La magia es un ejercicio de distracción. El oficio de mago consiste en hacer todo lo necesario para que el público no vea el truco. A veces avisa de lo que va a pasar, pero utiliza sus artes para que la atención vaya a otro lado. Otras, el resultado también es sorpresa. Para captar nuestra atención, aparte de recursos gestuales y de movimiento, el relato es fundamental. Por eso, los buenos magos son grandes actores, porque necesitan llevar a nuestros sentidos hacia un lado mientras ellos hacen lo que tienen que hacer por el otro.
A veces y por desgracia, la política también consiste en distraer al público. Ésta es una de las conclusiones que se puede extraer de la lectura del libro de Hein de Haas Los mitos de la inmigración (Península, 2024). Catedrático de Sociología de la Universidad de Maastricht y fundador y codirector del International Migration Institute de la Universidad de Oxford, De Haas lleva décadas trabajando sobre el terreno y realizando y analizando estudios sobre el tema y, en su obra, va destapando las mentiras que nos cuentan líderes políticos y medios de comunicación de izquierdas y derechas. Cada capítulo es un mito que desmonta: la migración se encuentra en máximos históricos; las fronteras se han descontrolado; el mundo se enfrenta a una crisis de refugiados; no necesitamos trabajadores migrantes; los inmigrantes roban trabajos y abaratan los salarios; la integración de la inmigración ha fracasado; la inmigración dispara los índices de delincuencia; los conservadores son más duros con la inmigración; las restricciones fronterizas reducen la inmigración…
El libro del sociólogo neerlandés es muy oportuno porque, de repente, la inmigración ha pasado a ser nuestro principal problema. En España, lo ha dicho recientemente el CIS. En Francia, los resultados electorales lo vienen confirmando. En Alemania, los herederos del nacionalsocialismo están moviendo el marco hacia su lado nazi y ya han conseguido que el CDU vote con ellos endurecer las políticas migratorias. En Estados Unidos, Donald Trump.
El presidente retornado ha conseguido acaparar titulares de portada cada día que lleva en el gobierno a base de decir o hacer barbaridades y las primeras han sido sobre inmigración; detenciones y deportaciones masivas, campos de concentración y, lo último, premiar la delación de los ilegales. Sus declaraciones y medidas responden a un arquetipo que se extrae de la lectura del libro de De Haas: el del bravucón que promete mano dura aunque sabe que no puede ni quiere acabar con ese problema que dice que hay. Magia.
Magia negra. Porque Trump —como la AfD en Alemania, Reagrupamiento Nacional en Francia o Vox aquí— está alimentando el odio contra el otro y es probable que pronto veamos allí escenas de violencia como las que se vivieron este verano en Reino Unido; gasolina para el incendio. Mientras, los verdaderos problemas crecen. El hombre naranja está cumpliendo con su programa: debilitar la administración, desarmar los mecanismos de control del poder y, en definitiva, convertir el gobierno de su país en una empresa al servicio de sus intereses y del de los oligarcas —qué bien que ya se les pueda llamar por su nombre— de allí. Los ciudadanos, también muchos de los que lo votaron, seguirán enganchados al fentanilo, teniendo trabajos con los que no pueden ni sobrevivir, buscando desesperadamente una vivienda digna, pagando cada vez más por todo y yendo con la lengua fuera para seguir el acelerado ritmo impuesto por el modelo económico. Salvo lo del fentanilo, más o menos lo mismo que nos pasa por aquí. Nada de eso lo han provocado las personas que vienen a buscarse la vida a nuestras ciudades, al contrario.
Lo explica fantásticamente De Haas, las migraciones suceden, principalmente y aparte de las situaciones de violencia, porque hay lugares con demanda de mano de obra, sobre todo en trabajos poco cualificados. Por eso, muchos países europeos han sido en el siglo XX exportadores de personas: España, Italia, Irlanda, también Alemania, Portugal… Y dentro de todos esos países y de todos los del mundo, las ciudades se han ido haciendo de migraciones desde lo rural. Son precisamente los cierres de fronteras y el endurecimiento de las políticas migratorias que empezaron en los noventa la causa de la creación de las mafias. Son políticas diseñadas para distraer, aumentar el gasto militar y hacer más miserable la situación de las personas migrantes. Pero no evitan que lleguen. Porque la gente viene a prosperar y todos estamos rodeados de ejemplos que nos lo confirman.
Seguro que cualquiera de nosotros, incluido Donald, Marine, Santiago y quienes los votan, tiene un montón de cosas que agradecer a decenas de personas venidas de otro lado. Gente que ha cuidado de nuestros hijos, nos ha limpiado las casas, nos ha hecho obras, ha recolectado lo que luego ha sido nuestra comida, nos ha llevado y traído y, en definitiva, ha posibilitado que nos dedicásemos, también nosotros, a intentar prosperar.
Por eso, de parte de mi familia, gracias a Nataliya, a María, a Igor, a Griselda, a Manuel, a Moja, a Astrid, a Nelly, a Tatiana, a Zuni, a Gloria, a Graciela, a Carmen, a Mireya, a Elena, a Samira, a Larby, a Josie, a Alejandra, a Marcela, a Jorge, a Lucía, a Mayra, a Goska, a Alma y a muchísimas más personas con las que hemos convivido y convivimos.
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