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Die Linke, por ejemplo

Dirigentes de Die Linke) celebran los resultados de las elecciones en Berlín.
3 de marzo de 2025 21:46 h

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El resultado de las recientes elecciones alemanas confirma la tendencia europea hacia la derecha. El avance de Alternativa por Alemania (AfD), el partido de la extrema derecha,  es inquietante  Sin embargo, todo fenómeno político suele generar  respuestas de signo contrario. Es interesante observar la notable recuperación del partido Die Linke (La Izquierda), especialmente en Berlín, donde ha obtenido la primera posición, con el 19,9%, duplicando los votos que obtuvo en las elecciones  de 2021.

Hace pocos meses, encuestas y analistas daban a Die Linke por amortizado. Aparecía por debajo del 5% que permite representación en el Bundestag. El partido se había estado debatiendo en interminables y abstrusas querellas intestinas (sobre todo entre enfoques “woke” y “anti woke”), profusamente aireadas.  Un periodista contó hasta 2.000 artículos sobre estas discusiones en cuatro meses.  Al final, en septiembre de 2023, una de sus figuras más destacadas se  escindió para crear un partido bautizado con su propio nombre: la  Alianza Sahra Wagenknecht (Bündnis Sahra Wagenknecht, BSW). Su notoriedad pública, casi icónica, sirvió para lanzar un movimiento muy personalizado. 

Wagenknecht, de 54 años, hija de alemana e iraní, y crecida en la Alemania del Este, no es un personaje simplemente mediático. Doctora en economía, ha escrito y publicado mucho. Su libro más popular, 'Die Selbstgerechten' ('Los presuntuosos'), es un alegato contra lo que critica como derivas woke de una izquierda bienpensante y engreída, que habría abandonado la defensa de los trabajadores. La plataforma de Wagenknecht combina propuestas de izquierda –salarios altos, prestaciones sociales generosas– con restricciones a la inmigración, oposición a los planes contra el cambio climático, y también a las sanciones contra Rusia y al envío de armas a Ucrania. Su objetivo proclamado era ofrecer “una opción seria» a todos aquellos que ya no se sienten representados por ningún partido y votan por desesperación por la AfD”.

La respuesta en Die Linke fue algo así como un borrón y cuenta nueva.  En octubre de 2024, la periodista Ines Schwerdtner y el biólogo Jan Paul van Aken fueron elegidos colíderes de Die Linke. En aquel momento, su partido apenas tenía un tres por ciento en las encuestas. Esperaban disponer de un año para enfrentarse a las urnas, pero  a las dos semanas, con la ruptura de la coalición de gobierno, se enfrentaron al reto de unas elecciones generales a cuatro meses vista. Lo menos que se puede decir, vistos los resultados obtenidos, es que no perdieron el tiempo: la Alianza Sahra Wagenknecht ha quedado fuera del Bundestag mientras que Die Linke se ha recuperado de forma espectacular. 

Hay varias razones que lo pueden explicar. Die Linke se ha beneficiado de la respuesta al auge de la extrema derecha, de la polarización y del consiguiente aumento de la participación, que en Berlín superó el 80% del censo, frente al 69,5% de 2021. El partido respondió  duramente a la decisión de la CDU de aceptar el voto de la extrema derecha por sus políticas de endurecimiento de la inmigración, y  el alegato vehemente y sincero  de Heidi Reichinnek, la líder de Die Linke en el Bundestag, se hizo viral. La polarización ha generado una reacción de activismo militante.  El periodista Jordi Basté ha comentado así lo sucedido en Neukölln, un barrio popular de Berlín: “Mientras la CDU y la SPD apelaban a discursos abstractos, ellos bajaron a la calle. Supieron que la batalla no se libraba solo en los platós de televisión, sino en los teléfonos de los jóvenes, en los vídeos de TikTok, en las conversaciones a pie de barrio”.

En su balance  después de las elecciones, los dos colíderes de Die Linke han enumerado el decálogo de las recetas que aplicaron: reclutamiento de nuevos activistas y reactivación de  los círculos locales, campaña puerta a puerta (llamaron a unas 100.000), hablar de cosas concretas, priorizar los temas sociales, comunicar de manera comprensible, dirigirse a los jóvenes en las redes sociales, experimentar con flexibilidad y mantener unos principios firmes. Parece la receta de la sopa de ajo. Pero ha funcionado y conviene memorizarla. 

Junto al factor de movilización que significa la amenaza de la extrema derecha, creo que hay dos factores que sobre todo explican el avance de Die Linke. El primero es muy concreto y operativo: han priorizado la presencia en las redes sociales. Tienen 284.000 seguidores en Instagram, 238.000 en TikTok, y Heidi Reichinnek, la portavoz parlamentaria, aún más: 300.000 y 470.000. Han realizado un gran trabajo de comunicación y de modernización digital. El resultado es que Die Linke ha sido el partido más votado, por delante de la Afd, entre los votantes más jóvenes.

El segundo factor es de fondo:  un cambio interno, un girar página, en la vida interna del partido. De una atmósfera cargada,  de querella intestina permanente, se ha pasado a un ambiente de mayor cordialidad y confianza. “No todo es estrategia: sin el ambiente adecuado, todo es inútil”, han comentado Ines Schwerdtner y Jan van Aken. En un momento dado, por cansancio o por lucidez, en Die Linke se impuso la convicción de que lo mejor era aplicar el criterio de “ni woke ni anti woke sino todo lo contrario”. Han superado, al menos de momento, la trampa potencialmente letal de una colisión perpetua entre los enfoques woke (que priorizan la intersección de minorías identitarias por encima del conflicto social) y las diatribas anti woke que se oponen abruptamente a aquellos.  “Hemos aprendido de los errores del pasado y ahora nos centramos en seis cuestiones clave: la paz, la justicia social y un sistema tributario justo, la sostenibilidad ecológica, la educación, la igualdad de género y la igualdad entre Alemania Oriental y Occidental”, ha dicho el veterano Gregor Gysi, uno de los fundadores del partido. 

Si hay algo que sienta fatal al electorado de las izquierdas  son las divisiones que no se entienden y que tienen visos de rivalidades personales. Probablemente esta es la conclusión  más útil e interesante que surge del resultado de Die Linke en las últimas elecciones alemanas.  

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