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El despilfarro del alumbrado navideño

ARCHIVO | Encendido del árbol de navidad en Murcia

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El mágico resplandor de la Navidad llegó a la ciudad de Murcia el 24 de noviembre con el encendido de luces navideñas. El 9 de diciembre regresaba el gran árbol de navidad instalado en la Plaza Circular, que contribuye a esa insensata carrera de quién tiene el árbol más grande, desde Vigo a Badalona pasando por Madrid. El Ayuntamiento de Murcia sacó a licitación la instalación de este árbol gigante, cuyo montaje tiene unos costes de 700.000 euros. El árbol tiene 750.000 bombillas LED, 14 kilómetros de guirnaldas, 160 focos, cañones láser, pantallas gigantes, y más de 70 máquinas de efectos especiales. El halo de luz en forma de abeto navideño que proyecta puede alcanzar los 1.000 metros de altura gracias a 90 cabezas móviles instaladas a su alrededor.

Por si fuera poco, se ha erigido un árbol de 20 metros en el Plano de San Francisco y una corona de Rey Mago gigante y tridimensional en la Plaza de Santo Domingo. Además, por supuesto, de la sobreiluminación de las calles más céntricas del municipio. Nuestro alcalde Ballesta no repara en gastos a pesar de la deuda de la corporación municipal.

Existen razones de peso para considerar el exceso de luces como insostenible y necesitado de una fuerte reducción. Aunque los recibos de la luz los paga cada ayuntamiento, y al final cada ciudadano, la factura medioambiental en forma de cambio climático, lluvia ácida o contaminación la paga todo el mundo. Uno de los derroches que tenemos más considerables en la ciudad de Murcia, y tenemos varios, son las luces de Navidad. El plan de alumbrado navideño, supone un despilfarro social y ecológicamente inaceptable que, lejos del supuesto espíritu navideño, intenta reflotar la cultura del derroche exacerbado en una situación de emergencia climática.

El objetivo, inequívoco y declarado por los titulares de los ayuntamientos, es el fomento del consumismo. Las luces navideñas de este año abundarán en este despilfarro energético. Eso sí, para intentar salvar la cara de lo políticamente correcto, las lámparas que utilizarán los ayuntamientos son de bajo consumo, aunque se ponen el doble o triple que las anteriores. El consumo eléctrico de las luces navideñas está cubierto prácticamente en su totalidad, dado su carácter extraordinario, por centrales térmicas que generan y emiten toneladas de CO2 a la atmósfera.

La electricidad, aunque lo parezca, no es una energía limpia. La mitad procede de combustibles fósiles (centrales térmicas de carbón y de gas) y la cuarta parte de centrales nucleares. Además, representa una fuente de emisión de CO2, principal responsable del cambio climático en el que ya estamos inmersos.

El consumo eléctrico de las luces navideñas es un regalo para el efecto invernadero que causa el cambio climático y una mayor contaminación. El mejor regalo de Navidad que los ayuntamientos pueden hacer a su ciudadanía es reducir ese despilfarro. Es un derroche de luz, un lujo que solo pueden permitirse los países de nuestro entorno. Limitar la iluminación al periodo navideño, es decir, desde Nochebuena a Reyes, supondría reducir a más de la mitad todo este despilfarro. Sin embargo, ni siquiera parecen dispuestos los titulares de las corporaciones locales a esta medida razonable.

Se necesita repensar el modelo de iluminación navideña que año tras año derrochamos. Hay que apelar a la sensatez, a la racionalidad y la sobriedad en nuestra ciudad. Desde los poderes públicos se puede hacer un cambio de modelo que beneficiaría a la ciudadanía al reducir este absoluto despilfarro energético. La emergencia del problema del cambio climático significa un compromiso de todos para reducir nuestro consumo y nuestras emisiones.

Se pueden plantear medidas que incidan en ese ahorro: restringir la iluminación navideña a días señalados, reducir las horas de iluminación y emplear menos cantidad de lámparas, aunque sean LED. Por otra parte, limitar el encendido a calles comerciales del centro, y comprometer a los comerciantes para sufragarlo en parte por los costes de esta iluminación y que no solo repercuta en la ciudadanía. Estas medidas irían en el camino de la diminución de las emisiones y el ahorro energético y económico. Es necesaria, también, una reflexión autocrítica sobre nuestra actitud frente al alumbrado navideño y el hiperconsumo en esta época. Así se celebraría una Navidad más acorde con la tradición real y un futuro sostenible para nuestra ciudad. Se podría emplear el ahorro económico en otras necesidades más prioritarias del municipio.

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