“Soy un prisionero político”: el palestino Mahmoud Khalil explica que el Gobierno de Trump lo persigue por sus ideas

En su primera declaración pública desde que las autoridades de inmigración de Estados Unidos lo arrestaron, el activista palestino y recién graduado de la Universidad de Columbia (Nueva York) Mahmoud Khalil ha criticado el tratamiento que reciben los inmigrantes detenidos en EEUU y ha denunciado que la Administración Trump ha ido a por él por sus ideas políticas.
“Soy un prisionero político”, escribe en una carta en exclusiva para el periódico The Guardian. “Les escribo desde Luisiana, en un centro de detención donde me despierto en la fría mañana y paso largos días siendo testigo de las injusticias silenciosas que se están cometiendo contra una gran cantidad de personas que no están protegidas por la ley”.
Khalil, que tiene el permiso de residencia permanente en EEUU (popularmente conocido como green card), fue uno de los líderes de las protestas propalestinas organizadas en el campus de la Universidad de Columbia durante la primavera de 2024. El 8 de marzo de 2025, las autoridades federales de inmigración lo detuvieron en Nueva York y dijeron que lo hacían en virtud de una orden del Departamento de Estado para revocarle la residencia.
Khalil ha asegurado que la Administración del presidente Donald Trump está yendo contra él “como parte de una estrategia general de suprimir la disidencia”. “Los que poseen visados, los que tienen la green card y también los ciudadanos, todos van a estar en el punto de mira por sus ideas políticas”.
En sus declaraciones, que Khalil dictó por teléfono a familiares y amigos desde un centro de detención del Servicio de Inmigración de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) en la localidad de Jena, en Luisiana, critica el trato que Estados Unidos da a los inmigrantes bajo custodia, los nuevos bombardeos de Israel sobre la Franja de Gaza, la política exterior estadounidense y que la Universidad de Columbia haya cedido a la presión del Gobierno para castigar a los estudiantes.
“Mi detención ha sido consecuencia directa de ejercer mi derecho a la libertad de expresión, defendiendo una Palestina libre y pidiendo el fin del genocidio en Gaza, que en la noche del lunes se ha reanudado con toda su fuerza”, asegura. “Ahora que se ha roto el alto el fuego de enero, los padres y madres de Gaza vuelven a acunar mortajas demasiado pequeñas, y las familias se ven obligadas a elegir entre hambre y desplazamiento o bombas. Es nuestro imperativo moral persistir en la lucha por su libertad total”.

En su comunicado, Khalil también describe el momento en el que fue arrestado frente a su esposa –que está en el octavo mes de embarazo de su primer hijo–, en el edificio de apartamentos de la Universidad donde viven en Nueva York. Los agentes “se negaron a proporcionar una orden judicial”, antes de obligarle a entrar en un coche sin matrícula, relata. “Mi única preocupación en ese momento era la seguridad de Noor”, añade, en referencia a su esposa, Noor Abdalá. “No sabía si se la llevarían a ella también, los agentes habían amenazado con detenerla por no separarse de mí”.
A continuación, fue llevado a un centro del ICE en Nueva Jersey, antes de ser trasladado en avión al centro de Luisiana donde se encuentra, a más de 2.000 kilómetros de distancia.
Según su relato, la primera noche de su detención fue obligado a dormir en el suelo y sin manta. Khalil cuenta que en Luisiana se despierta en “la fría mañana” y pasa “largos días siendo testigo de las injusticias silenciosas que se están cometiendo contra una gran cantidad de personas que no están protegidas por la ley”.
“¿Quién tiene derecho a tener derechos?”, se pregunta Khalil. “Desde luego, no lo tienen los seres humanos hacinados en celdas aquí; no lo tiene el senegalés que he conocido y lleva un año privado de su libertad, en un limbo jurídico y con su familia a un océano de distancia; no lo tiene el detenido de 21 años que he conocido, que lleva desde los 9 años en este país y ahora va a ser deportado sin siquiera una audiencia”. “La justicia no cruza el perímetro de las instalaciones de inmigración de este país”, añade.
Khalil compara el trato que está recibiendo en EEUU con la forma en la que, según él, el Gobierno israelí mantiene a los palestinos retenidos largos periodos de tiempo. “Nací en Siria en un campo de refugiados palestinos, en una familia que fue desplazada de su tierra durante la Nakba de 1948”, cuando unos 700.000 palestinos fueron expulsados de sus localidades tras la creación del Estado de Israel.
“Pasé mi juventud cerca y a la vez lejos de mi patria, pero ser palestino es una experiencia que trasciende las fronteras”, explica. “Veo en mis circunstancias similitudes con el uso que Israel hace de la detención administrativa, un encarcelamiento sin juicio ni cargos, para despojar de sus derechos a los palestinos”.
