sido más transparente de lo que lo ha sido el DOGE”, lo cierto es que ni Musk ni Trump han ofrecido mucha información sobre cómo es la estructura del grupo, cuáles son sus operaciones ni quiénes sus empleados.

Por lo que se ha ido conociendo, se sabe que la mayoría de empleados que hay en el DOGE son personas vinculadas con el sector tecnológico. De hecho, un buen número proviene directamente de las empresas de Musk, incluidas The Boring Company (dedicada a túneles), Neuralink, SpaceX y Tesla. Algunos de los acólitos de Musk son jóvenes que están en la veintena, como el caso de un chico de 19 años –que se hace llamar “Big Balls”– que tiene funciones de asesor principal en el Departamento de Estado y el Departamento de Seguridad Nacional.

Musk priorizó la contratación de ingenieros de software para el DOGE. En algunos de los casos, esto se ha traducido en el despliegue de individuos jóvenes, inexpertos y que en gran medida no han pasado ningún tipo de selección, con un acceso sin precedentes al sistema y funcionamiento del Estado estadounidense. Por ejemplo, los trabajadores del DOGE que accedieron al sistema de pagos federales todos eran menores de 26 años y prácticamente sin experiencia en la Administración. 

El periódico británico The Guardian averiguó también la identidad de los jóvenes ingenieros que intentaron acceder a la información clasificada de la agencia de desarrollo exterior USAid. Uno de ellos es un exbecario de 23 años de SpaceX, otro es un joven de 25 años defensor del polémico candidato a fiscal general, Matt Gaetz, y un tercero es un especialista en Inteligencia Artificial. 

¿Hasta dónde ha llegado el DOGE?

El constante bombardeo del DOGE sobre las agencias federales y departamentos genera aún más confusión en un Washington caótico desde que Trump llegó a la Casa Blanca. Los departamentos que ya han sufrido la visita de los colaboradores de Musk son los del Tesoro, Trabajo y Educación. De las agencias federales, USAid, las que supervisan los programas sanitarios de Medicare y Medicaid, y ahora están en el punto de mira la Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB).

Por lo que se sabe, el DOGE accedió al sistema interno de USAid y se sospecha que logró acceder a material clasificado. La portavoz de DOGE, Katie Miller, escribió en X (red social de Musk): “No se accedió a material clasificado sin las autorizaciones de seguridad adecuadas”. Sí que está confirmado que accedió al sistema de pagos del Departamento del Tesoro y tuvo acceso a información sensible, como el número de la Seguridad Social de miles de ciudadanos estadounidenses. El número de la Seguridad Social sirve para abrir cuentas en el banco, tener contratos de trabajo y solicitar o recibir ayudas gubernamentales, entre otras cosas. 

En el Departamento de Trabajo se sabe que también puede tener acceso a información clasificada sobre las investigaciones abiertas contra las empresas de Musk. Además, a través de este Departamento, el DOGE también podría acceder a datos de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) sobre la salud de la economía y a información sobre empleados gubernamentales. De hecho, los exadministradores de la oficina temen que si se politizan los mecanismos internos de la BLS se pondría en peligro la capacidad para producir informes precisos sobre el mercado laboral, los cuales son clave par determinar el estado de la primera economía del mundo. 

Musk, empleado especial 

El rol de Musk dentro del DOGE y como mano derecha de Trump es el de “trabajador especial del Gobierno”. Se trata de una figura creada por el Congreso en 1962 y que permite al Ejecutivo, al Legislativo y a las agencias federales contratar empleados para funciones específicas de manera temporal. Es un cargo que puede ser remunerado o no y, según recoge la emisora pública estadounidense NPR, Musk no está recibiendo ningún pago por su trabajo en el DOGE.

En principio, los empleados especiales acaban recibiendo un trato similar al de la mayoría de empleados gubernamentales, incluido el acceso a información confidencial. El problema, en el caso de Musk, es que está ejerciendo un poder que va más allá del que pueda tener cualquier persona en la Casa Blanca. Además, los empleados especiales están sujetos a normas éticas. Primero, se les impide utilizar su trabajo en el Gobierno para obtener beneficios personales y, dependiendo de su nivel salarial, deben presentar una declaración financiera confidencial o de acceso público. 

Tanto Musk como Trump aseguran que no hay conflicto de intereses por la posición del multimillonario al frente de un departamento que amenaza con cerrar agencias que tienen investigaciones abiertas contra las empresas del primero –que quedarían en nada si esas agencias desaparecen–. Aun así, lo cierto es que no es un empleado normal, y no es el presidente quien debe concluir si hay conflicto de intereses, sino un funcionario de ética de la Administración.

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