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Sufrimos al torturador Billy el Niño y queremos sentarle en el banquillo

Willy Meyer

Exdiputado europeo de Izquierda Unida —

Antonio González Pacheco, miembro de la Brigada Político-Social de la Policía franquista y estrecho colaborador del inhumano y brutal comisario Conesa, volverá a ser objeto de querellas por torturas de parte de sus víctimas. Su compañero Conesa fue uno de los agentes más implicados en la represión, asesinatos y torturas a personas comprometidas con la resistencia antifranquista; entre sus “hazañas”, la detención de las 13 Rosas, jóvenes de la JSU asesinadas por el Régimen.

En plena persecución y exterminio de las personas implicadas en la defensa de la II República, en 1940, Paul Winzer, miembro de las SS y de la Gestapo, fue encomendado por Heinrich Himmler (Reichsführer de la Schutzstaffel, SS) para instruir a la nueva policía española, tarea que realizó hasta 1944. Por su organización, archivos, métodos de torturas para forzar confesiones y sistema de vigilancia y control, la Brigada Político-Social, desde su creación en 1941, era una réplica española de la Gestapo nazi.

Antonio González Pacheco era conocido entre los miembros de la resistencia al franquismo como “Billy el Niño”, por su gusto en enseñar la pistola de forma amenazadora en cualquier circunstancia y lugar. Durante el final de los años 60 del pasado siglo hasta 1977 fue uno de los policías más activos del Régimen en la persecución, detención y desarticulación de las organizaciones opositoras a Franco. Aunque su actuación fundamentalmente la desempeñó en Madrid, se jactaba en los interrogatorios de haber participado en la desarticulación de las huelgas del Marco de Jerez de los años 70 o en la detención de antifranquistas en el País Vasco, Asturias y Cataluña.

En aquel Madrid del Movimiento Obrero potente, del extraordinario poder de convocatoria de las Comisiones Obreras, de la permanente movilización de la Universidad contra la Dictadura y de la intelectualidad que realizaba continuos llamamientos en favor de la libertad, la amnistía y el fin de la Dictadura, es donde “Billy el Niño” desarrolló su labor como perro de presa del Régimen para intentar desarticular, detener y aterrorizar a un movimiento imparable a favor de la Libertad.

Las personas que militábamos por aquel entonces en la Universidad sabíamos del grado de “especialización” de González Pacheco en los interrogatorios a detenidos y detenidas y de su omnipresencia a la hora de proceder a detenciones o desarticulaciones.

En mi caso, siendo estudiante de la Facultad de Económicas, fui detenido la víspera de Reyes de 1970 en la Plaza de Callao por él y por un policía infiltrado en el movimiento estudiantil. Fui conducido en taxi hasta la Dirección General de Seguridad entre amenazas con matarme (en presencia del taxista) y me llevaron a los calabozos (era el único detenido en la DGS). En el consiguiente interrogatorio duro y amenazador, rodeado de policías, al negarme a contestar a sus preguntas, un Antonio González desquiciado y a gritos profería: “Aquí , en este despacho fue donde el cobarde de tu camarada Grimau se tiró por la ventana (...) y aquí es donde vas a morir tú, cabrón comunista”.

En ese momento cogió su pistola, hizo como si metiera una bala en la recamara, me puso el cañón en un costado y entre gritos me disparó “en seco”, es decir, simulando una falsa ejecución.

Era uno de los modus operandi, aterrorizar para desmoronar al detenido y conseguir la delación o la confesión. Las torturas físicas y psíquicas formaban parte de la actuación de la Brigada Político-Social en convivencia con jueces, médicos y fiscales franquistas, como forma explícita de intentar acabar con la oposición al Régimen.

Por eso, y atendiendo que los crímenes de lesa humanidad no prescriben, decidí querellarme contra uno de los símbolos de la impunidad del franquismo, contra el torturador Antonio González Pacheco.

España, en este caso, la España de la impunidad de los criminales franquistas, sean policías, jueces o fiscales es, desgraciadamente, la excepción europea. Sería impensable que en Alemania, Francia, Italia, Dinamarca, Holanda o Noruega los verdugos fascistas no hubiesen sido procesados y sus responsabilidades, depuradas. Impensable que los Estados no hubiesen asumido su responsabilidad de garantizar la Verdad, la Justicia y la Reparación para con todas las víctimas del nazi-fascismo.

En España todavía no ha llegado ese día… pero llegará más temprano que tarde.