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El complot oculto contra el Papa Francisco

El papa Francisco en una audiencia general. EFE/EPA/FABIO FRUSTACI
10 de diciembre de 2021 06:00 h

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Entender el Vaticano no es fácil. Requiere años de experiencia, muchos contactos de todas las tendencias y cierta capacidad analítica libre de prejuicios ideológicos. No obstante, resulta mucho más llevadero e incluso popular hablar —muchas veces sin conocimiento de causa— de la Iglesia con ligereza, mucha pasión, cultivando los tópicos y al fin y al cabo esgrimiendo argumentos a favor o en contra con la ideología por bandera.

He intentado durante 35 años ejercer un periodismo respetuoso hacia la gente de fe, pero no por ello alejado de las crudas realidades que surgían a cada paso. Creo en un periodismo lo más objetivo posible, riguroso y honesto.

En el libro “Intrigas y poder en el Vaticano” (Roca, noviembre 2021) he vertido una gran cantidad de experiencias personales, entrevistas, situaciones... un privilegio que ahora quiero compartir y que permiten abordar, en un viaje al que invito al lector a acompañarme, los temas más polémicos que conforman la actual realidad de la Santa Sede. Mucha información que en un medio televisivo por la brevedad que exige y la necesidad de imágenes que requiere (he sido durante casi cuatro décadas enviado especial de TV3 al Vaticano) siempre fue difícil plasmar.

El reino de la impunidad 

Ahora puedo ofrecer datos y transcribir opiniones de protagonistas anónimos o muy conocidos que quedaron en el tintero y que sinceramente creo que permiten al lector comprender las tramas y los mecanismos que mueven la institución y también el mundo en torno a la ecuación poder, dinero y sexo. Muestro asimismo ejemplos claros de los abusos de poder (corrupción, pederastia...) que se manifiestan como reflejo de una cultura marcada por una impunidad secular.

Nada me resulta ajeno porque no debe serlo para un vaticanista. La realidad en muchas ocasiones supera la ficción y esas certezas de la realidad deben ser contadas por más duras que sean. La realidad de un universo muy desconocido y apasionante donde encontrar verdad, bondad, coherencia y espiritualidad, pero también mentira, maldad, hipocresía, y mundanidad.

Abordo sin tapujos, descubriéndolos poco a poco, muchos episodios ocultos de los pontificados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. El pacto para destruir el comunismo, como y por qué fue elegido Wojtyla, el secreto de su popularidad, Vatileaks 1 y 2, las razones de la renuncia histórica y valiente de Ratzinger, las claves de asesinatos y secuestros en la Santa Sede, la misteriosa muerte de Juan Pablo I con un testigo de excepción, la infiltración de la Mafia en la banca vaticana... Hablamos también con un agente de los Servicios del espionaje vaticano, con Giulio Andreotti, guardias suizos, funcionarios y cardenales de la Curia…, con convencidos defensores de las reformas de Francisco y también sus enemigos.

Objetivo Bergoglio 

Y es ahora en este último tema en el que quiero brevemente incidir puesto que, si bien rehuyo absolutamente de leyendas y teorías de la conspiración, sí que puede afirmarse que existe en la actualidad un auténtico complot internacional contra el actual Papa argentino. Los datos hablan por sí solos.

Bergoglio, tras su reciente ingreso hospitalario para una operación en el colon, sorprendía con una enigmática declaración: “Algunos me querían muerto”. Esa realidad objetiva oculta la he podido analizar a fondo a partir de la existencia de un complot externo e interno cuyo objetivo es neutralizar la enorme influencia de Francisco como un líder ético y moral del siglo XXI que va a contracorriente.

El pontífice argentino supone en este momento una molesta piedra en el zapato de quienes desean un mundo con muros, nacionalismos excluyentes, negacionistas del cambio climático y la COVID, sin derechos para la mujer o los homosexuales, con las libertades y conquistas sociales cercenadas. En resumen, un mundo donde la justicia y el control lo ejercen los poderosos contra los más vulnerables que Francisco define como “descartados”.

A nivel exterior, personajes como Steve Bannon proyectan con ingentes recursos económicos, el control de fake news y estrategias de manipulación social, un nuevo orden mundial post-pandemia. Lo hacen blanqueando los neofascismos que desean llevar al poder, dotando a los mismos de un nuevo lenguaje populista y fácil que asumen con entusiasmo, no tan solo las élites, sino también las clases populares.

Este diseño tiene sus seguidores a ultranza entre los obispos norteamericanos alineados en el sector vinculado al expresidente Donald Trump. Otros, en todo el mundo (contando a muchos titulares de diócesis en España ), se suman con entusiasmo a estas filas de la protesta. Asimismo, dentro de los muros vaticanos, cardenales como Raymond Burke, Robert Sarah, Gerhard Müller... han intentado unir a su causa con un discreto resultado al Papa emérito Benedicto XVI y buscan constantes excusas (incluso teológicas) para desprestigiar el actual pontificado, al que califican sin el menor rubor de hereje y usurpador. Para ello no descartan soluciones drásticas o más moderadas como llevar a Bergoglio hacia una renuncia.

“Mutatis mutandis”

En definitiva, he intentado escribir una crónica personal de mi trabajo profesional intramuros vaticanos. La edición en catalán del libro se ha convertido para mi sorpresa y agradecimiento sin límites a los lectores, en un best seller con siete ediciones desde su aparición en febrero de este año. 

Mi único deseo ha sido arrojar un poco de luz sobre la oscuridad, abrir un debate que siempre he imaginado rico en matices y argumentos. Hacer un texto que puedan leer con facilidad e interés los lectores, sean o no creyentes, y quienes deseen descubrir un fascinante y sorprendente mundo aún muy opaco.

Hay una expresión en latín, “Mutatis mutandis”, que significa “cambiando las cosas que deben ser cambiadas”. El Vaticano, a mi modo de ver, es hoy el escenario de una guerra abierta entre quienes creen que debe ser así y los que prefieren no remover nada conservando privilegios y perpetuando tradiciones seculares ¿Quién ganará la batalla final? No soy adivino. Solo un simple periodista.

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