“Pienso en el doctor Hussam Abu Safiya, director del hospital [Kamal Adwan] de Gaza y pediatra, detenido por el ejército israelí el 27 de diciembre y aún hoy en un campo de tortura israelí. Para los palestinos, ser encarcelados sin garantías procesales es la norma”.
Tras la detención de Khalil hubo protestas y alarma entre defensores de la libertad de expresión que consideran el intento de deportarlo como una violación de ese derecho fundamental. Los abogados de Khalil, que no ha sido acusado de ningún delito, sostienen que la Administración Trump está tomando represalias ilegales contra él por su activismo y por expresar su opinión, un derecho que protege la Constitución de EEUU.
En un escrito presentado la semana pasada ante la Justicia, los abogados sostenían que el Gobierno se había extralimitado legalmente con la detención de Khalil y que había violado derechos constitucionales, incluidas la libertad de expresión y las garantías procesales. En este momento, sus abogados pelean en un tribunal de Nueva York para lograr que Khalil sea trasladado de vuelta a la ciudad y puesto en libertad. Un juez federal ha prohibido la deportación de Khalil mientras el recurso esté pendiente de resolución.
Durante su campaña electoral y también desde que es presidente, Trump prometió en varias ocasiones que deportaría a los estudiantes extranjeros que participen en las protestas propalestinas en los campus, asegurando en muchas ocasiones que esas manifestaciones son expresiones de apoyo a Hamás.
Khalil, que en Beirut trabajó para la Embajada de Reino Unido, fue el principal negociador durante la acampada de solidaridad con Gaza organizada en la Universidad de Columbia en abril de 2024, mediando entre los manifestantes propalestinos y los responsables de la Universidad.
La Administración Trump acusa al exestudiante de liderar “actividades alineadas con Hamás”. Su intento de deportación se basa en una disposición legal muy poco usada, prevista en la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1952, que otorga al secretario de Estado de EEUU el poder de expulsar a una persona si considera que su presencia en el país “tiene consecuencias adversas que podrían afectar gravemente a la política exterior de Estados Unidos”.
La Fiscalía ha pedido al tribunal de Nueva York que proteste por el traslado a Luisiana de Khalil, donde es probable que se enfrente a jueces más conservadores. Según Diala Shamas, abogada veterana del Centro de Derechos Constitucionales y miembro del equipo de defensa de Khalil, lo que le ocurra a su cliente repercutirá más allá de su caso. “La Administración Trump ha dejado claro que este es su caso testigo, su disparo inaugural, el primero de muchos por venir”, recuerda. “Y para su caso testigo han elegido a un organizador valiente, con muchos principios, que es querido en su comunidad y goza de su confianza”, añade.
Tras el arresto de Khalil, Trump dijo que era solo “el primero de muchos por venir”, prometiendo en redes sociales que deportaría a otros estudiantes extranjeros por participar en “actividades proterroristas, antisemitas y antiestadounidenses”.
“No solo se trata de liberarme del opresor, sino de liberar también a mis opresores de su odio y de su miedo”, afirma Khalil en su comunicado. “Mi detención injusta es un indicador del racismo antipalestino que tanto el Gobierno de [Joe] Biden como el de Trump han demostrado a lo largo de los últimos 16 meses, con Estados Unidos suministrando a Israel armas para matar palestinos y obstaculizando una intervención internacional”.
“El racismo antipalestino lleva décadas alimentando los intentos de ampliar las leyes y prácticas estadounidenses que se usan para reprimir de manera violenta a los palestinos, a los árabes estadounidenses y a otras comunidades”, agrega Khalil. “Precisamente por eso, estoy en el punto de mira”.
El exestudiante también critica a la Universidad de Columbia. En su opinión, los responsables de la universidad “sentaron las bases para que el Gobierno de EEUU me pusiera en el punto de mira cuando castigó arbitrariamente a estudiantes propalestinos, permitiendo que se viralizaran sin control campañas de doxeo [divulgación de datos personales por internet] repletas de racismo y desinformación”.
La Universidad de Columbia ha aumentado las medidas disciplinarias contra los estudiantes que participaron en protestas propalestinas. Mientras tanto, la Administración Trump está intensificando sus ataques contra el centro educativo por el supuesto “antisemitismo” y discriminación contra alumnos judíos. El mismo argumento con el que amenazan a docenas de universidades estadounidenses con un recorte de fondos que puede dejarlas sin financiación.
“Durante mucho tiempo los estudiantes han estado en la vanguardia del cambio: lideraron las marchas contra la guerra de Vietnam, estuvieron en la primera línea del movimiento por los derechos civiles y en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica”, recuerda Khalil. “Estudiantes, activistas y cargos electos deben unirse en las próximas semanas para defender el derecho a protestar por Palestina; no son solo nuestras voces las que están en juego, sino los derechos civiles fundamentales de todos”, advierte.
“Aunque soy plenamente consciente de que lo que está pasando trasciende mis circunstancias personales, espero estar libre para presenciar el nacimiento de mi primogénito”, concluye.
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